La mirada del primer hombre,
el cazador de abismos,
está labrada en la piedra,
la atesora tu ajayu
Fue la tenacidad del agua
lo que cautivó
al rastreador de guanacos
De pronto, se vio envuelto
en tanta dicha,
tanta belleza,
que temió abandonarse
a eso desconocido
y no volver sobre sus pasos
De pronto,
inspirado,
sintió
que la piedra
podía ser él
Respiro hondo
Se colmó de ese encanto
Sonrió para sí
Fue el primer poeta de los Andes.
Pablo Cingolani
Laderas de Aruntaya, 21 de octubre de 2021
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