Macri y los macristas


Pablo Cingolani

Siento esa alegría recóndita –a la que alude mi cumpa Federico-, esa alegría de subsuelo, como diría Scalabrini Ortíz, frente a lo que es el fin, la caída, de Macri.
El gobierno de los CEOs, de los impresentables a lo Vidal que los apoyan, de los chorros corporativos más grandes de la historia argentina, está llegando a su fin.
Fueron cuatro años de padecimiento y de dolor, pero como dice Héctor Tizón en su última obra, en sus Memorias de la Puna, hay que padecer para vivir, sólo se termina comprendiendo el sentido y el significado de la vida si nos la escamotean, si nos torturan y laceran, si padecemos para vivir. T.S. Eliot y la ESMA.
Ojalá todos hayamos aprendido la lección y la manito, cuando votamos, no se tuerza más a la hora de meter el voto en la urna: Macri, hay que decirlo, debe ser un accidente, nefasto y degradante, de eso que llamamos democracia, algo con lo cual nunca comulgué, pero que, en fin, es la manera que tenemos políticamente de relacionarnos entre nosotros, entre pueblos.
De López “Reggae” –Capusotto dixit- a Durán Barba, de Alfonsín y sus dos demonios al demonio único de Mauricio, hemos recorrido un largo camino, muchacha, y allí tenemos las consecuencias: la sangre, el martirio, el dolor y la tristeza siempre lo pone el pueblo, los que sufren son siempre los de abajo, los humildes son siempre los condenados y los castigados de la historia.
Eso debe acabar. La Argentina, que, en la década de los 50s, atesoraba, para su pueblo, una mejor calidad de vida, para todo su pueblo, que la que tenían la URSS socialista y, sobre todo, los “gloriosos” USA de los capitalistas –que ni siquiera respetaban a sus negros, los muy cabrones y los muy hipócritas-, debe recuperar, en el siglo XXI, bien adentro ya del siglo XXI, los mismos niveles de dignidad, de justicia social, de soberanía y de autodeterminación que tuvimos. Nunca más el ARA San Juan. Las Malvinas son argentinas y los excombatientes, nuestros héroes.
La década ganada de los K debe considerarse como un ejercicio, como un buen momento coyuntural. Fue el paraíso frente al infierno macrista. Pero la Argentina verdadera, la Argentina para todos, “la Patria para todos porque si no, no habrá Argentina para nadie”, es un proyecto a construir, a construir sobre las ruinas que nos lega el macrismo, pero he ahí el desafío.
Y ahora, lo encarna Alberto, y he ahí también la magia de la política, y he ahí también el mérito (y la gloria) de Cristina y su renunciamiento. Ojalá que se entienda la clase y la calidad de desafío que enfrentamos.
Macri ya fue, como dice la cumbia. Macri ya fue, Vidal ya fue, estoy seguro que Larreta también será. Ya son zombis, cadáveres políticos, la pregunta del millón es: ¿y qué hacemos con los macristas? ¿Qué hacemos con esos obstinados que siguen creyendo, en el fondo, que la única desgracia que tuvo la Argentina fue el peronismo como fogonearon Mauricio M., Duran-Duran B., Marquitos P, Elisa C. y todos los demás bandidos durante los últimos 4 años? En el fondo, la pregunta es: ¿cómo diluimos, de una vez y para siempre, el gorilaje?
La idea es no meterse en honduras, ya que estamos en guatemala. Bolívar, el genial, tuvo un plan para con los españoles que no querían aceptar la Independencia: pagarles el pasaje para que se vuelvan a España. El Che, a los gusanos que aún quedaban, no les pagó el pasaje a Miami sino que los fusiló en La Cabaña. Pero ahora, ya sabés, vivimos en democracia. Y en democracia, no hay paredones… ¿entonces, ¿qué hacer, como diría el que ya sabés?
Creo, firmemente, que la primera tarea del próximo gobierno, la prioridad, es volver a poner un plato de comida en la mesa del pueblo. La Argentina debe volver a trabajar, debe volver a producir, debe volver a recrear su mercado interno, siempre pensando y creyendo primero en los argentinos y en nadie más que ellos.
Si hay que nacionalizar, nacionalicemos, y dejensé de joder con la correlación de fuerzas. Evo lo hizo y la correlación de fuerzas era todos contra él, salvo el pueblo que lo acompañó. El pueblo argentino debe haber madurado también después de tanta desgracia que le cargó el macrismo sobre su vida, sobre su futuro, sobre su esperanza.
Luego, y sigo siempre a mi cumpa Federico, lo que debe venir es una profunda revolución, una profunda comunicación, una profunda explicación al detalle de cómo estos hijos de puta le robaron al pueblo.
El pueblo debe entender que los grandes empresarios pueden prometer cualquier cosa –pobreza cero decía el gran infeliz el 2015- y después no sólo hacen todo lo contrario, sino que ganan millones y millones por el simple hecho de ser dueños de sus empresas y dueños del estado.
Petras, en los ochenta, advertía sobre este peligro. No eran los militares –ya vencidos- la sombra de las transiciones democráticas y de la democracia en sí misma en “Latin America”: eran los delincuentes, eran los delincuentes de cuello blanco –no los políticos corruptos, políticos corruptos hubo siempre- los que ponían en peligro el Nuevo Mundo.
A esos delincuentes, el nuevo gobierno, el nuevo poder, debe extirparlos quirúrgicamente, debe explicarle al pueblo el porqué de la extirpación, para crear una hegemonía cultural de nuevo orden donde nunca más el pueblo vote ladrones, vote a cacos corporativos, vote a reverendos mentirosos.
Si asumimos como segunda tarea prioritaria, caiga quien caiga y cueste lo que cueste, desmontar el aparataje macrista, diciéndole al pueblo la verdad, la verdad de cuatro años de latrocinio, de maridaje corrupto entre los CEOs amigos de Macri y el Estado, el pueblo va a desterrar el gorilismo hasta que sólo quede un 10 por ciento de argentinos que sigan creyendo que “el único negro bueno es el negro muerto”, parafraseando la ignominiosa sentencia del general Custer, hdp.
Ese 10 por ciento de gorilas, tiene los recursos –que le robaron sistemática e históricamente al pueblo trabajador- de irse a la mierda solos, de irse a esquiar –como dice Elisa C.- y no volver nunca más a la Argentina que siempre ultrajaron y siempre despreciaron.

Pablo Cingolani
Antaqawa, 1 de septiembre de 2019

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