¿Libros, libros, libros...?

Miguel Sánchez-Ostiz

Intento estos días trabajar en los libros que me traigo entre manos desde hace meses o semanas, pero hay algo que me deja en suspenso… empecé a escribir esos libros o a corregirlos antes de la invasión de Ucrania y de que estallase la guerra europea de facto con unas consecuencias imprevisibles que no pueden ser buenas. ¿De qué tratan mis libros? De nada que pueda ahora mismo interesar, me temo… ¿Una visión literaria de Valparaíso? ¿El tesoro de Juan Fernández? ¿Los muertos que guardo entre burlas y veras en el recuerdo? ¿Y eso a quién le importa, ahora que nuestras vidas, tal y como las hemos vivido, están en una cuerda floja que puede venirse abajo en cualquier momento? El otro día presenté en San Sebastián un libro y solo fue un periodista, algo que no sabe lo que le agradezco. ¿Qué me esperaba…? ¿Estamos para libros? ¿Para poemas? ¿Qué poemas? ¿Para qué estamos? Me hago esas preguntas al tiempo que no soy capaz de escribir otra cosa que comentarios marginales y comunes a las noticias de una calamidad inesperada. Está visto que calamidades como esta te ponen a prueba.

Me he acordado del poema Nocturno, de Rafael Alberti, de 1938

Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre

se escucha que transita solamente la rabia,

que en los tuétanos tiembla despabilado el odio

y en las médulas arde continua la venganza,

las palabras entonces no sirven: son palabras.

Balas. Balas.

Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,

humaredas perdidas, neblinas estampadas.

¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,

qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!

Balas. Balas.

Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,

lo desgraciado y muerto que tiene una garganta

cuando desde el abismo de su idioma quisiera

gritar lo que no puede por imposible, y calla.

Balas. Balas.

Siento esta noche heridas de muerte las palabras.

*** La imagen es de Paolo Ventura

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Publicado originalmente en el blog del autor, Vivir de buena gana (15/3/2022)