ENCARNA MORÍN -.
Su olor, fue durante mucho tiempo imperceptible para mí. Pese a que en más de una ocasión durmió en mi cama, bajo mis propias sábanas. Me pregunto si acurrucándose junto a él, como lo hago yo. Así debió pasar durante largo tiempo, mientras me encontraba ausente, divagando por parajes solitarios. Librando batallas de otras vidas, sobreviviendo a la locura en la que por entonces se había llegado a convertir mi existencia. No supe que ella estaba, ni siquiera lo intuí. De haberlo sospechado, habría recurrido a tu consejo, querida amiga. Cada vez que dudo de algo me dices: “No dudes jamás de aquello que percibes”.
Pasaba largas horas en mi cama con la mirada perdida, fija en la lámpara del techo, esperando a que llegara el sueño, mirando hacia atrás con miedo y con rencor. Ni por asomo sospechaba que en cuanto él salía de mi casa iba a su encuentro. Mucho menos supuse que pudiera sentir algo por otra mujer que no fuera yo.
Sabes, amiga, tú que me conoces bien, que salté de un hombre a otro porque con ninguno de los anteriores lograba alcanzar un poco de estabilidad. Fue el único que no salió corriendo de mi vida cuando me conoció bien. Eso me hizo confiar a ciegas.
El día que descubrí que también estaba ella, pensé primero que se trataba de una aventurilla, una historia reciente. Lloré mucho y hasta fui consciente de que le quería más de lo que yo misma era capaz de valorar. Pensarle en brazos de otra me generó un dolor tan intenso que sentí que ya no podía sobrepasar esto. Quise morir, no por él, sino porque desde ese momento creía que toda mi vida era una farsa.
Me dijeron que les habían visto juntos en una fiesta. Yo, simplemente no me lo creía. Pero algo generó en mí la duda y con premeditación y alevosía, en lo que se podría considerar un abuso de confianza, cuando él no estaba busqué en el archivador de sus facturas los recibos del teléfono. Ahí constaban todas las llamadas y mensajes, no de un día, ni de un mes, ni siquiera de un año. Aquello era algo mucho más duradero que una simple aventura. Era una relación paralela. Seguía el mismo ritual con nosotras: mensajes mañaneros, llamadas a mediodía y a la tarde y luego mensajes nocturnos, a la hora de irse a dormir.
Ella, quien fuera ya que por entonces no le ponía cara, y yo, compartimos durante años el mismo hombre. ¿Pero cómo pudo ocurrir para que ni siquiera me diera cuenta? Esa sigue siendo la gran pregunta.
Obsesionada por saber quién era, marqué su número de teléfono, y ahí estaba ella, acechando mi angustia, esperando a ver qué es lo que yo quería preguntarle. Por supuesto que sabía de mi existencia, pero tenía claro que ninguna persona es propiedad de otra.
-Y si él ha preferido estar conmigo todo este tiempo, a tus espaldas -me dijo con voz chillona- será porque algo le doy yo que tú no eres capaz de darle.
Y ahí le colgué el teléfono, para luego llorar como una magdalena. ¿Qué era lo que ella le daba? Carlos y yo siempre tuvimos buena sintonía. Al menos eso era lo que pensaba hasta ese momento. Compartíamos casi todo, menos las salidas nocturnas a las que yo rehusaba, ya que solía estar cansada y con sueño. Él salía con nuestros amigos y, de forma aparentemente casual, se encontraba con ella.
Han pasado tantas cosas desde entonces, que escapé de milagro a la locura, ya que terminó siendo para mí una obsesión. Y no me digas que me estoy volviendo paranoica. Digamos que él optó por mí en una especie de flagelación pública en la que llegó a admitir que había cometido un error al poner en riesgo nuestra relación.
Ahora dice que ya no la ve y que forma parte del pasado, y yo quiero creérmelo, pero su olor se impregna en todos los espacios de mi vida. La siento, la huelo, la percibo, la vigilo, quiero corroborar que existen rastros de su existencia, aunque él jura y perjura que ya no está. Yo quiero creerle, pero un rencor añejo, antiguo y engrosado se resiste a perdonar.
Estoy con él porque le quiero, porque yo he ganado este pulso según parece, porque le necesito cada día… pero una parte mía le tiene rabia, le gustaría verle pagando por todas sus mentiras. Y ella, la que ahora tiene voz, cara y olor ya no se cuela en mi cama, pero de vez en cuando me hace una llamada con número oculto, para recordarme que mañana es el día señalado en que se conocieron, y que pasarán el día juntos. Creo que al final no lo consigue… pero genera en mí la incertidumbre, y me paso varias noches de insomnio, dudando entre salir corriendo y ponerme en mi sitio, en ese sitio donde creo que jamás estuve.
Fotografía: Kristhóval Tacoronte
4 Comentarios
Solo quien lo ha sufrido, tiene esa sensibilidad y sabe escrbir como Encarna, es capaz de describirlo tan bien y solo quienes lo hemos sufrido, sabemos comprenderlo de una manera especial. Enhorabuena Encarna.
ResponderEliminarLo has descrito con gran prodigio...un mundo se sentimientos se despliega
ResponderEliminarante la infidelidad... En dos o tres segundos se aprende lo más terrible...porque
lo más hermoso nos cuesta la vida, como dice Silvio.
Felicidades!!!
Cualquier texto de ficción contiene rasgos de la realidad. A veces solo se trata de estar atentos y observar. Ponernos en la piel de los personajes, siempre pasa por hacer un trabajo reflexivo. Sin duda es un gran elogio para mi que mis textos resulten creíbles.
ResponderEliminarTrae imágenes, con variaciones modernas sobre igual tema, de un relato de Chéjov. Todo el tiempo, problemáticamente dividido en años, meses, días, minutos, segundos, y tanto más, resuelve en angustia. Fuerte.
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