La calle innominada del progreso


El olor a bosta hoy es sustituido por el olor a neumáticos viejos. La chacra es una recicladora. Una mujer con la carretilla llena de alfalfa avanza, una mirada hacia el Tunari pincelado con una repentina nevada y otra mirada al frente: un improvisado buffet de abogado -se atienden lo civil y lo penal, transferencias, todos tipos de tramites, fotocopias- una carpintería de aluminio y la tiendita de barrio de siempre. Símbolos de la tempestad del progreso.

El árbol de la esquina ha sido eliminado para dar luz a una tienda de abarrotes.

Los terrenos de hoy representan lo que la Reforma agraria fue ayer. Un minifundio que desde entonces se hizo cada día más un profundo divide et impera cesariano. No descubrimos nada. Las parcelas fértiles vienen vorazmente devoradas por el sueño de un buen vivir cementado.

“Una señora junto a sus tres hijitas ofrece almuerzos completos, sentadas las tres en una sillas de madera mal cortada esperan los albañiles que pronto vendrán, se sentaran en las mismas sillas e irán comiendo la sopa de corbatitas, el segundo que hoy es pollo con arroz -mañana será pollo con fideo- y el postre, una gelatina royal de color verde miedo, tomaran un refresco de membrillo y retornaran a la construcción del frente. Nadie le contó que las ollas de aluminio donde cocinó es donde empieza nuestra digestión. Nadie le dijo que el material con el cual están hechas, el óxido de etileno, es cancerígeno. Nadie le importa que nuestras formas de comer, la nuclearización de la comida, el conocer los ingredientes, la preparación, son tan importantes y complejas, difíciles, como criar a sus tres hijas. Su marido es uno de los albañiles que hoy comieron ahí, o está en España enviando remesa cada mes, en Buenos Aires asfixiado por el pánico de una fiesta que no siente suya, camino al Chapare con su camión usado y comprado en cómodas cuotas y que terminará de pagar en el 2027”

Al llegar al vivero apareció un gran letrero anunciando que el lote está en venta. Nadie sabe nada y todo se sabe. No menos de cien dólares el metro cuadrado deben querer, está a dos cuadras de una avenida y ya está aprobado el plan municipal para el asfaltado de la calle innominada. Pronto habrá una farmacia, tal vez un gimnasio, la señora con sus tres hijas en la noche servirá sillpancho o anticuchos, el hijo del bicicletero abrirá su taller mecánico y su hermana una peluquería.

Cambiarán los olores y faltarán los perfumes, el olor de aceite del frito sustituirá al perfume del jazmín, el perfume de la laca para cabellos se encimará al olor de la lluvia en septiembre. El poste de luz será de cemento, el molle mirado mal por el policía que irá a vivir al cuarto piso del departamento frente a él. Tendrá más vida la luz de los neones que la fogata de San Juan. Pasaremos por aquí adentro de unos meses y nos equivocaremos de calle, la calle tendrá un nombre absurdo y lo único que faltará será el letrero que anunciaba la venta del lote.

Maurizio Bagatin, diciembre 2022
Foto: Lote en venta

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2 Comentarios

  1. Gran texto, querido Maurizio.

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  2. Anónimo25/12/22

    Tremenda realidad, la sobre población exije continuar la vida, sea como sea. Muy buena observación y descripción en lo narrado.

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