Escribo esta entrada desde la calle, sentado en un banco bajo un árbol recién podado, en una alameda muy céntrica de mi ciudad. Hoy el cielo amenaza lluvia pero francamente, me da igual.
Necesitaba salir de mi casa.
Necesitaba ir a la calle. Es más, necesito sentarme en esta zona, una de las más privilegiadas de la ciudad, esta zona donde una vez, hace ya quince años, tuve abierta una tienda de calzado, y mirar de nuevo a esta gente. Observar una vez más sus caras, sus gestos, sus ropas, sus andares... Porque no puedo creer que ellos y yo vivamos la misma realidad.
Y es que me resulta increíble que ellos, tan monos, tan cools, tan bien vestidos y conjuntados, tan elitistas, puedan vivir en el mismo lugar en el que viven los niños canarios de entre 3 y 14 años que, según las noticias, se están desmayando en las escuelas por estar malnutridos.
Y cuando veo sus zapatos de más de 250 euros (créanme, sé de lo que hablo) o sus bolsos de idéntico o superior precio, cuando veo sus trajes de boutiques, que pueden costar 400 euros, o sus polos de marca, de 160 euros, y cuando miro en las estadísticas que no para de subir el número de personas que acuden a los comedores sociales o el de las que necesitan ayuda para poder pagar los suministros de agua o luz, o el de las que se contentan con comer una vez al día y con tomar un café o un té el resto de las veces, me cuesta creer que de verdad esas dos partes de la sociedad canaria sólo estén separadas por unas decenas de metros si hablamos de fronteras físicas, pero por una frontera invisible aunque insalvable que es la del clasismo social.
Hoy he necesitado empaparme de esa otra realidad. De la que viven "los otros", los que pueden tomar despreocupadamente el aperitivo en un jamonal, ante un buen whisky de 20 años o un vino de reserva; los que jamás llevan efectivo -salvo billetes de 500 euros, por aquello del blanqueo, ya saben- sino tarjetas oro y platino; los que cuando hablan de "crisis", hablan en realidad de oportunidad para hacer más negocios y ser ellos más y más ricos.
La otra realidad, la mía, la de la gente que no llega a fin de mes (ni a mitad de mes), la de los que no escapan de la pobreza ni teniendo un trabajo, porque éstos cada vez son peores y están peor retribuidos, la de los que sólo pueden soñar con una lotería premiada para huir de esa pobreza, esa realidad la conozco tan íntimamente que sólo con que me asome a mi ventana y mire hacia cualquiera de mis vecinos, tengo un perfecto ejemplo de ello.
11 Comentarios
Muy bien plasmada la realidad del lado de la pobreza. Lo constato cada día. Los niños de mi cole, son lindos, los adoro. Les ha tocado vivir la parte dura de esta crisis. ya sabes: los pobres son más pobres y los ricos más ricos. Para pagar el comedor escolar, con unas cuotas irrisorias, para esos otros, nosotros tenemos que buscar ayuda social en muchos casos... hasta lograr comprar los libros de texto es un calvario para las familias. Jo..r! cuanta injusticia.
ResponderEliminarBien por remover las conciencias querido amigo.
Hay un profundo abismo entre estos dos mundos, amigo Jesús. Un abismo que ya existía, que se ha profundizado a lo largo de siglos, pero que hoy es insostenible, intolerable.
ResponderEliminarNo veo una readecuación tan fácil como en otras épocas de crisis. Hoy las contradicciones se volvieron incendiarias.
Incluso la prensa manipulada ya no puede esconder del todo lo que es evidente en casi todos lados.
Un abrazo fuerte amigo.
Excelente descripción de la realidad tan dual que vive el mundo, tan dual que duele aunque poco pueda hacerse.
ResponderEliminarCuando escucho en algún programa de la tele que un bolso de Lo..we cuesta seis mil euros, me parece un insulto a la gente que pasa hambre. Intolerable sin lugar a dudas. Has puesto el dedo en la llaga, amigo.
ResponderEliminarToda forma de lujo es una provocación, es refregarle en el rostro un hueso enorme a los perros que se mueren de hambre.
ResponderEliminarMi querido Jesús. Siento el rebullir de tu sangre como si fuera la mía propia. Esos dos mundos de los que hablan están ahí, en cualquier rincón para burla y escarnio. Para dejarnos anonadados hasta no poder más. Un abrazo amigo.
ResponderEliminarEs el gran mal argentino. Sólo que aquí nadie se pone de acuerdo respecto a las causas. Se ataca al gobierno actual como si fuese en engendrador de todos los males, y se exculpa a los grandes responsables oligárquicos que mueven los hilos a través del imperio Clarín.
ResponderEliminarSaludos Jesús
Cuando me senté en la alameda en cuestión con mi pluma y mi cuaderno donde escribo los borradores a ver pasar a la gente que vive en esa zona, San Bernardo-Triana, no podía quitarme de la cabeza a esos niños que se desmayaban en las escuelas por malnutrición.
ResponderEliminarSé que no son todos los niños ni ocurre en todas las escuelas. Pasa a más niños en las escuelas de barrios deprimidos socialmente y estoy seguro que ni pasa nunca en colegios como el Claret -donde hace cuarenta años estudié yo mismo-, los Jesuitas, las Teresianas, el Bálmes u otros de ese corte donde entrar cuesta y mantener dentro a los hijos, cuesta mucho más.
Pensaba en Encarna Morín y sus niños, como ella los llama. Pensaba en su colegio, que a veces más que colegio es un centro de ayuda social y en cómo se las ingeniaba ella y sus profesores para hacer de la necesidad virtud. Y ese pensamiento chocaba de frente con la visión de aquella manera de vivir tan -para mi- insultantemente ofensiva en estos momentos.
Los otros nunca seremos nosotros, la poca capacidad de empatía de las clases pudientes abre brechas infinitas entre uno y otro.
ResponderEliminarMuy bueno, saludos.
Lo hablaba con mi padre y llegábamos a la simple pregunta de por qué si somos tantos los que estamos abajo, digamos un 99% de la población mundial, permitimos que un 1% se quede con todo y nos imponga leyes y gobiernos y doctrinas morales y religiosas.
ResponderEliminarBastaría que por una sola vez la mayoría rugiera y el mundo cambiaría a nuestro favor para siempre.
De trinchera. Lo vuelvo a leer y me gusta el doble. Me agrada que las letras sirvan para despertar conciencias y convocar al frente.
ResponderEliminarMuy bueno, Chamali