Pensiones en Chile: la mejor miseria del mundo

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES -.

Se dio un paso importante. El primero. Ese que se había pospuesto por una u otra razón ya olvidada. La movilización –masiva- como mecanismo de conquista social está en marcha. Pero ojo, el peso de la noche ya arremete con su manual de rosario y padre nuestro, aprovechando todas las vitrinas de las que dispone. No se necesita demasiado esfuerzo para oírle bien. Quienes demandan cambios al sistema de pensiones en Chile, lo hacen desde la irresponsabilidad absoluta, añorando el regreso de un reparto fracasado en el resto del mundo, aquel que permitió por décadas a los flojos e irresponsables (los que marchan y destruyen la propiedad privada) descansar sobre los hombros de los que realmente se esforzaron, trabajaron, ahorraron y no perdieron el tiempo protestando (los dueños de esa propiedad privada, de seguro). La racionalidad -continúa el peso de la noche- se encuentra en quienes abogan, en contra de la masa irracional, por mantener un sistema que es ejemplo en el mundo entero (claro que sin precisar jamás en qué punto cardinal lo disfrutan tanto como nosotros, para así poder imitarlos). La única manera de conjurar el peso de la noche es teniendo presente que el sistema que hoy evidencia su engaño es una enmarañada red de legislación, leyes (ideadas en plena dictadura, sin discusión, sin opiniones, unilateralmente), decretos leyes, modificaciones, resoluciones exentas, reglamentos, bases de licitación, formas de cálculo, inversiones y acuerdos por debajo, con dinero aportado únicamente con el trabajo de años pero del que nunca el cotizante ha podido ni podrá disponer. En conjunto o por separado, los cancerberos de las AFPs intentarán derribar, uno a uno, los argumentos que pongan en duda los “aciertos” de la actual estructura, pero por sobre todo insistiendo en que estamos sumidos en una discusión con dos únicas alternativas, la riqueza actual o la pobreza futura, ocultando el enorme trecho con opciones intermedias que, de haberlas invocado antes con voluntad política, le habrían dado dignidad a miles de chilenos que hoy sufren los efectos de no recibir lo que merecidamente se ganaron por toda una vida de romperse el lomo. Chile, país donde la indolencia se ha vuelto mandato constitucional, da seguro su primer paso para revocar semejante infamia.

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1 Comentarios

  1. Un pequeño gran paso. Es un muro muy grande por derribar, pero ya vamos por él.

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