Va para largo



Miguel Sánchez-Ostiz

Mejor no engañarse y admitir que a pesar de las euforias, esto va para largo. Esté uno u otro arriba o abajo en la rueda de la fortuna electoral del PSOE, me temo que las cuestiones de fondo van a seguir donde estaban y que la coalición PP-PSOE ya armada en cuestiones concretas sigue siendo una amenaza para cualquier cambio social y político de los que se ambicionaban hace cuatro años. Para empezar, el nuevo líder socialista, cuyo triunfo fue aplaudido hasta por los que lo han padecido, ha aplazado la puesta en marcha de su política al otoño, cuando lo cierto es que las acciones políticas de calado no admiten demora ni sesteo. Malum signum.

Hace años se hablaba mucho de desencanto, no sé si se acuerdan; más adelante, cuando una buena parte del país despertó de manera brusca de su letargo, la palabra mágica para hablar del clima social fue indignación. Las dos cayeron en desuso y no tanto las palabras como su sentido, origen y oportunidad.

Quien ha conseguido una victoria pírrica te dirá que los cambios van viento en popa, pero está claro que una moción de censura está condenada al fracaso mientras el PSOE no la apoye, y que el referéndum catalán corre serio riesgo de acabar de mala manera. Lo primero significa la posibilidad de cambio político, casi de régimen (al extremo al que ha llegado la situación), y de devolver a la democracia lo mucho que Rajoy y los suyos le han quitado; lo segundo que el modelo de Estado es inamovible, es decir, que las cosas van a seguir como están ahora mismo, o peor, con más ejercicios de fuerza, y con ellos otros cambios no menores. Dudo mucho que sea derogada la ley Mordaza, que se reviertan las privatizaciones, que se fiscalicen y auditoríen empresas públicas o semipúblicas, que se reforme la educación en profundidad a riesgo de ser considerados regresivos, que se detenga el saqueo de la ciudadanía en beneficio de la banca, la contratación basura, los despidos; que se garantice la vivienda por encima de políticas económicas asociales; que no se transforme la administración de justicia en una sucursal del ministerio de la policía y de gobernación, o lo que es peor, de la sede del partido político en el Gobierno, en una alarmante consolidación de la dictadura parlamentaria y de la impunidad.

La acción política parece reducirse a la burla, el chiste, el insulto, la demanda, el desahogo, la greña, los numeritos de gallera parlamentaria, más deplorables unos que otros, el imparable baile mediático de dirigentes, que marea, y mucho, mientras que cunden las demostraciones de fuerza de la derecha, en algunos casos apoyadas de manera asombrosa por la propia policía, algo que hubiese resultado intolerable en sentido contrario. ¿Tienen las Marchas de la Dignidad la misma fuerza que en su primera convocatoria o también ahí ha cundido el desánimo? ¿Cuál es la fuerza que puede hoy ejercerse desde la calle y cuál la capacidad de aguante de una oposición condenada a envejecer siéndolo?

Cierto, no todo es así, no seamos derrotistas, pero prefiero no olvidar que en estos cuatro años los motivos de indignación no solo no han desaparecido, sino que han cundido de manera alarmante, tanto como los modos de represión. Los abusos gubernamentales ya rutinarios no han debilitado al poder político actual, al contrario, han provocado una explosión de bulla cómplice, como sucede en toda dictadura que se precie. El próximo asalto será sin duda a los espacios donde sí se han conseguido cambios, por mínimos o modestos que estos sean, con la ayuda de una población que ve siempre con malos ojos las disidencias, los cambios y las rebeldías, aunque sean institucionales y estén amparados en las urnas; una población y unos medios de comunicación que hacen de la violencia un arma eficaz y aplaudida.

No se trata de conspiraciones de clase alguna, sino de la triste realidad de que una mayoría política, que se confunde con una mayoría social, no quiere cambio político alguno, en defensa explícita de los intereses económicos que representa la casta gobernante. Y así vamos tirando, a trompicones.


*** Artículo publicado en los diarios del Grupo Noticias y en el blog del autor, Vivir de buena gana, 28.5.2017.

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