Miércoles, 12 de diciembre de 2018


Pablo Cingolani

Hace un mes que la perra Dana, nuestra amada perra, partió hacia otras galaxias

Hace un mes que nos fuimos con la Carolina, con el Esteban y con el Bruno a enterrarla en las honduras del cerro Mullumarka, donde le alzamos una tumba digna de guerreros antiguos

Era brava la Dana, era tenaz, y era dulce e infinitamente tierna: se merecía una morada de piedra en medio de las montañas desde donde seguir sintiéndola, desde donde saber que allí hay una marca, un mojón, de su existencia luminosa, aquí en la tierra

La bendición de la piedra: los antiguos creían que si blindabas al occiso con ellas, le asegurabas dos cosas: la inmortalidad y la memoria que parecen lo mismo pero no son iguales

La inmortalidad es el viaje, el viaje eterno, el viaje a ese más allá insondable pero del que nunca se vuelve

La memoria es la vida: la piedra es la huella donde el olvido se diluye, se oxida, se convierte en nada

No hay nada peor que el olvido

La enterramos en piedra a la Dana porque la queríamos como la quisimos siempre: siempre viva, siempre presente

La vida, la muerte

La muerte, la vida: cuando se te enfrentan, te das cuenta que es lo mismo

La realidad- real es que desde el momento que vivimos empezamos una travesía hacia el final, el desenlace, la muerte

Say no more

El tema es asumir, resolver las dos puntas del mismo lazo

Cómo vivir

Cómo morir

En el medio, en el medio de los médanos, en el medio del miedo, en el medio del mar, en el medio del medio del destino y el horizonte, algo deberá guiarte, algo deberá señalarte el rumbo, la clave, la manera de vivir, la manera de irte, de morir

Yo sentía toda la belleza del acto de llevarla a la Dana cerro arriba para enterrarla y me decía a mí mismo, cargando su cuerpo inerte: cómo yo quisiera lo mismo para mí cuando me toque
  
La belleza del final, de ese final cargado de intenciones: no era el entierro de una perra, era el entierro de una reina, de una reina mística, de una soberana del cosmos: eso era la Dana y sus exequias fueron así, tan inusuales y tan dignas de eso mismo

¿Y por qué?

¿Porqué enterrar a una perra con tal altos honores?

¿Por qué sí?

No

Con nuestros compañeros animales de vida, podemos compartir esos lujos, esas cristalizaciones del sentimiento, negados en nuestra vida moderna

Podemos ritualizar sabiendo que esa intimidad del ritual nos conecta, no sólo con el alma bendita que parte, sino con todo lo demás también

¿Y qué es eso que es todo lo demás? Y bueno, ya lo dije: es nuestra propia vida y es, además, nuestra propia muerte

En este mes, mes insensato, mes sin la Dana, el gatito se está astillando por dentro –igual que ella, que su tutora, que su perra-guía

Yo también .me vinieron los blues, me vinieron los virus, hace dos semanas que trató de apaciguarlos, de menguarlos, de que me dejen de joder

La única que resiste sin mella es la Carolina

Ella es ella y ella es mujer y las mujeres labraron la virtud de este mundo y de todos los otros y ellas saben, ellas son las que definitivamente saben

Nosotros, todos nosotros, nos debatimos entre eso inasible: seguir siendo animales o volvernos otra cosa

Por eso, nosotros, todos nosotros, no sabemos, no entendemos nada: no parimos nada, nada definitivo, como es parir de verdad, de verdad parir

Y no me fui al carajo con lo que escribo

Más bien me estoy dirigiendo hacia donde siempre hay que ir

Hacia la matriz

Hacia el origen

Hacia ese lugar donde no existen las dudas ni los miedos

Hacia el sitio donde conviven la vida y la muerte

Hacia esos caminos que he recorrido y los he sentido vivos

Como la siento viva a la Dana.

Como te siento, Dana, viva, ¡viva Dana!, viva.


Pablo Cingolani
Antaqawa, 12 de diciembre de 2018

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