Claudio Ferrufino-Coqueugniot
He tardado en escribir sobre Joe. Lo imagino -todavía- sentado en el terraplén de carga, con su máquina calentadora, lanzallamas, ahora en invierno. Habrá hielo en el embarcadero, y Joe gritará a los nuevos peones para que lo rompan y se pueda caminar.
"Tráeme una bolsa de papas, dos cajas de lechuga y una caja de pepinos, tú, de cara cómica, hijo de perra..." Así manda Joe Day en el modo de hablar del bajo. Eso y más.
Al amanecer trepa al camión, con Big Mike. Lleva siempre algo de mala droga en el bolsillo. En la esquina ve a dos muchachas flacas, ansiosas de crack. Las suben, y mientras Joe maneja Mike se relaja con ellas en la parte de atrás. Intercambian; regresan después de mediodía, fucked-up, alegres y de vidriados ojos, para compartir cervezas.
En el mercado del Northeast los cuchillos de Joe Day tienen fama.
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Publicado en Opinión (Cochabamba), 07/02/1992
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