Por razones que no vienen al caso últimamente he merodeado a menudo por el barrio de Biarritz en donde se encuentra Casa Montalvo, la que fue residencia del marqués de Casa Montalvo desde 1924 hasta finales de los años cuarenta en que el caserón se dividió en apartamentos, y donde vivió Patrick Modiano uno o dos años de su infancia, entre 1949 y 1950 o 1951, no es muy preciso al respecto, ni en Livret de famille (1977), ni en Un pedigree (2005), que es donde de manera más directa habló del lugar. En Accident nocturne (2003), Casa Montalvo le sirve como dirección para una de las falsas identidades de su narrador. Modiano cuenta que vivió ahí con su hermano Rudy en un pequeño apartamento cuyas ventanas daban al vecino palacio Gramont.
Paso muy a menudo por delante del numero
114 de la rue d’Espagne, me meto por callejuelas, las que llevan hasta
la escuela primaria a la que acudió, voy hasta el viejo cementerio de la
iglesia gótica de San Andrés, en la que fue bautizado Modiano, y leo
epitafios del siglo XIX, a medias borrados en las lápidas descalabradas:
familias desaparecidas, militares ingleses, aristócratas españoles, franceses e ingleses…. En
invierno y primavera la mayoría de las casas de los alrededores están
cerradas. Ahora hay surfistas que pasan con sus tablas, familia de
vacaciones en fila india más o menos derrengada y otra gente que se ve
es «de antes», de un Biarritz elegante, poblado por personajes
crepusculares, muy novelescos según criterios que hoy me resultan
ajenos.. No sé quién vive en esa y otras residencias de lujo de la zona,
estilo neo vasco o racionalista o una mezcla de ambos. En 1987 ambienté
en ese dédalo de callejuelas algunas páginas de La caja china,
una novela modianesca que tardó diez años en publicarse, cuando ya mi
escritura era otra. A veces me he preguntado por la identidad de ese
marqués de A., un vasco que escribía poemas que tenía relación con su
madre, y no encuentro la respuesta.
A Modiano lo descubrí hace casi cuarenta
años. Pasé unas navidades en París (creo que las de 1978) encerrado en
casa leyendo una detrás de otra todas las novelas que había publicado
hasta entonces. Me marcó, no me importa confesarlo, y creo que la
lectura de su obra influyó en tres de mis novelas primerizas, Los papeles del ilusionista, Tanger bar –al escultor Remigio Mendiburu le conté quién era Modiano a la vista del cartel del bar– y La caja china.
Me resultaba muy seductora su forma de
deambular a tientas por la niebla de sus recuerdos, entre lo vivido y lo
imaginado, y sobre todo lo inexplicable, siempre a la búsqueda del
rastro que dejamos a nuestra espalda y del de la gente con la que nos
hemos cruzado y de la que mucho más tarde nos damos cuenta de que no
supimos gran cosa y sin embargo influyó en nuestra vida.
Escribí artículos sobre su obra en Camp de l’arpa, en Ere,
de San Sebastián, en periódicos de provincias digamos, y en otros que
no lo eran. Muchos. A ratos me exaspera, como le exasperaba a su valedor
Paul Morand (correspondencia con Chardonne) y al mismo Frank, pero lo
cierto es que en cuanto veo la pizarra de «le nouveau Modiano est
arrivé» lo compro y leo, sin sorpresa, pero con gusto. Ya no sé si me
encuentro con Modiano o conmigo mismo, con el que fui quiero decir. En
ocasiones vuelve el entusiasmo primero, en otras me da la impresión de
recorrer un camino que ya he recorrido aunque no haya reparado en todos
sus detalles. No hay libro de Modiano que no tenga alguna acotación.
Esta tarde pasé también por Casa
Montalvo. En un ventanal de la planta baja se asomó una anciana vestida
de negro con un gran collar de perlas al cuello. Estuvimos un rato
observándonos, luego ella corrió las cortinas y desapareció, y yo
también, camino de la iglesia de San Andrés. Tenía las puertas abiertas a
la espera de un funeral de cuerpo presente. En el atrio, un vagabundo
urbano dormía a la fresca abrazado a su perro.
2 Comentarios
Me incitó a la lectura de Modiano. Saludos, querido amigo.
ResponderEliminarYo me considero también un súbdito de Modiano y su mundo nebuloso
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