Siria era la tierra de mi padre.
Siria es la que, en 1982, cuando el padre del actual presidente masacró inmisericorde a los pueblo de Hama y Deera, decidió que no podía hacer esa absurda y cruel guerra sin mi y me reclamó militarmente para que acudiera allí a matar o morir por una patria desconocida para mis ojos y lejana en mi corazón.
Siria es la que, cuando me negué a ser un borrego entre borregos, a vestir un uniforme y a portar un arma con la que defender lo indefendible, el poder de Hafez al Assad, me declaró prófugo militar, me retiró el pasaporte y me mandó al limbo administrativo de los apátridas donde me encuentro desde entonces.
Siria es la que, ahora, siente que el límite ya se cruzó y que la hora de los dictadores, de las dinastías republicanas hereditarias finalizó, y que -aunque a lo lejos- se oyen trompetas que llaman a la libertad. Una libertad a lo árabe; una libertad que cuando llegue -porque llegará- occidente ni comprenderá ni aceptará, e incluso temerá, porque siempre se teme lo diferente.
Siria es ahora un gran campo de batalla. Un campo de batalla que está convirtiendo al país de mis mayores en el mayor cementerio de la zona. En un gran campo de batalla donde se demuestra una vez más que la ONU no es sino un organismo absolutamente inútil desde el momento en que los más poderosos -Francia, los EE.UU, Rusia, China y el Reino Unido- tiene permanentemente derecho a veto y éste lo utilizan a discreción como protección de sus intereses económicos y geopolíticos sin tener en cuenta que, con ese veto, matan a miles, a millones de personas en suma, con la misma culpabilidad y contundencia del que apunta y dispara el arma asesina.
Siria es también un buen negocio.
Lo es al menos en la actualidad para países como China o Rusia, que saltándose los embargos económicos, políticos, de tecnología o de armas, venden éstas a un país que las necesita para reinstaurar la paz entre su pueblo; la paz de los cementerios, sin duda. Y lo será para sus empresas, que esperan pacientemente a que la destrucción de infraestructuras sea cada vez mayor para, como agradecimiento a que sus países les vendieran las armas y la tecnología suficiente para destruirlas, les encarguen a ellas la tarea costosísima y bien pagada de reconstruirlas,
Hafez el Asasd, el padre del actual presidente, mató al menos a 10.000 sirios en 1982 para acabar con la revuelta que amenazaba con derrocarlo. A él, que llegó al poder en 1970 a través de un golpe de estado, y eso no lo iba a permitir.
Basshar al Assafd, su hijo, el actual presidente de Siria, sólo lleva unos 5.000 muertos de momento. Pero parece que estos últimos días se ha aplicado para, como buen hijo, superar las marcas de su padre.
Yo seguiré siendo un apátrida de mierda. Me seguirán mirando raro en los controles de documentos. Seguiré sin poder viajar a muchos sitios (prácticamente a ninguno), pero al menos puedo decir que lo soy porque me negué a ser cómplice de esa sinrazón y me negué a colaborar económicamente con ellos cuando me insinuaron que mi situación se podría arreglar si donaba 6.000 US Dolar de 1982.
Basshar aún matará a miles y miles de sirios, pero jamás podrá acabar con Siria.
Y Siria será feroz en su venganza.
Imagen: Familia Assad en 1969/1970. El actual presidente está justo a la sombra de su padre...como ahora.
Imagen: Familia Assad en 1969/1970. El actual presidente está justo a la sombra de su padre...como ahora.
3 Comentarios
Tienes las manos limpias mi amigo, y amas a tu pueblo, un pueblo que se cobrará de tanta tiranía, de tanto desprecio por la vida de los ciudadanos.
ResponderEliminarLa mecha ya se encendió y ninguna potencia podrá detener completamente la acción de un pueblo hambriento de libertad.
¿Qué está pasando en Siria amigo mío?¿Cómo se puede detener esta masacre?
ResponderEliminarUsted dice muy bien que todas esas grandes instituciones para garantizar la paz no sirven finalmente para nada.
Hoy es difícil aceptar que un gobierno se declare socialista, de izquierdas, antiimperialista, panárabe, y que al mismo tiempo carezca de todo escrúpulo para masacrar a su propio pueblo. ¿Cuáles son los intereses tan grandes que tiene Rusia y China allí para seguir apoyando a ese régimen? ¿Con qué moral se pararán ante la historia después de defender con tanto ahínco a un régimen asesino? Usted debe entender esto mucho mejor que cualquiera de nosotros. Siria parece un botín suculento para moros y cristianos, pero no sabemos exactamente por qué.
ResponderEliminarSaludos señor Chamali.