Sobre mis grandes ojos cae como una tormenta la luz de neón del hotel donde vivo. Aunque no es el mejor lugar para vivir, se puede estar bien por las noches cuando todo el mundo está dentro de sus habitaciones durmiendo. Yo sé que debido a mi naturaleza soy de las pocas criaturas sobre la faz de la tierra que podría pedir un poco de santa paz pero cuando me llega una tantita me viene de lo más bien. Me gusta quedarme de pie en algún lugar tranquilo donde pueda mirar el mundo mientras la vida pasa junto a mí, a veces dando pasos largos o pasos cortos.
Ayer por la tarde escuché al encargado de la recepción decir a gran voz que pronto se tendrán que preparar para recibir a los huéspedes de esta temporada, pronto, en unos días apenas terminarán las clases y esto estará lleno de mocosos veraneando, queriendo comerse el mundo (tú has estado ahí, me dijiste una vez con esa voz gentil y clara que tienes pero, no mi vida, yo nunca he querido comerme el mundo, siempre he sabido que me daría una constipación o malestar estomacal, y he querido ahorrarme la pena de confirmarlo), jovencitos algo descarados que se toman todo a la ligera, desde el sexo y las drogas hasta la vida misma, a esa edad nada tiene importancia, siempre habrá un mañana y siempre se puede empezar de nuevo.
Hum… tendré que tomar medidas precautorias para cuando lleguen los nuevos huéspedes por que aunque lo que me resta de estadía en esta tierra no sea mucho, quiero pasarla lo más a gusto que sea posible para alguien como yo… alguien como yo, muchas veces he escuchado esa referencia sin saber bien a qué se refieren y hoy me sorprendo yo mismo aplicándomela, si se supone que todos somos distintos y que cada uno es único e individualísimo como una gota de lluvia, entonces cómo carajos se avientan frases como “gente como tú o como yo”, ya sé que yo de filosofo no tengo nada pero, por dios, ¿de dónde viene esa cochina necesidad de querer agruparlo o clasificarlo todo?
El chiste sospecho que es separarnos a todos por tal o cual característica, si, así es esto y bueno, ¿quién soy yo para querer cambiar las cosas? Nadie, claro, soy una partícula apenas, un átomo de polvo suspendido en el aire al que nadie podría prestarle atención, y no es del todo malo, yo, abandonando todos mis prejuicios puedo estar muy bien, me olvido del mundo de “allá afuera” y me dedico a frotar mis patitas peludas una contra la otra, a salivar, me contento con revolotear alrededor de la luz de esa lámpara tibia y brillante que al caer como plomo sobre mis grandes ojos sin parpados me enceguece pero que tanto placer me da, esa luz que me irradia, que me cubre tanto que dejo de existir, tanto, que me diluyo, dejo de ser, deja de importarme todo lo demás y tan solo existe esa gran luz que me seduce, que me arrebata, que me quema pero me puede, que me pierde, me consume e irremediablemente me hace dichoso al mismo tiempo. ¿Qué puede haber en el mundo mejor que eso?
3 Comentarios
Tu diversificación de miradas y voces ya es toda una marca de fábrica. En varios he caído redondito.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, mi querida Lilymeth.
Interesante. Me recordó a la película de Jeff Goldblum. De 1986. Los seres vivos más despreciables deben tener algo que decir literariamente.
ResponderEliminarPensar en una mosca que contempla nuestras rutinas con sus ojos compuestos por miles de facetas sensibles a la luz individualmente que limpian constantemente frotando sus patas, me puede.. me sacude las ideas. De ahora en más sentiré por ellas un poco de compasión aunque no menos asquito.
ResponderEliminarMuy interesante. Abrazos.