/ Del Atlas Desmemoriado del Partido de LanĂșs
Removiendo las cenizas de aquellas hojas del Atlas, que apenas resultan legibles por el pirĂłmano paso de aquellos funcionarios del Universo que no quisieron dejar ni una huella de la verdadera historia de LanĂșs, nos hemos encontrado con ciertos testimonios sobre un deportista muy singular: Nicola Desiderio, el boxeador de la calle Bernal.
Muchos se preguntaban cĂłmo pudo este pĂșgil llegar a estar noveno en el Ranking argentino sin haber pegado casi ningĂșn golpe.
SegĂșn las crĂłnicas, Desiderio cultivaba en su vida personal determinadas creencias, exhibĂa determinadas devociones de Ăndole espiritual, atesoraba una combativa adhesiĂłn a distintos movimientos pacifistas y era portador de una profusa adoraciĂłn por los buenos culos femeninos.
Y su carrera pugilĂstica parecĂa ir de la mano de este inventario personal. Nicola no sĂłlo era un verdadero caballero deportivo, sino que ademĂĄs sus escasos golpes eran al sĂłlo efecto de puntuar. JamĂĄs en su vida noqueĂł a nadie (A excepciĂłn de sĂ mismo, aquella vez en que abusĂł de la caña Legui) y era un verdadero artista a la hora de esquivar los golpes del adversario.
En este rubro, muchos encontraron un parentesco con el afamado Nicolino Locche, a quien – segĂșn algunas crĂłnicas no oficiales – enfrentĂł alguna vez en una pelea amateur totalmente olvidable, mitad porque casi nadie la vio y mitad porque dos pugilistas que no se pegan suelen producir casi el mismo aburrimiento que el de bailar con nuestra propia hermana.
Pero su pelea mĂĄs gloriosa fue ante Sofanor ¨el rompehuesos¨ Magaldi, en la FederaciĂłn de Box. Dicen que en esa velada Nicola enfureciĂł tanto a su rival evitando cualquier contacto, que el desesperado grandulĂłn Magaldi terminĂł noqueando al ĂĄrbitro de la contienda con un uppercut tal vez involuntario, pero extremadamente eficaz, en la mejilla del sorprendido referĂ, que cayĂł redondamente desmayado.
TambiĂ©n se dice que en ese instante de confusiĂłn, cual esgrimista que besa a su rival con un florete inofensivo de punta esfĂ©rica, nuestro Nicola Desiderio aprovechĂł para dar su Ășnico y suave golpe en el mentĂłn del gigantesco Sofanor Magaldi. Golpe ( o estocada ) que, es necesario decirlo, le permitiĂł ganar la pelea por puntos en fallo inevitablemente unĂĄnime.
Pero Sofanor no se quedĂł tranquilo y se armĂł un apoteĂłtico revuelo. Desde un rincĂłn volĂł un banquillo, Sofanor comenzĂł a golpear todo lo que se moviera sobre el ring, mientras HerĂĄclito D´Exceso y el Tano Brazzuto ( concurrentes allĂ en carĂĄcter de amigos de Nicola ) se llevaban al pacifista Desiderio hacia territorios menos peligrosos, para luego volver ellos - ¡ fieles a sus tradiciones! – a trenzarse en divertida y multitudinaria batalla sobre el escenario boxĂstico.
En la Platea, el poeta Edmundo Morales - tambiĂ©n amigo de Nicola Desiderio y hombre mĂĄs afecto a otros deportes menos violentos, pero acaso mĂĄs peligrosos – le recitaba versos lujuriosos al oĂdo de la esposa del enorme Magaldi, una morocha llamada Matilde o acaso Susana, de pocas luces y mucho escote.
Pero el grandote tenĂa otros problemas mucho mĂĄs importantes que el de preocuparse por la putĂ©s de su esposa. Arrodillado sobre el ring, vencido en todos los aspectos, y con el Tano Brazzutto que ya le habĂa apoyado el revĂłlver calibre 38 en la sien izquierda, apenas pudo ser indignamente salvado por la intervenciĂłn de su madre, que subiĂł al ring y le implorĂł al viejo sabio de la calle Piedras que le perdonara la vida a su hijo.
Derrotado por puntos, cagado a palos por peleadores amateurs, humillado ante la gente, poétca y literalmente cornudo, y salvado por su madre, el mitológico gigante hubiese preferido que Brazzutto jalara el gatillo.
Nunca mĂĄs boxeĂł. Acaso fue visto alguna vez vendiendo golosinas en un colectivo o tal vez en el tren. Dicen que la morocha de pocas luces y mucho escote lo dejĂł por un Contador PĂșblico.
Pero el destino también pasó por ventanilla en cuanto a la suerte de Nicola Desiderio.
Apenas un año despuĂ©s de aquella histĂłrica pelea, nuestro hĂ©roe – aquĂ©l que evitaba todos los golpes, aquel que desairaba y ridiculizaba al pegador mĂĄs preciso - no pudo esquivar la piña de la muerte, que esta vez vino vestida con las ropas del Tren ¨El marplatense ¨ que Nicola no vio al cruzar la barrera de Castro Barros.
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