CLAUDIO FERRUFINO-COQUEUGNIOT -.

Chahine, egipcio, seguramente vivió la experiencia del resurgimiento del fundamentalismo árabe. Los extremistas religiosos asesinaron a Sadat. Argelia y Túnez han sido constantes hogueras. Libia encarna una extraña síntesis de revolución y devoción; en el norte africano se suscitan cambios, desde el Sudán hasta Mauritania, que intentan de manera retrógrada volcar una fe hacia sus más oscuras posibilidades. Occidente tiene en gran parte culpa del fenómeno. Pero ese es otro tema. Buscar un ejemplo de mesura dentro del Islam para oponerlo al frenesí de nuevas liturgias nos lleva a Averroes, cuyas enseñanzas fundamentaron las corrientes modernas de pensamiento, más que en las naciones árabes en las de Europa. Sus textos pasaron a Oxford, París, Bolonia y Montpellier y, sólo para ejemplificar, sus escritos sobre medicina fueron estudio básico de las universidades cristianas hasta el siglo XVII. De la filosofía averroísta que atravesó clandestinamente las fronteras de la península ibérica vienen los orígenes del Renacimiento. Cierto que Averroes forma parte de una exquisita élite cultural que habitó el Califato de Córdoba, pero en sí es único.
Averroes terminó en el exilio. Los enemigos eran aquellos que querían un Islam ortodoxo. Sus libros fueron quemados públicamente en su ciudad. Gracias al empeño de sus discípulos y copistas, su obra se difundió por el mundo antiguo. Apareció en Egipto donde la leyó Maimónides y se la tradujo a diversas lenguas.
Hoy que el Islam se radicaliza en interpretaciones literales de la obra sagrada, en que grupos de individuos se suicidan para hallar el paraíso con visos de resistencia nacional, en que un religioso Hamas suplanta la antigua y revolucionaria lucha palestina, en que Osama bin Laden, apóstol de la muerte, predica la guerra y la abstinencia en el desierto mientras el Talibán afgano destruye, como Hitler, las muestras culturales de un arte "pagano", la lección de Averroes es cada vez más clara: una de amplitud, cordura, inteligencia crítica y razón. La interpretación profunda y oculta del verbo contra la imaginería, cristiana o musulmana, de los espíritus inferiores.
29/12/03
Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), 12/2003
Imagen: Averroes hablando a sus estudiantes sobre la elocuencia de Tomás de Aquino. Archivo Bettmann
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