En una ocasión cuando se le preguntó a Sigmund Freud su opinión sobre el teléfono, este respondió que le parecía muy buen invento. Que gracias al teléfono podía comunicarse constantemente con su hija que vivía lejos. Por otro lado declaró que de no existir el teléfono, su hija no se habría mudado a una ciudad tan apartada y podrían estar juntos.
Hoy en día somos cinco mil millones de personas alrededor del mundo, quienes tenemos un teléfono celular.
El 71% de la población mundial.
Dos mil millones tenemos acceso a Internet.
Sin duda estos dos medios de comunicación nos han acercado más a aquellos lugares y personas, que en otras circunstancias no podríamos ni imaginar conocer. Por otro lado cabe preguntarnos si toda esta tecnología y comunicación virtual nos ha alejado de aquellos a quienes tenemos más cerca.
Yo tengo un cuadro mental muy fresco. Veo a una señora acurrucada sobre una silla, escribiendo con avidez sobre el teclado de su lap top. En la habitación de al lado un niño pequeño juega con su X box. El padre sobre la mesa del comedor ajusta sus facturas mientras responde su celular.
Atrás quedaron aquellos días en los que la familia pasaba la tarde viendo algún programa de concursos en la television, o jugaban algún juego de mesa compitiendo por fichas o semillas de frijol. Y pues bueno, es un cambio lógico viendo todos los adelantos que la tecnología nos ofrece. Es demasiada la tentación.
Es mucho mas divertido saltar y hacer piruetas para que el Kinect te introduzca de modo virtual a la pantalla, que hacerle al payaso en un parque o en un ambiente real; donde estarías rodeado de personas también reales, y no compañeros digitalizados.
A muchos los satisface el sexo virtual, conectarse con una chica a quien no conocen para desnudarse y realizar actos eróticos por cámara web. Sexo seguro sin ningún compromiso.
Hoy en día puedes mirar un centenar de películas porno en la intimidad de tu hogar, sin pagar un centavo, sin tener que ir a comprarlas o pararte en un puesto de revistas con cara de pena y pedir la Play Boy de este mes.
Hay personas que han desarrollado una fobia por el mundo de allá afuera, son gente que prefiere vivir encerrada en cuatro paredes, que salir a tomar una copa al bar del centro. ¿Qué necesidad hay de salir a la calle? Cuando en casa se tiene todo lo necesario. Una conexión a Internet, teléfono y tarjeta de crédito.
Mi departamento se encuentra separado al de mi familia apenas por unos cien metros. Sin embargo en lugar de hacernos visitas regulares, nos contentamos con una rápida llamada al celular para ver como estamos.
Recordaré siempre con tierna melancolía las noches en que jugábamos todos juntos a la matatena, a la lotería, o hacíamos muñequitos con pasta para sopa. Hoy invitar a mi hija o a mi sobrina a cualquiera de esas actividades, abandonando sus Ipod en algún rincón, seria someterlas a horas de aburrimiento y castigo.
Freud no estaba equivocado.
Hoy en día somos cinco mil millones de personas alrededor del mundo, quienes tenemos un teléfono celular.
El 71% de la población mundial.
Dos mil millones tenemos acceso a Internet.
Sin duda estos dos medios de comunicación nos han acercado más a aquellos lugares y personas, que en otras circunstancias no podríamos ni imaginar conocer. Por otro lado cabe preguntarnos si toda esta tecnología y comunicación virtual nos ha alejado de aquellos a quienes tenemos más cerca.
Yo tengo un cuadro mental muy fresco. Veo a una señora acurrucada sobre una silla, escribiendo con avidez sobre el teclado de su lap top. En la habitación de al lado un niño pequeño juega con su X box. El padre sobre la mesa del comedor ajusta sus facturas mientras responde su celular.
Atrás quedaron aquellos días en los que la familia pasaba la tarde viendo algún programa de concursos en la television, o jugaban algún juego de mesa compitiendo por fichas o semillas de frijol. Y pues bueno, es un cambio lógico viendo todos los adelantos que la tecnología nos ofrece. Es demasiada la tentación.
Es mucho mas divertido saltar y hacer piruetas para que el Kinect te introduzca de modo virtual a la pantalla, que hacerle al payaso en un parque o en un ambiente real; donde estarías rodeado de personas también reales, y no compañeros digitalizados.
