Vivimos de cerca el mito del Che y de los que lo siguieron. Lejos estábamos entonces de una capacidad de análisis que permitiera saber que la tesis del foco, con su dosis romántica y mesiánica -epítetos que Pierre Drieu La Rochelle podría poner al nazismo- estaba de hecho -y no de pronto- condenada al fracaso. Arrastrando las ideas de Guevara en su Guerra de guerrillas podríamos hallar asidero, controversial, para sugerir la posibilidad del triunfo de una élite revolucionaria en la guerra social, con la salvedad de que en el caso boliviano no se consideró el fracaso de su inserción en la lucha popular.
Bolivia, a través de una hábil maniobra gubernamental que corrompió el liderazgo campesino, carecía de bases materiales, condiciones objetivas en el área rural, que indujeran a la masa empobrecida a participar de una lucha que no entendía, ni quería entender. El campesinado -y recurrimos a Lenin- es clase reaccionaria por excelencia, con salvedades importantes en la historia universal como el ejército majnovista en Ucrania, las comunas aragonesas de la revolución española, la revolución china, hablando del siglo XX. El campesinado, por lo que fuera, fue la quinta columna que rompió el espinazo de la "subversión" armada. Pasaron más de treinta años para que un periodista captara en magistral fotografía a un campesino de Eterazama con un cartel rezando "Que viva el Che". Evo Morales puede decir lo que quiera, idolatrar la figura de Ernesto Guevara, pero cuando se trata de acomodarse en el poder acaricia el lomo de los botudos que siguen soñando con el tiempo en que fueron amos absolutos y que puede retornar.
Digresiones aparte, traídas por la distancia y el recuerdo, el libro de Rodríguez Ostria es una proverbial muestra de cómo hacer historia seria. Se puede o no discrepar con las conclusiones del autor, sobre todo en cuanto a la validez de un ideario (el del foco) quizá confuso, o confundido, pero no se debe despreciar el admirable trabajo realizado, consultando la mayor cantidad de fuentes en el difícil trabajo de reconstruir una historia olvidada, una historia escondida y disimulada.
Muchos de los participantes aún sobreviven. Más en el lado represivo que en el contrario. Anuncian que la tenebrosa época del terror estatal aún pervive, y que de alguna manera desenmascarar la historia tendría que llevar al país a descubrir y juzgar a los responsables. Algo así sucede hoy en México, a tiempo de desentrañar los misterios que envuelven la masacre de estudiantes en Tlatelolco. ¿Qué se hizo hasta hoy para juzgar a Mario Vargas Salinas, asesino de Freddy Maimura en el mal llamado Vado del Yeso? ¿O es que su condición de "León del Masicurí" lo avala y lo encubre? Con demasiados leones -tigrillos o buitres sería cabal- cuenta la historia nacional, animales con negro pasado y menor decencia. Algo anda mal en una nación que eligió, democráticamente, al asesino Bánzer para otro término presidencial. Es que nos guiamos con mitos. El boliviano siempre es el "mejor de todos", el mejor piloto, el mejor futbolista, el mejor médico, el mejor militar, etc., ilusiones que fabricamos para olvidar cuán mal estamos y cuán poco nos queremos.
Las víctimas de Teoponte, héroes, mártires y santos a su manera, ilusos e insanos también, juventud privilegiada e inteligente, debieran ser la luz que alumbre las posibilidades racionales de avance y progreso que tenemos.
Rodríguez Ostria ofrece una detallada disección de un pasado molesto. Lo hace bien y con valor, porque sin duda que al aclarar la niebla atenta contra intereses que aún permanecen en la sombra. Esa es labor de hombre.
En las páginas de Teoponte no sólo se "vuelve a las montañas", se acuña otra vez un diálogo con espectros ya fugados de la memoria: la sombría grieta del Abra donde se encontraron los cuerpos de Jenny Köller y Elmo Catalán, la torturada sombra de Ana María Spaltro, guerrillera argentina, que en su ignota tumba cerca de Sacaba, ya jamás descansa. Tal vez estas páginas de Gustavo signifiquen un sosiego.
18/04/07
Publicado en Los Tiempos (Cochabamba), abril 2007
Publicado en Puño y Letra (Correo del Sur/Chuquisaca), 2007
Imagen: Estado Mayor del ELN
2 Comentarios
Es bueno saber más de Teoponte, saber que se ha recurrido a fuentes nuevas, quizás a todas las fuentes posibles. He leído sólo cosas al pasar, breves menciones en artículos generalistas sobre esa época. Sin embargo, creo necesario recobrar la memoria en plenitud, darles el sitial que tuvieron en su contexto, todo ese arrojo tierno de esos suicidas románticos, a veces hasta atarantados e infantiles ante la ferocidad sanguinaria de sus adversarios que no perdonaban a los soñadores. Por cierto que los revolucionarios estaban dispuestos a todo, y eso no los hacía potencialmente menos asesinos. En parte sucumbieron porque eran más débiles, menos apertrechados, porque sus ideas, razonadas y justas, no eran fáciles de entender para una masa acostumbrada al yugo oligárquico. Y los campesinos, pues es efectivo que casi siempre fueron un escudo de contención reaccionario. Lo veo acá, hasta el día de hoy, la huasería fascista, pobres y terratenientes, explotados y explotadores, todos alabando las ideas de extrema derecha, y lo percibimos también al analizar los acontecimientos de la Revolución Francesa. Los campesinos no querían sumarse al carro de los cambios, no veían para qué. Lo narra Georges Rudé, en La Revolución Francesa, y el mismo Stefan Zweig, en Fouché. Este último tuvo que darles una buenas nalgadas a la campesinada del norte francés para que espabilaran.
ResponderEliminarHay un diario de Néstor Paz, quizás lo encuentre ahora que digitalmente todo se hace posible, porque hasta el momento lo conozco como parte de la leyenda revolucionaria boliviana. Espero leerlo.
Creo que todas estas escaramuzas revolucionarias a lo largo y ancho de América debieran compendiarse en una gran obra ( por cierto que Galeano ha avanzado en varios de sus escritos, Benedetti en algunos artículos, y Luis Vitale en sus múltiples investigaciones históricas, cada uno de ellos abordó este tema, por sin alcanzar un sentido totalizador que permitiera entender para las nuevas generaciones, y para las que entonces fueron tontas, ciegas, sordas o mudas, la esencia cismática de toda esa época.
Muy buen artículo, estimado amigo. Un abrazo cordial.
Qué buen artículo. Saludos
ResponderEliminar