Retóricas y números

ROBERTO BURGOS CANTOR -.

Quienes insistimos en seguir la vida diaria colombiana presentada en los medios masivos, su embebida parálisis en si misma, el aburrido rotar y rotar con los rudimentos de hace siglos, podemos observar, entre varios elementos, dos de obsesiva permanencia: cierta retórica y las cifras. La primera confunde. Las segundas causan vértigo.

Se podrían preparar glosarios, de mayor interés si se le anexaran grabaciones para mostrar matices de su utilización verbal clasificados por ideologías partidistas, motivos, actividad predilecta de los oradores, territorio dónde se hizo la oración (¿?), gritería (¿?) incitación (¿?).

Unos cuadros con las cifras permitiría contemplar una evolución de la moneda y el crecimiento de la ambición desmedida en los delincuentes, lo que en el Caribe se llama: agallúo, el derroche, los precios fluctuantes del mercado de voluntades. La Colombia austera, modesta, de antes y el presente donde seguimos con el puentecito, el caminito, la plantica, y los costos de desmesura de inversiones que no se ven, apenas después bajo el mote de robo, estafa, carrusel.

Una oportunidad urgente para las nuevas agrupaciones políticas, si surgen, será la construcción y propuesta de un lenguaje nuevo, de una atención a lo colectivo, al otro, distinta, de una jerarquización de necesidades realista.

A lo mejor hay una incipiente semilla en el estado actual de los diálogos para acordar el fin del conflicto armado, la apertura de los senderos de la paz como propósito colectivo sin tanto lastre. No es fácil la paz. Pero si le quitamos la potala del pasado, asumiremos el complejo porvenir con pasiones inéditas, liberados de dogmas y venganzas, de oportunismos baratos, de solemnidades vacías.

Interesa comparar las palabras de los primeros discursos en el frío nórdico; y las razonables indagaciones de hoy en el calor estimulante del Caribe. Nos siguen las paradojas: verbos inflamado en la atmósfera helada de Estocolmo; razonamientos severos, apartamiento del escándalo, en la isla de los Matamoros, Martí y Lezama Lima, Carpentier.

Un lenguaje renovado implica, algunos ejercicios o votos de silencio. Habría que incluirlos en los reglamentos de los funcionarios, jueces, y como la justicia por casa entra, sugerirlos a quienes ejercen con alegre inadvertencia, el micrófono. ¿Han escuchado a jóvenes sanas y antes estudiosas, disfrazadas de jueces en entrevistas a abogados, políticos, aturdidos por el énfasis forense, entre comedia y cuenta chistes? Como no ve al otro, se le oye entre ruidos y angustias de la reunión eterna, el episodio resulta conmovedor.

Una mujer, Oriana Falacci, puso siempre su cara al poder desbordado, al abuso. Jamás se disfrazó con peluca de juez o fiscal. Con la indagación de la realidad enfrentó al monstruo con los riesgos de la inteligencia y la intuición.


Ilustración: Oriana Falacci

Publicar un comentario

0 Comentarios