Esta mañana llamé a mi amiga Presen que reside en Valencia para hablar un ratito. Mi amiga es de esas amigas de la infancia. Nos conocemos desde que teníamos trece años cuando hacíamos nuestros estudios de Bachillerato. Ella se casó con un valenciano que la ha tenido pirrada toda la vida, que la ha tenido perdidamente enamorada, aún sin merecerlo, según me ha ido contando su vida a lo largo de los años. Mi amiga tiene dos hijos, uno en paro, casado y con una niñita de corta edad. El otro, pese a estar en posesión de un título universitario tiene trabajos precarios y uno y otro son ayudados por sus padres. Como hacen miles de padres españoles, ahorradores ellos, que pueden permitirse el lujo de, aún con no excesivos recursos, haber reunido lo suficiente para poder ayudar a esta generación de desahuciados del mundo laboral y desesperados. Mi amiga, por suerte, tiene suficiente economía como para poder afrontar la situación de sus hijos y sobrarle. Su marido ganó mucho dinero y hoy tienen varias propiedades que les reportan pingües beneficios.
Precisamente, hablábamos de todo esto esta misma mañana. Gracias a la solidaridad de las familias españolas muchas parejas jóvenes y con hijos pueden no morir de hambre gracias a los ahorros de sus padres. Gracias a ello, creo, los españoles no se echan a la calle para acabar con sus gobernantes.
A lo largo de nuestra larga conversación fueron saliendo cosas de nuestras vidas, anécdotas que nos hicieron reír como cuando ellos, por no ser menos que sus amigos Juan y Juanita se compraron una caravana para hacer turismo por los Campins de España. Mi amiga vive en un lujoso piso en Valencia inmerso en una urbanización privada que cuenta con piscinas, canchas de tenis, spa, hermosos jardines, salas de juegos y hasta restaurantes y peluquerías. Mi amiga, además, tiene una casa en las afueras de Valencia, izada sobre una pequeña montaña rodeada de vegetación. También tienen piscina privada y jacuzzi. Y, porque no podía faltar, también tienen un apartamento en la playa de Gandía a pocos metros del mar. Lo tenían todo pero les apetecía una caravana.
Y hete aquí que se embarcaron en el primer viaje con sus amigos Juan y Juanita con sus caravanas respectivas. Eligieron un día cualquiera que, mira tú por dónde, amaneció nublado y lluvioso. Pensaron que la cosa se aclararía pero, a medida que avanzaban al destino elegido la lluvia se iba haciendo más torrencial al tiempo que la aderezaba un fuerte vendaval.
Llegaron por fin al camping. Nadie por ningún lado. Las únicas caravanas estaban cerradas a cal y canto y no se veía ni oía más que los agitados árboles y el viento cada vez más amenazador. Decidieron quedarse dentro de la caravana y allí comenzó su calvario. Me contaba mi amiga, acostumbrada a los grandes espacios de sus casas, que daba un paso y la esquina de la minúscula mesita se incrustó en su rodilla. Un enorme moratón decoró la parte afectada. Al incorporarse tras mitigarse el dolor, su cabeza chocó violentamente contra el armarito donde guardaba los platos. Al intentar salir a la calle para respirar un poco de aire fresco pues, me decía, le faltaba el aire, al abrir la puerta, la fuerza del viento la cerró de repente y le trizó el dedo pulgar de la mano derecha. Volvió al interior para decirle a su marido que no quería saber nada de la caravana, que la vendiera inmediatamente, que desistía de la experiencia.
Cuando me contaba todas estas peripecias hace algunos años, la embargaba la rabia y la desesperación. Culpaba a su marido de lo caprichoso que era y de que nunca le hacía caso. Hoy nos hemos vuelto a reír. Aquello se quedó para el recuerdo. Hoy lucha, como tantas otras mujeres, contra un cáncer de mama.
5 Comentarios
Qué gusto leerla sra. Concha. Muy buena historia, una tierna y divertida evocación.
ResponderEliminarDivetidísima evocación, mi querida Concha.
ResponderEliminarRecordar momentos compartidos, o los momentos relevantes de quienes queremos, nos aporta nueva vida, nuevas alegrías, como una interminable recreación risueña y luminosa de lo mejor de la vida.
Un fuerte abrazo.
Qué pasó con vuestros jóvenes, Concha. Qué pasó con España. Qué fue lo que se hizo tan mal para que hoy tener trabajo sea un lujo de tan pocos.
ResponderEliminarAlegría en medio de una crisis colectiva.
Saludos
Ya me imagino lo que se habrán divertido al recordar las peripecia de tan curiosa empresa. Qué locura de viaje, no es para cualquiera. Tu relato resulta encantador y me hizo reir.
ResponderEliminarSe te extrañaba por estos lados! Abrazos.
Divertida historia la que narra, aunque me temo que no tanto como la que oyó en vivo y directo. Nada más lindo que un rato con los amigos y recordar historias del ayer.
ResponderEliminar