Autoritario en la cuerda floja / MIRANDO DE ABAJO


Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Pareciera que el sistema norteamericano despierta del embeleso Trump. Poco duró la luna de miel, el sueño largamente escondido de una sociedad blanca, impoluta en fantasía, donde las hordas rednecks se aprovecharían de todo hasta que se acabase. Luego el fin, porque si hay alguien que desde los años 50 ha sufrido de mimo excesivo y se ha acostumbrado a no trabajar, a trabajar mal, a enfermarse de todo, quejarse, utilizar beneficios estatales, es ese grupo que votó por Trump, disminuido ahora pero no como reclaman ellos, por el olvido de los políticos, sino porque se aferraron a la era dorada después de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue Jauja y se crearon los Cadillacs rosa. Aquello, debido en gran medida al expolio del mundo fuera de sus fronteras, tenía que sosegarse, sino acabarse. Cuando se necesitó trabajar, la población local no contestó como debía y sucedió la inmensa masa inmigrante que cargó el peso hasta hoy.

La derrota de Vietnam fue sintomática. Los soldados norteamericanos gozaban de increíbles privilegios: recibían filetes de res desde los Estados Unidos, cerveza Budweiser, agua embotellada, droga. Entre la heredada sífilis de sus ancestros, prostitutas y una inmensa soberbia, no había lugar para la consabida épica. Vietnam fue un paseo de muerte, nada heroico de este lado. Los héroes morían en el terreno opuesto, escondidos y cultivando hortalizas en túneles, con sandalia y bicicleta, hambre y miedo. Tres millones de vietnamitas murieron y cincuenta mil norteamericanos, pero estos salieron corriendo, dejando indulgencias, prerrogativas, la ruina de su crimen y su vicio detrás. La desesperación arrojó helicópteros al mar. Saigón era una fiesta. No podían ganar; no ganan ahora en Iraq, ni en Siria, menos en Afganistán por lo mismo. El rodillo económico que sostiene al imperio en su conquista no alcanza más, falla el factor humano. Estos fallados, gente que con facilidad podría ser definida en términos raciales despectivos porque las deficiencias son colectivas, no solo individuales, forman la base electoral del delincuente Donald Trump. Viven, como el mismo cacique, de ilusiones. El Make America Great Again es falacia insalvable. Buscan chivos expiatorios, nos buscan para ser más claros, ciegos de no reconocer que somos su sustento, que sin nosotros, tendrían un Vietnam interno, derrota de tal proporción que arrastraría el país hasta el infierno.

Pues el show comienza a decaer, las bambalinas se hacen añicos. No hay duda que el sistema sobrevivirá, los jerarcas que mandan desde la sombra ven que su apuesta no ha sido fructífera, que el amañado Trump, otro mimado de la historia, no sirve, tiene veleidades de rey. Hay que purgarlo. Pasa, sin embargo, que el Partido Republicano es un foco purulento de corrupción, regentado por dudosos cabecillas: Ryan, McConnell, y que tiene inversiones políticas que tal vez lo protejan. El sistema ha detectado un alerta y va a solucionarlo de la mejor manera posible, incluso dejando huir a Trump de una muy merecida cárcel, por maleante y por traidor, lo que le valdría en este último caso, una perpetua prisión federal. No creo que se llegue a tanto. La fugaz llama encendida de la “América blanca” no será apagada sino ocultada de nuevo, hasta la próxima, si la hay.

Ahora hay que decorar el escape, con una retórica igualitaria, políticamente correcta, racial y religiosamente abierta, que muestre que los “valores” norteamericanos no se esfumaron, que el efecto Trump tan nocivo no fue suficiente. Tenemos que creerles, no queda otra. Además, para ser justos, hay muchísima gente liberal y activista en Norteamérica para considerar que sí se puede mejorar. La cosa está en que derrotar el status quo es tarea titánica. El hecho de que el magnate Trump no esté pudiendo lograrlo lo muestra. Que lo entierren con su gorrita roja, sus colgantes carnes rosadas y con cincuenta balazos de las armas que adora, bien distribuidos en su cabezota infame. Así tal vez consideraremos un futuro.

15/05/17
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Publicado en EL DÍA (Santa Cruz de la Sierra), y en el blog del autor, Le Coq En Fer (16/05/2017)

Fotografía: Vanity Fair

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