“La vida se extingue allí donde existe el empeño de borrar las diferencias y las particularidades por la vía de la violencia”
- Vasili Grossman, Vida y destino -
Los liberales de hoy son más revolucionarios que los progresistas. Y hasta aquí “nada de nuevo bajo el sol que alumbra”, son las sabias palabras de un poeta. Pero luego vendrán tiempos más tétricos, dantescos, cuando se impone una verdad para imponer el poder. Cuando se crean, así de la nada, tantas Terra nullius, y sin que la memoria, materializada por la escritura, exponga la verdad.
Así los soyeros de Santa Cruz de la Sierra, los menonitas que construyen ilegalmente un puente sobre un rio, los invasores del Tipnis, como los israelí en tierra palestina, los intereses árabes en Yemen, los chinos en el Tíbet, Putin en Ucrania.
Buscan un origen que no existe, porque hay solo una procedencia. Y de ahí se va desafiando a la memoria. Las tierras de nadie son el pecado mortal de Occidente, la angurria de poder de minúsculos sátrapas, la insulsa genuflexión de los ilotas contemporáneos.
Lo cual no significa, como se dice con demasiada frecuencia, que la verdad histórica sea siempre y en todo inasible. Es propio de esta verdad lo de todas las otras: el margen de error es mayor o menor, escribió Marguerite Yourcenar.
La tierra cansada nos advierte a diario, el sacudir del clima, también cansado, nos avisa con insistencia: ¿haremos como aquel pobre idiota que, advertido por la inminente inundación, en lugar de tomar previsiones y aprovechar de las ayudas que le enviaban se puso a rezar, hasta ahogarse?
La Pax Romana es hija de la belleza de la Grecia clásica, del desarrollo de un alma para ser mejores cuando también el mal ofrece una oportunidad. En el olvido necesario que en Nietzsche es la condición de la libertad, en la aporía derridiana que son las flores de la justicia que crecen en las brechas de la ley.
Vuelvo a la sabiduría de Tolstoj, la historia moderna es como un sordo que responde preguntas que nadie le hace.
Maurizio Bagatin, 5 de marzo 2022
Imagen: Martin Wagstaff, Terra nullius
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