La apacheta de Alto Kellumani



A Carolina,

siempre



Dicen: el que busca, encuentra. Eso es verdad. Buscando, buscando, encontramos a la apacheta de Alto Kellumani.

La vida es infinita. Las montañas, también. Uno va y viene en su existencia. En las montañas, es igual. Sólo se trata de seguir el impulso, el latir, no rendirse. Vas labrando una huella. Tu vida, las montañas, lo mismo da. Sólo se trata de buscar y el que busca, encuentra, y esa, amigo, es la pura verdad.

La verdad: la apacheta de Alto Kellumani.



Estaba ahí, señalada. Estaba allí, presente, sólo si respirabas y abrías los ojos a su encanto. Estaba ahí, invicta, invencible, y se estará siempre.

El buscador viaja sin mapas: las coordenadas sólo las dicta su corazón. No tiene un plan. Sólo siente. Sigue esa pulsión, atiza, clama dentro suyo. Solo es cuestión de confiar: siempre te guía.

Vas y vienes, por la vida, por las montañas, a veces te pierdes, a veces te olvidas, pero si te empeñas y lo dejas a él, que vibra, labrar tu camino, el hallazgo siempre aparece, se revela, se enciende: he ahí la apacheta de Alto Kellumani, he aquí la vida.



Piedra sobre piedra: dime si no hay mejor manera de describir -de asumir- al destino.

Piedra sobre piedra, y de la tierra al cielo, dime si no hay mayor, mejor recompensa.

Piedra sobre piedra, y cuando todo es cerro, hay pasión, hay alborada, hay alegría.

Piedra sobre piedra, ¡ay, vida mía!, hay amor, no hay dolor…



Hay vida.



Pablo Cingolani

Laderas de Aruntaya, 3 de noviembre de 2021

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