Cuando la serpiente se cruzó en nuestro camino, nos miró -juro por los Apus que lo hizo-, se dejó fotografiar y siguió con lo suyo- pregunté a un amauta que significados encerraba el inesperado suceso. Recuerdo que me dijo que sólo a nosotros nos pasaban esas cosas pero que no dudara que el acontecimiento auguraba dicha y buenaventura. ¿Porqué? -le insistí vía e mail, presintiendo la respuesta. Porque, Pablo, la serpiente, entre nosotros, entre estas montañas, siempre será símbolo de energía vital, de fertilidad, de fuerza. Los líderes de la mayor rebelión indígena anticolonial de nuestra historia la honraron en sus nombres de guerra: Amaru/ Katari. La serpiente es sagrada. Toda serpiente lo es.
El sabio no se equivocó. Hoy me volví a cruzar con ella, con esta serpiente que nos habita desde que la cruzamos caminando por el cerro Jacha Palla, por los lados de Río Abajo, donde vivíamos. La regresó a mí, la Carolina, ordenando sus archivos fotográficos. Diosa del mundo de abajo, cargada de magnetismo y belleza, el hallazgo de la serpiente sigue siendo un buen augurio en estos tiempos convulsos. Gracias Sagrada Madre por poder recibirla una vez más, que sea en buena hora y que la serpiente se cruce en tu camino también. Con el permiso de los Apus de Chiaraque, de Jalla Pacha, de Mullumarka y de Huacallani, que así sea.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 8 de enero de 2023
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