"Violación fortuita"



MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

“Violación fortuita”. Esa es la explicación oficial a la violación (el primer día) de un joven, francés y de raza negra, por parte de un policía con una porra extensible, en un control callejero de un barrio de la periferia parisina, barrios sensibles esos, de manera que el autor de la infamia no solo está en la calle desde ese primer día en que cometió su canallada, sino que va a quedar penalmente exculpado. No en vano el presidente de la República francesa dijo, para calmar los ánimos de los airados conciudadanos y convecinos del violado, que la justicia estaba para proteger a los ciudadanos, incluso, eh, incluso, cuando la policía estaba en tela de juicio…

Por eso, porque la justicia está para proteger a todos los ciudadanos, mientras los policías autores del atropello están libres y levemente acusados de conducta impropia, y sobre todo absueltos en el fondo por esa calificación de violación fortuita, además de presunta, las condenas a jóvenes y no jóvenes detenidos en las jornadas de furiosa protesta que han seguido a esa violación (presunta) con una porra extensible, que ha dado en por una porra extensible, han sido duras, inmediatas y en cadena, con temibles calificaciones de imputación penal, como la de ataque armado al usar piedras, o emboscada al enfrentarse a los antidisturbios.

Para mí este es todo un aviso de caminantes de la que se nos viene encima poco a poco: la globalización en su peor sentido, o quizás en el único que tiene. La impunidad policial es un hecho alentado desde la magistratura y el poder político, es inherente al sistema, no puede resquebrajarse, como la propia magistratura, y no puede ser puesta en tela de juicio jamás. No se trata de leyes, sino de Poder.

La justicia está para proteger a los ciudadanos dijo el presidente francés y con él –primer farsante del Je suis Charlie–, todos los que le acompañaron. Por eso, por la farsa y fachenda, se presentó Hollande en el hospital donde el joven de raza negra agredido tuvo que ser operado de los daños causados por la porra extensible, no por quien la llevaba en la mano y la accionó, eso está claro, como lo hicieron Martín Villa y Fraga Iribarren con los heridos de la matanza de Vitoria. Eso es lo que venden. La realidad es muy otra: la policía ya no está para defender a todos los ciudadanos, sino para controlar que los más desfavorecidos, los marginados, los desechados, los desperdiciados, decía Bauman, y expulsados por el sistema no se rebelen, para mantener un orden social que beneficia a quienes en ese sistema se enriquecen y que no es otro que el de la arbitrariedad del desorden autoritario más la fuerza.

Barrios más o menos conflictivos, sensibles, airados, como ese en el que se cometió la violación del joven francés, los hay en todas las ciudades europeas –menos en España por supuesto– y son, a fecha fija, escenarios de protestas y disturbios graves. El París de películas como El odio, no es el mismo que el que muestra Woody Allen ni el que venden los pesebristas del gobierno a quienes pasean en coche oficial. La propaganda oficial insiste en que se expanda y asimile la idea de que la marginación social que se acoge a esos barrios calientes, la drogadicción evidente, innegable, la delincuencia de diferentes grados y el adoctrinamiento yihadista, son una serie de caprichos de parásitos sociales, pero jamás hablan de la falta de formación y empleo reales, de los agravios racistas, de la precariedad social que conducen a que la actual situación de esos barrios sensibles, y de quienes los habitan, en Inglaterra, Alemania, Bélgica, Italia, sea no ya de difícil retorno, sino meramente reconducible, como no sea por medio de una represión policial-judicial constante. El sistema no se ve del todo desbordado, solo que en unos lugares el aparato represivo funciona de manera más contundente que en otros, gracias sobre todo a que la población a reprimir es fundamentalmente pacífica, como sucede en España, que es diferente –por eso, según ha dicho Rajoy, el último año la han visita 75.000 millones de turistas…–

La denuncia de hechos como el de la porra violadora quedan relegados a la novela o al cine negros, si de verdad lo son y no inanes pamemas de propaganda filo policial, y ahí quedan. La gran prensa se abstiene de condenar en firme hechos de abusos e impunidad policial –algún sesudo comentario preferiblemente ininteligible, como mucho– y espera a que hablen los tribunales, que en muchas ocasiones equivale a que silben el ¡…y volver, volver, volver!

*** Artículo publicado en los periódicos del Grupo Noticias y en el blog del autor Vivir de buena gana, 12.2.2017

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