Olerte es tan feliz suceso, que vuelvo a ver los muelles que se alargan, las naves que zarpan, las cicatrices brillando al sol, los truenos que raspan tu búsqueda
Las islas donde abundabas se colmaron de gritos, de aleluyas, de juramentos, de aguijones. Alguien se suicidó en una albufera. En su memoria, un faro se construyó donde no hubo morada
Cada quien te imaginaba a su modo. Alegre, tenaz, un plato de vértigo. Cada cual te elevaba su altar, potente y sin sed, capaz de iluminar pagodas y derrumbar murallas
Un día, dimos a comer oro y alacranes y dejaste de sabernos tesoro y virtud. Pero eres tan bella, tan fugaz, deliciosa cosa, que ni por cien vestidos de carmín y seda te cambiaría, ni por cien barcos de acero de Prusia, menos por cien castillos
Tomo un puñado de tu molienda, te huelo en mi mano abierta y siento a Ormuz, a Adén, al Darién, electrizándome, mil doncellas que bailan, mil elefantes de gala, mil serpientes de picor, un imperio placentero y sabroso, una comarca donde la nariz es rey, empecinándote, una mariposa cargada de entusiasmo y de vida, aterciopelando entrañas, inyectando fervor, resucitándome
Bandera de tiempos idos, extraños destinos, alboradas, olerte es tan feliz suceso, que te sueño, dándole al mundo otro rostro que la aciaga faz del que roe basura y hez, el semblante del que ha perdido la fe y abolido la arena
Pablo Cingolani
Río Abajo, 29 de enero de 2012
3 Comentarios
Fantástico, este y el otro, todos! Sin palabras, ud ya empleó las necesarias.
ResponderEliminaruna oración del camino, bello
ResponderEliminarHermoso, tan lindo que asombra el tema, pero da cuenta de la sensibilidad puesta al orden de lo simplemente bello.
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