Volver a lo simple

Pablo Cingolani

Volver a lo simple que también es lo profundo. Volver a las pequeñas cosas, esas que hacen grande y grata la vida. Volver a las parras, a su sombra, a recordar a los amigos que se han ido. Volver a tomar mate con ellos, volver a compartir sus sueños. Volver a eso simple: la sombra de una parra, la sombra de un sauce un verano a la vera de un arroyo, escuchar su música, sentir el agua, tocarla. Saber que en el agua, hay peces y que esos peces, están vivos. Y acaso andan por ahí, por las aguas, soñando sueños de peces, sueños de islas, mares lejanos, istmos: sueños de peces

Volver, volver a eso simple que también es lo profundo. Volver para despojarse siempre, abandonarse de dudas y de miedos, replegar la tristeza, ovillarla. Enterrarla en la arena porque has vuelto a caminarla, la huellas, la marcas, te late, te abraza y en el médano más alto de la playa más solitaria de todas, simplemente vuelves, te vuelves a encontrar con el sol más recio, sol de horizontes, sol pleno y con el destino que arrecia, ese que incitan los caracoles, todos juntos y cada uno de ellos, y su rastro, y su tenacidad y ese su andar, yendo y viniendo, yendo y volviendo, con el mundo a cuestas. Así, así de simple

Volver a eso: la luz de luna, el silencio, las palabras que curan, la mesa que convoca, la amistad que añeja, los naufragios virtuosos, las plegarias, los árboles que extienden sus ramas para recibirlas. Volver a lo simple: la pasión bienhechora que procura dicha, felicidad, sosiego, sentido. Volver, volver a eso simple, lo simple: un camino, un guiño, faros, faros que demuelen distancias o las iluminan, muelles que son comienzo o descanso, heridas que se cierran o se celebran, misterios que se embruman o se despejan y devienen prodigios y milagros que se caminan, se tocan, se sienten en la piel, piel que recupera eso simple, eso que es simplemente simple de pura simpleza, ese volver a lo que es simple que también es verdad

Volver a lo simple, volver a lo profundo, volver a la verdad. Volver a sentir adentro, tan adentro que tu sangre se vuelva duna, río, cerro. Tan pero tan adentro que las guitarras y los cencerros vibren desde tu alma, y haya tanta música dentro tuyo, tanta sal en danza, que nada pueda detenerte, y toda la opacidad de los necios no te ciegue, ni la molusca maldad te roce ni te lama ni se acueste con vos ni te persiga. Que no sea vana ni una sola lágrima

Volver, volver a esas antiguas verdades, tan simples, tan profundas. El mundo es mundo si lo vives, la vida es encanto, encanto puro, sólo así, sólo si encantas al mundo y lo vuelves bello y lo llenas de luz, tu luz. Y donde hay luz, tú sabes, tú debes saberlo: las tinieblas mueren, lo siniestro muere, el sol resucita, los cactus bailan, cantan los grillos y las piedras cantan

Volver a lo simple, volver a cantar a eso simple: la nieve, el viento, tus manos. El hombre que labra su tierra, la tierra que fertiliza, se llena de humanidad y arraigo, se antoja estrellas y brisas, se colma de pan

Vamos, vuelve, vuelve a lo simple: respira, vuelve a respirar.

Pablo Cingolani

Río Abajo, 31 de marzo de 2018

Imagen: Xilografía de Pete Goncalves

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