Murray

JESÚS CHAMALI -.


Hice el esfuerzo de abrir los ojos cuando me enfocaron con la luz de la linterna en la cara al tiempo que una voz autoritaria me preguntaba mi nombre.


-Murray, me llamo Murray- contesté con la voz espesa y la lengua pesada por las cervezas que llevaba bebidas. ¿Cuántas fueron? ¡Y yo qué sé!

- ¿Es que no ves que soy Murray? -pregunté.

¿Lo oye usted agente? lleva así dos horas y no logro que se vaya.

Volví a entreabrir los ojos y miré al quejica del barman.

¡Que me fuera, pero cómo que me fuera! ¡Nadie echa a Murray! Murray era un líder, un triunfador, se iría cuando quisiera y con quién quisiera...


-¡Qué soy Murray, joder!- acerté a balbucear una vez más mientras trataba de soltarme de las manos del polizonte.

En ese momento entró otro policía justo a tiempo para escuchar mi declaración.

¿Eres Murray? -preguntó- ¿El mismo Murray del viejo Bukowski?

Abrí los ojos extrañado. ¡Un madero que leía poesía y además que conocía al Gran Bukowski!

Asentí en silencio. Él me miró como quien mira a un bicho raro. La verdad es que yo no vestía como Murray.

No.

La verdad es que nunca fui Murray.

No.

Pero esta noche la desesperación, la soledad y las cervezas me ayudaron a creer que, tal vez por una noche, lo pudiera ser.

El poli se sentó a mi lado, pidió dos cervezas y ambos bebimos en silencio.

Cuando las acabamos pidió otras dos más.

Luego me dijo "amigo la suerte no era una dama".

Los dos nos miramos y yo comprendí que él tampoco pudo ser nunca Murray.

En el sillón de atrás del coche patrulla veía las calles de la ciudad acharoladas por la lluvia y las brumas del alcohol.

Pero al menos alguien más sabía que aunque yo no era Murray, tal vez merecía serlo.


(Inspirado en el personaje de "La suerte no era una dama", de Charles Bukowski)

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5 Comentarios

  1. Lo que hace el alcohol. Divertido.

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  2. La vida, las emociones, las letras, las circunstancias, todo se intertextualiza y ya no sabemos a ciencia cierta quienes somos.

    Buen relato


    Un abrazo amigo mío

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  3. Leí por primera vez a C. Bukowski cuando tenía treinta y tantos años. Fue una época dura para mí en lo personal. Una época de desencuentros en mi vida exterior y en mi mundo interior.
    Nada estaba en su sitio. No entendía nada. Me sentía invisible, transparente, injustamente ignorado a pesar de mis méritos intelectuales.
    Un fracasado.
    Y entonces cayó en mis manos en un mercadillo de segunda mano un poemario de Bukowski, y dentro de él, "La suerte no era un dama".
    Fue como una revelación.
    Entendí que aunque yo fuera ese pobre personaje que decía hermosas palabras y que fuera más listo, más útil, más...casi todo, siempre habría un Murray perfectamente inútil pero elegante y guapo que se llevaría a todas las chicas de que me gustaban dejándome a mi sólo ante mi frustración y la fea cara del barman.
    Si no han leído el poema, les recomiendo que inviertan unos pocos minutos que que lo hagan.

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  4. LA SUERTE NO ERA UNA DAMA


    Cuando era la mitad de viejo, me sentaba
    en los bares, me hundía ahí
    hasta las orejas
    pensando que algo me iba a pasar,
    quiero decir, con las mujeres:

    "Hey, nena, escúchame, la costa dorada
    llora por tu belleza..."
    o algo así.

    Sus cabezas nunca daban vuelta, miraban
    adelante, derecho hacia adelante,
    aburridas.

    "Hey nena, escúchame, soy un genio
    ja, ja, ja"

    Silenciosas ante el espejo de un bar, esas
    mágicas criaturas, esas sirenas secretas,
    de piernas largas, vestidos ajustados,
    tacos altos, aros, bocas de
    frutilla, se sentaban ahí, se sentaban ahí,
    se sentaban ahí.

    Una de ellas me dijo: "me aburrís"
    "No nena, lo que pasa es que
    no lo entendiste"
    "bah, callate"

    Entonces llegaba algún Dandy, algún tipo
    pulcro, de traje, bigote, corbata.
    Era flaco, luminoso, delicado,
    tan canchero
    y las damas lo llamaban
    por su nombre: "¡Oh Murray, Murray!"
    o algo así.

    "¡Hola chicas!"

    Yo sabía que le pasaba el trapo
    a cualquiera de esos boludos,
    pero no importaba mucho en el orden
    de las cosas,
    las damas se juntaban alrededor de Murray
    (o algo así) y yo seguía pidiendo tragos,
    compartiendo la música con ellas
    y escuchando la risa desde afuera.

    Me preguntaba que cosas maravillosas
    me estaba perdiendo, el secreto de la
    magia, algo que sólo ellas conocían,
    y me sentía de nuevo el idiota en el
    patio de la escuela -
    a veces un hombre nunca
    sale de ahí,
    todos pueden ver la marca.

    Así que
    yo estaba aparte,
    "soy la cara perdida de
    Jano", decía en medio de algún
    silencio momentáneo
    por supuesto, para ser
    ignorado.

    Ellas se subían a
    los autos
    fumando
    riendo
    y finalmente se iban hacia
    alguna victoria
    consumada,
    abandonándome a mis tragos
    sólo yo
    sentado ahí
    la cara del mozo cerca de
    la mía:
    "¡YA CERRAMOS!
    Su gorda e indiferente cara
    barata bajo la luz
    barata.

    Yo tomaba mi último trago
    salía hacia mi viejo auto
    aguantándome
    subía
    manejaba siempre con mucho cuidado
    hasta mi habitación
    alquilada.

    Recordaba el patio de la escuela
    otra vez,
    el recreo,
    me elegían último para
    el partido de fútbol,
    el mismo sol brillando sobre mí
    y sobre ellos,
    pero ahora era de noche y
    casi toda la gente del mundo
    estaba con alguien,
    un cigarrillo colgaba de mis labios
    y escuchaba el ruido
    del motor

    Charles Bukowski

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  5. Quien querría ser Murray. Nunca las quise a todas. me bastaba con la mejor.

    Con Bukowski empecé tardíamente. La senda del perdedor fue mi primer hallazgo. Quedé extasiado. Algo o mucho de él se adhiere para siempre a uno como persona y creador. Algo bueno sin duda, algo que otros escritores non tienen.

    Es un buen humorista y un reputo cabrón cuyos dramas los pasa mucho mejor con un buen trago.

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