A muchos los satisface el sexo virtual, conectarse con una chica a quien no conocen para desnudarse y realizar actos eróticos por cámara web. Sexo seguro sin ningún compromiso.
Hoy en día puedes mirar un centenar de películas porno en la intimidad de tu hogar, sin pagar un centavo, sin tener que ir a comprarlas o pararte en un puesto de revistas con cara de pena y pedir la Play Boy de este mes.
Hay personas que han desarrollado una fobia por el mundo de allá afuera, son gente que prefiere vivir encerrada en cuatro paredes, que salir a tomar una copa al bar del centro. ¿Qué necesidad hay de salir a la calle? Cuando en casa se tiene todo lo necesario. Una conexión a Internet, teléfono y tarjeta de crédito.
Mi departamento se encuentra separado al de mi familia apenas por unos cien metros. Sin embargo en lugar de hacernos visitas regulares, nos contentamos con una rápida llamada al celular para ver como estamos.
Recordaré siempre con tierna melancolía las noches en que jugábamos todos juntos a la matatena, a la lotería, o hacíamos muñequitos con pasta para sopa. Hoy invitar a mi hija o a mi sobrina a cualquiera de esas actividades, abandonando sus Ipod en algún rincón, seria someterlas a horas de aburrimiento y castigo.
Freud no estaba equivocado.
6 Comentarios
Aun estando de acuerdo contigo, querida amiga Lilymeth, en que esta sociedad se ha deshumanizado, entiendo sin embargo que este que tú cuentas no es sino un paso más en un camino inevitable.
ResponderEliminarAntes de las consolas y los ordenadores portátiles estaba la tv. Su poder alienante fye tal que se le llamó la caja tonta, porque toda la familia dejaba de hablar, leer o jugar para estar atentos a los programas. Es más, prácticamente la comida no sabía igual si no se almorzaba o cenaba frente al televisor encendido.
Antes del televisor estaba la radio. Y cuando ésta apareció, se la tachó de lo mismo. La familia no hablaba, sólo se reunía alrededor de ella para pasar las veladas. La imagen típica era la madre haciendo labores de costura, el padre leyendo la prensa y los niños desparramados por la habitación, jugando. Pero al igual que hoy, cada uno a su bola aunque, eso sí, en el mismo cuarto.
Antes de la radio -mucho antes y durante mucho tiempo- estuvo la hoguera o el fuego del hogar, alrededor del que se reunía la familia para contar cómo había ido el día o inventarse cuentos fabulosos con los que distraerse.
La tecnología ni es buena ni mala. Lo perverso es cuando la queremos usar de sustitutivo. No podemos criticar a los niños que están jugando o viendo tv en su cuarto a solas si de pequeños, para que no molesten, les enchufamos a la televisión o los vídeos para que nos dejen hacer las cosas.
No podemos demonizar al ordenador portátil si es la manera que esa mujer tiene de contactar un rato con otra persona que lee atentamente lo que a ella le pasa en vez de recibir el "Ujú" con que le contesta su familia cuando ella trata de hacerles partícipes de su dia a día.
Yo fui un niño afortunado en ese aspecto. Crecí con la tele, sí, pero también lo hice con los juegos de mesa para la familia o jugando en el jardín de mi casa imaginado que un palo de escoba era la escopeta de Daniel Boom o que unas piedrecitas en fila era el ejército de indios que atacaban el Fuerte Apache.
Un gran abrazo, Lilymeth
Lilymeth, expones de manera magistral la situación familiar actual: individuos independientes que se entretienen de forma independiente y se reúnen raramente para celebrar algo. Así es, así lo percibo yo también. Los cambios nos hacen cambiar, como es lógico. Vamos en el mismo barco y si ésta va a la deriva nosotros con él. Y, nos guste o no, las familias ya no son lo que eran. Yo, que soy mayor que vosotros, recuerdo con emoción aquellas reuniones en casa de mis abuelos, en torno al fuego de la cocina. Dos enormes escaños, uno a cada lado y sillas bajitas frente al fuego para que todos tuvieran su sitio. Los niños correteábamos por allí, porque las reuniones eran con motivo de las matanzas u otro tipo de fiestas que reunía a hijos, sobrinos, primos, hermanos. Era muy hermoso todo aquello. Lamentablemente, yo no he podido ofrecerle a mi única hija aquellas experiencias que me aportaron tanto. Yo veía que a mis abuelos se le dejaba un sitio preferente, se le servían las mejores tajadas y los demás acataban con reverencia aquellos gestos.
