ENCARNA MORÍN -.
Dolly, cariño ¿Qué es lo que te ocurre? ¿Por qué me tratas así? He leído tu e-mail, y no me explico de ninguna manera tu reacción. Si yo soy un tipo de lo más tranquilo. Te quiero, te lo he dicho mil veces, pero no me crees. ¿Te parece poco lo que hago por nosotros?
No me interesan las jovencitas y flaquitas, desde que abren la boca se detecta que son unas barriobajeras con la cabeza hueca. De esas podría tener muchas, seguro. Pero me interesas tú, con tu aire intelectual, con tu serenidad y hasta con tu voluptuosidad de madre. Si fueras mi madre, creo que sería capaz de tener una historia contigo.
Pero eres durilla e implacable y no me perdonas una. Supongo que eso viene en el paquete, así que te acepto tal y como eres. Te respeto mucho Dolly, aunque tú lo dudes.
Jamás te voy a dejar, ni tú a mí tampoco. Si me miras a los ojos sabrás que estamos destinados a seguir juntos mucho tiempo. Te pones rígida, prometiendo rupturas, pero ya sabes que ni bien me acerco y te beso en la boca, todos tus planes se alteran y me vuelves a seguir allá donde vaya.
He tenido muchas mujeres pero eso forma parte de un pasado ya lejano, lo que crees ver es la estela del cometa que en su momento estuvo iluminado. Ese no soy yo, estás muy equivocada. En su día, mis fantasías eróticas las pude llevar a cabo porque ellas se prestaban. En una ocasión, a la más joven y a la mayor de mis amantes les propuse hacer un trío, y les gustó tanto que terminaron juntas. Pero yo las seguía viendo por separado. Cada vez que querían buen sexo me buscaban a mí. Igual que tú no necesitas que tu marido esté de viaje para estar conmigo. Inventas salidas inexistentes con amigas y jornadas extensas de trabajo, para correr a mi encuentro. Eso me halaga.
¿Recuerdas cuando lo hicimos en tu despacho? No lo olvidas seguro… esa fue la primera vez que te besé. Las mujeres nunca olvidan esas cosas. Te preocupaba que alguien abriera a la puerta. Digamos que eso le dio morbo a nuestro primer contacto amoroso.
Sabes que te quiero, que hay un antes y un después en mi vida desde que te conocí. Contigo todas mis fantasías son posibles. Y hasta cuando te enfadas, me encantas, me excitas.
Estoy desconcertado... habías llegado a afirmar que entre los dos nos complementábamos y que tú lo llevabas muy bien. Si hasta hace unos días estabas feliz con tus dos hombres ¿Qué es lo que ha pasado? No me lo explico.
Carmencita es mi mujer, la perfecta compañera en la que confío ciegamente. Tiene amigos y amigas, pero jamás me engañaría, lo sé. Es la única en la que puedo confiar en este momento. Una buena chica y me apoya de forma incondicional. No tiene hijos ni grandes obligaciones. Su único proyecto de vida soy yo. Eso me fascina.
A veces se le va la mano y le da por vigilarme, pero yo entonces la pongo en su sitio y la convenzo de que no tiene nada que temer. Le digo que puedo desaparecer si eso es lo que quiere y, entonces, se asusta. Ella me cree y confía en mí. Eso sí, yo cuido muy bien los detalles. Jamás me buscaría una historia con alguien que no fuera totalmente discreta. Por eso las prefiero casadas.
Creo que lo mejor es que te presente como la abogada de mi empresa, así se desvanecería toda duda por su parte. Y cuando te llame o me llames, no despertaremos sospechas. Yo siempre resuelvo muy bien estos pormenores.
¿Alguien es capaz de hacerte al amor igual que yo? Dime la verdad princesa. Sabes que no. Me gustaría tener más tiempo. Pero no es mi culpa ni la tuya. Disfrutemos de los momentos de que disponemos y no le des más vueltas. Ya sabes que te quiero, lo demás no importa.
Es cierto que no hablo mucho de mí mismo. Por algún motivo aprendí a desconfiar de la gente y cuento pocas cosas personales. Pero sabes de mí lo suficiente como para estar segura de que jamás te haría daño. Por eso es que te digo que no nos despedimos. Yo soy fundamental en tu existencia, que antes era aburrida y monótona. Conmigo llegó la alegría. ¿No estás de acuerdo? Siempre que aparezco en la vida de alguna mujer, ésta mejora considerablemente. Luego no me lo agradecen y terminan resentidas conmigo. No lo entiendo.
No me juzgues, me fastidia que me juzguen sin escuchar primero mis motivos. No tienes ningún derecho a juzgarme. Todas ustedes se consideran por encima del bien y del mal. Si te digo que “te quiero”, no te prometo amor eterno, tampoco es eso. Este es nuestro secreto, ya te expliqué. Nuestro espacio de estar juntitos y pasarlo bien sin dar explicaciones.
Complementas a Carmencita, tan recatada y discreta, que no me permite nada más allá del típico sexo convencional y quiere que todo sea de lo más natural y rápido. No está programada para nada más. Yo me adapto. Es una niña educada en un colegio de monjas. Con ella quiero dormir cada noche. Jamás, jamás me va a engañar. Aporta a mi vida el equilibrio necesario para que no sea un caos, por eso la cuido tanto. No es incompatible querer a más de una persona. Pero ten la seguridad absoluta que de la forma que te quiero a ti, no quiero a nadie más. No creo que eso sea un delito, ni siquiera que sea reprobable.
Necesito esta parte de incertidumbre que me aportas tú, mi princesa. Me gusta que seas mía a medias y hasta he pensado en compartirte alguna vez con mi amigo Manolo, para que sepas lo que es bueno. Te vamos a coger entre los dos y vas a disfrutar del sexo como nunca lo has hecho. Dime Dolly, ¿sigues pensando que tu vida va a ser posible lejos de mí? Y ayer... ¿Qué pasó ayer? ¿Hiciste el amor con tu otro hombre? ¿Lo pasaste bien? ¿Pensabas en mi cuando estabas con él? No me importa que esté él. Es más, me tranquiliza que tú también mientas.
Fragmento de "Dolly" publicado en diciembre de 2012.
Fotografía: Kristhóval Tacoronte
2 Comentarios
Una voz narrativa perfectamente creíble.
ResponderEliminarAlgo sucede en nuestra mente, en la mente humana, pues esta conducta se repite casi sin variaciones en distintas sociedades y épocas.
Un abrazo afectuoso, Encarna.
Creíble porque es autobiográfica. ¿verdad, Encarna?
ResponderEliminarCarmencita, la niña del colegio de monjas