Hubo una vez una España con el puño en alto


MARISA PEÑA 

Hubo una vez una España con el puño en alto, con las ventanas abiertas al futuro, con ganas de construir un mundo mejor para sus hijos. Una España que cambió los crucifijos por libros y paseos por el campo, y los miedos atávicos por explicaciones científicas. Hubo una vez una España osada y valiente, que enarboló la bandera tricolor como símbolo de las nuevas libertades que todos deberían defender. Hubo una vez una España que quiso dejar atrás el oscurantismo, la ignorancia, la injusticia social y el caciquismo. Pero eso no iban a tolerarlo los oligarcas, ni los caciques, ni los jerarcas eclesiásticos y militares. Aquel intento de modernización y cambio, que multiplicó las bibliotecas y las escuelas como si fueran los panes y los peces, fue violentado, arrasado y difamado. España se llenó de sangre, de fuego, de miedo, de odio, de rabia y de desesperación. Familias enteras fueron diezmadas, castigadas, asesinadas, encarceladas, torturadas, empobrecidas o empujadas al exilio. Nada fue fruto del azar o la casualidad. Las listas elaboradas por los golpistas traidores a la legalidad incluían a todas las personas que ocupaban cargos públicos, sindicales, culturales o, simplemente, se habían significado en su apoyo a los proyectos de cambio. Maestros, concejales, sindicalistas, hombres y mujeres que habían hecho uso de su recién conquistada libertad de culto, de pensamiento y de voto fueron asesinados, encarcelados y escarmentados. Lo que pensaban sería cosa de unos días en los que se eliminarían los elementos subversivos para la España nacional católica que se imponía a golpe de sable, se convirtió en una contienda por la resistencia de los leales a la República en ciudades como Valencia, Alicante, Barcelona o Madrid. Pero el choque desigual entre un ejército profesional, ayudado por la potente maquinaria militar de los nazis y los fascistas, y unas milicias ciudadanas improvisadas abandonadas a su suerte (o a su desgracia) por una Europa miedosa y ciega, no podía tener otro final: la República fue vencida, destrozada, sometida a una espiral de violencia, odio y venganza imposible de soportar. España se tiñó de azul. Se llenó de águilas, yugos, flechas, saludos fascistas, arcos de triunfo, nombres de generales genocidas, cartillas de racionamiento, cruces, mantillas, pañuelos, luto, fosas y terror. Cuarenta largos años de represalia, de desmemoria, de limpieza ideológica y pensamiento único. Aquí no se salvó nadie. La única manera de sobrevivir era olvidar, callar, negar y renegar de la República y sus sueños. La España franquista lo ocupó todo, lo controló todo, lo enfangó todo. Y de aquellos fangos, estos lodos. Hubo una España con el puño en alto... Y aún llora su derrota en las cunetas.

Imagen: Lorca, Alberti, Maria Teresa, Altolaguirre... con el puño en alto.

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3 Comentarios

  1. La hubo, sin duda, y de la que estamos muy orgullosos los que no nos hemos rendido ni lo vamos a hacer nunca...

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  2. Así es y en ese espejo republicano seguimos mirando hacia el futuro

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  3. Me ha encantado tu entrada y con tu permiso y con tu nombre la colgare en face y en un grupo memorialista. Muchas gracias por una entrada maravillosa y que deja las cosas muy claras, ¡¡Siempre republica, siempre memoria, siempre dignidad,
    no olvidamos, no perdonamos¡¡

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