ResponderEliminarTal vez está desbarrando como suele ocurrir, por tanto voy a dejarlo aquí.
Sin duda amigos, algo tenían aquellas formas de vida que se echan tanto de menos.
Un abrazo a los dos.
El hilo se cortó en nuestra generación, Lilymeth. Quizás un poco antes, lentamente, hasta acelerar su rotura en la última década. Sabemos que las bibliotecas se llenarán de mucho más polvo que antes. Los libros digitales carecen del romance aromático y crujiente de las hojas de un libro de papel, pero resultan funcionales para quien necesita responder una pregunta de cuestionario, u ostentar sapiencia gracias a un fragmento leído, o porque fue la única posibilidad de conseguir aquel libro tan caro y tan raro y tan difícil de encontrar en el mundo físico.
ResponderEliminarPero las cosas son así. Dostoievski no pudo con Mario Bros.
Muy sólido. Lilymeth. Sigues respirando tu tiempo como muy pocos lo logran hacer.
Un abrazo.
No hace mucho visité la casa donde me crié y antes de entrar miré con mucha nostalgia el patio de mi vecina, que entonces era mi cuñada. Ahí jugamos a las bolitas, a la rayuela, a la mancha y las escondidas. Una superficie de tierra lisa y llana era el escenario de todas nuestras tardes, acudíamos todos los niños de la cuadra y al terminar la mamá nos servía una buena taza de chocolate caliente o arroz con leche.. Hoy los chicos del barrio ni se conocen, mis sobrinos que habitan la que fuera mi casa se recrean con el canal de dibujos de 24 horas.. En su caso no abunda la tecnología porque están limitados los recursos pero sí falta el tiempo de papá y mamá que tienen muchos compromisos y demasiado trabajo. Supongo que lo mismo ocurre con los de muchos chicos de la manzana. Creo que se perdieron muchas cosas porque cada vez hacen falta más...
ResponderEliminarNo sobra la tecnología, falta tiempo. Cuando voy de visita saco a los chicos a la plaza a saludar a los árboles y perseguir hormigas.. Les gusta más que ir a los juegos en red.
Un gusto leerte! Saludos!
De dulce y de agraz, podría resumir esta experiencia tecnológica de los últimos quince años. Ciertamente que se rompieron los lazos generacionales, surgió el mutismo intrafamiliar, los búnkeres dentro de las casas, reforzamos nuestro individualismo, los hijos se rieron burlonamente de los consejos de sus padres, porque tenían simultáneamente cientos y hasta miles de padres virtuales putativos reconduciendo sus vidas, nuestras vidas. No estoy ajeno a eso ni podría lanzar la primera piedra. Me siento increíblemente culpable por haber ocupado tanto tiempo conectado, hablando por teléfono, viendo noticias, películas, documentales, mientras mis niños crecían jugando solos y cada vez más ensimismados.
ResponderEliminarPero por otro lado, también pudimos conocer y comprobar muchas cosas. Como que hay personas muy parecidas a nosotros en distintas partes del mundo, que esta soledad existencial no era tanta, que podemos querer y admirar a otras personas a través de la huella emotiva de sus palabras y voces.
También pudimos comprobar que los gobiernos y sus rufiancillos son casi iguales en todos lados, que no son solemnes, circunspectos y todopoderosos, sino más bien ladinos, corruptos y narcisos, y que en lugar de construir mejoras sustantivas e igualitarias malgastan casi todo su tiempo en manipular a sus rebaños.
Me mueve un ánimo regresivo al respecto, y sé que es una contradicción porque soy de las que más utiliza la tecnología. Prefiero o más bien preferiría las interminables conversaciones de sobremesa a la manera antigua, que el shhh con que nos callan los que se levantan apenas terminado su plato para proseguir conectados, o viendo realities televisivos.
ResponderEliminarUn texto muy necesario, Lilymeth. Abrazos.