JESÚS CHAMALI -.
Terminó el café de un solo sorbo, limpió con un gesto distraído las migajas de bizcocho del mantel de hule que cubría la mesa y dando un suspiro se levantó. Aunque aquella iba a ser sin duda su última comida, unos bizcochos y un café aguachirlado, no tenía por ello sentimientos de ira, de rencor, o de lástima por sí mismo. Hacía tiempo ya que se sentía tan solo y vacío que era incapaz de albergar sentimiento alguno. Simplemente las cosas eran así, y así las tomaba.
Se duchó y luego se afeitó con esmero. Estaba vistiéndose cuando la casa se quedó de repente a oscuras. Ni siquiera pensó en la posibilidad de que fuera una avería. Sabía perfectamente que le habían suspendido el suministro por falta de pago.
Suspirando, encendió la vela que tenía preparada en previsión de que eso ocurriera. Así, a la mortecina luz de la vela, se miró por última vez en el espejo del baño. Su imagen ganaba o perdía intensidad según se avivara más o menos la llama de la vela.
-¡Parezco un alma en pena!- se dijo susurrando, como si tuviera miedo de que la figura del espejo se enojara con él por ese comentario.
Comprobó por el cuello de la camisa cuánto se notaba lo que había adelgazado en los últimos meses. El pantalón también se le fruncía en el culo y a los lados apretado por el cinto, al que hizo el último agujero con un clavo contra el suelo de la cocina. Parecía que la ropa no fuera suya, que fuera prestada, aunque era la misma que llevaba poniéndose los últimos cinco años, cuando se compró la última prenda de vestir.
Con la mirada fija en sus ojos hundidos se dijo de nuevo susurrando:
-¡Hoy es el día amigo! Ya llegó el final.
Cogió los dos sobres que había en la mesa, se los guardó en el bolsillo de la chaqueta y se giró en redondo para ver la que había sido su casa en los últimos años. Quiso comprobar que todo quedaba limpio y ordenado. Le espeluznaba la idea de que cuando todo aquello pasara y entraran en su casa, la vieran desastrada y sucia. Su vida había sido una vida ordenada y pulcra, no veía ninguna razón para que no lo fuera en este momento.
Al salir hizo el ademán de apagar la luz sin darse cuenta de que no había ninguna luz que apagar. Aquello lo desconcertó un poco, pero luego, mirando hacía la vela que ya ardía en sus últimos centímetros, se encogió de hombros y dejó que ésta se apagara por sí misma mientras salía cerrando la puerta casi en silencio, como si no quisiera llamar la atención de nadie sobre su partida.
-Total -pensó- ya se armará revuelo después, y al fin y al cabo, a mi siempre me ha gustado la discreción.
Lo último que vio cuando se volvió antes de girar la esquina fue el viejo álamo y el banco donde solía sentarse, en el parquecito frente a su casa, ahora solitario y lleno de rocío.
-No es un mal recuerdo para llevarme - pensó.
Y caminó decidido hasta adentrase en la noche como una sombra más.
10 Comentarios
Cómo puede un hombre creer que puede escapar, que un álamo viejo será su único recuerdo. Sería tan fácil si fuera así.
ResponderEliminarBuena historia.
Saludos
¡Qué relato más triste y melancólico, pero a la vez, más hermoso y lleno de poesía!
ResponderEliminarMe encanta ese final abierto que, a pesar de que durante todo el relato parece insinuar un suicidio, al final, con ese andar decidido con el que el personaje se sumerge en las sombras, deja la posibilidad de que sea ése u otro el final que cada lector quiera poner.
En estos momentos de crisis mundial me parece un relato oportuno y descarnado.
Me ha emocionado!!
Carla Martín Morales.
Genial Sr Chamali. Me ha puesto la piel de gallina y lágrimas en los ojos. ¿Quién sabe si casos como los que usted relata están ocurriendo realmente a nuestro alrededor y no los vemos?
ResponderEliminarRelato sutil, impecable, de múltiples lecturas. Dejó la vela encendida y se perdió en la noche.
ResponderEliminarFascinante en la forma. Triste en lo que expresa.
Un abrazo amigo Jesús.
Sobrecogedor... nos has puesto en la piel del personaje, amigo Jesús. Un abrazo.
ResponderEliminarSobrecogedor... nos has puesto en la piel del personaje, amigo Jesús. Un abrazo.
ResponderEliminarHay algo que no entiendo y que me gustaría que el autor me explicara. ¿El personaje está enfermo o desesperado por la crisis? Porque a mi ambas versiones me parecen posibles. Y por último, se marcha de su casa, se suicida, qué le ocurre en definitiva?
ResponderEliminarLa historia me gustó, pero me dejó desconcertado.
Pedro Ardillo
Poesía del misterio y el desencanto.
ResponderEliminarNotable.
Ante todo, gracias por la acogida que han dispensado a este relato.
ResponderEliminarQuiero señalar que, estando desdibujado por la ficción en varias partes, la historia principal me llega como cierta a través de un conocido.
Contestando a Ashraf, el personaje no escapa...o tal vez sí, pero de un mundo que ya no percibe como habitable para él, y el último recuerdo visual que se quiere llevar es el de un árbol y un banco cubiertos de rocío. Tampoco es mal recuerdo, de verdad.
Coincido con Ana Matos. Estos casos se dan cada vez más en mi país y en mi Isla. Los españoles y los canarios somos muy orgullosos según para qué cosas y algunos esconden su necesidad por una mal entendida verguenza.
Como siempre, Jorge Muzam, encuentra el punto clave de la simbología, la vela encendida y el personaje hundiéndose en la oscuridad. Tu comentario da más enjundia al relato...
En cuanto a Pedro Ardillo, queda claro que, sin más recursos y sin posibilidad de obtenerlos, acuciado por las deudas, el hambre y -como he dicho- una mal entendida dignidad u orgullo- el personaje decide acabar con su vida de una manera en la que cause el menor perjuicio a la gente que lo rodea.
Gracias a todos y lo más triste de este relato es ese trasfondo de realidad que he tratado de disimular porque sé que hay personas cercanas al personaje que son lectoras del blog.
En una vida sin sentido como en la muerte, la sensación de vacio debe ser tan discreta como la nada misma.
ResponderEliminarInquietante.