Cuando vives en una cabecera de valle, aprendes que cuando llueve, llueve nomás. Y la lluvia cae de múltiples maneras, pero siempre danza y siempre halaga: ves como los cerros reverdecen, la flora se desata, la vida crece, día a día
Estas en el territorio donde las aguas bajan, bajan sin que nada las detenga, bajan a fertilizar el resto del mundo, bajan imantadas por el llamado de la Mama Cocha, la Diosa Madre de todas las aguas, la mar, el infinito océano, donde se conjugó el principio y donde mora el final
Si lo sientes así, celebras que el agua caiga y se derrame desde los dominios celestes y audaz se precipite y agite a las piedras, colme las quebradas, agigante los ríos, los cave cada vez más hondos, más tempestuosos, invencibles
Ellos asumen una tarea colosal: llevar tus mensajes hasta el agua grande, la tierra líquida sin mal, el paraíso elemental
Por eso, debes celebrar que llueva, debes honrar a la lluvia: es tu aliada, tu guardiana y tu guía
Cuando el agobio te abrume, mírala correr, llena de fuerza, imparable, invicta
Cuando te sientas cautivo, siente su libertad, arrasando todas las murallas, sagrado huayco
Cuando te pierdas: las aguas bajan, baja con ellas
Hallaras el sol y la luna y el abrazo de Mama Cocha
Volverás de nuevo al origen y nadie se pierde, si regresa.
Pablo Cingolani
Antaqawa, 10 de febrero de 2023
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