Carta a Burroughs

Querido William Burroughs:


Disculpa que te moleste dentro de tu nube de bienestar eterno y celestial pero no puedo dejar de escribirte tras que leí una entrevista que te hicieron cuando cumpliste 80 años –fue en 1994- y allí pude volver a comprobar lo inoxidable de tu manera de ser, estar y ver al mundo y cuánto nos (me) haces bien, tomando en cuenta que te escribo desde el año 2019 y el que el mundo se está yendo cada vez más al carajo y la era de la boludez –como diría un grupo de rock argentino que se llama Divididos y que intuyo te hubiera gustado escuchar- parece no tener clemencia, ni menos final.

Te escribo motivado por la siguiente, que leí en la entrevista de marras: por tu defensa cerrada del bajo perfil.[1] ¡Ey, viejo Bill! Vos no te imaginas lo que ha pasado con la galaxia terráquea desde que partiste: algo llamado Facebook, algo llamado Instagram, algo llamado, genéricamente, redes sociales, ha inundado el planeta y tu antiguo proyecto de derrumbe/epifanía de la arquitectura neuronal humana, ha sucedido, pero al revés.

Donde vos, veías iluminación, ahora reina la oscuridad más profunda.
Donde vos promovías clarificación, se enseñorea la confusión y lo fake.
Donde vos sentías esperanza en la especie, ahora cunde el desasosiego.

Bill: la maldad se ha desatado sobre el mundo, los demonios acechan, los fantasmas de la máquina han despertado y están asediando a la condición humana.
El bajo perfil que vos proclamabas se fue a la mierda y ahora TODOS, todos los seres humanos que andan colgados de esas redes moluscas y anti-energéticas, TODOS trabajan gratis para la CIA, para la NSA, para la yuta (para la policía), para los empresarios chupa-sangres, para todo el mal, los demonios, la desgracia humana, la nada que avecina.

Escucha: son 2500 millones de seres que han perdido el “low-profile”, el bajo perfil, que se desnudan a diario, y sin pudor, en las dichosas redes, que no saben o no entienden que el poder está aplicando sobre ellos tu dichosa revolución neuronal, pero al revés.

Donde vos vibrabas por una liberación, ahora se profundiza la dominación.
Donde vos veías una alborada y una salvación, ahora huele a apocalipsis, a tumba.
Donde vos sentías fertilidad, ahora sólo es yermo, yerma, deshonra, el hastío manipulado hasta el infinito, la sinrazón, el sin sentido.

Habría que volver a los majestuosos planes de X. de inundar el sistema público de agua de las ciudades con cuantiosas dosis de lisergia, y ver qué pasa.
Vos decías que la hecatombe neuronal de la especie fue producto de un cataclismo global y masivo: un diluvio, por ejemplo.
Habría que provocar otro, algo que catalice el cerebro humano y cristalice en hombres nuevos.

Hubo un maestro en los Andes, tal vez lo conociste en tus lecturas, que se llamaba Simón Rodríguez.

Fue el mejor de todos, de todos los maestros. Y como el, hasta hoy, no hay ninguno que se le compare.

Fue el maestro y mentor de otro Simón, de Bolívar, ese que, en Boyacá, liberó a la Colombia que vos tanto quisiste por el Richard Evans, por el yagé y por tantas otras cosas más que te abrieron la cuca y que luego escribiste.

Simón Rodríguez, el Simón primero, creía eso: en los hombres nuevos. Decía que no se podía construir reinos de libertad y de justicia con hombres viejos, con hombres amansados por el antiguo régimen, por los oprobios y por la tolerancia a la injusticia.

Había que –decía- hacer todo de nuevo, desde los cimientos, y sesenta años antes que Nietzsche, dijo que esa semilla era la educación de los niños.

Era nuestro Aristóteles –fue mejor que Ari porque no nos brindó certezas, sino certidumbre para la sangre, para la lucha, para el combate- y vos fuiste luego, a tu manera, flower power forever young it´s only rock and roll but I like it- nuestro Simón Rodríguez.

En fin, ya creo que me dejé entender, así que para qué abundar.

Te mando mis mejores abrazos y si lo ves por ahí a Simón, tomate un café con él, y si lo ves a Jimi Hendrix, decile que lo quiero mucho.

Pablo Cingolani
Antaqawa, 6 de septiembre de 2019

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