@ Ego de Kaska |
“…se non sono gigli son pur sempre figli vittime di questo mondo” –
Fabrizio De André –
La última fuga fue en bicicleta, por las calles de Bologna, secuestrado por un mito que se construyó de poco a poco o que heredó de la sangre o de la historia; su padre decía siempre que Horst parecía un predestinado…o fueron el hambre y la injusticia en moldearlo así o fueron la emigración y la discriminación en conducirlo en creer y en querer otra vida, nunca la que sus padres habían sufrido…y así empezó haciéndose bandido, bandido en bicicleta, el amable ladrón que asaltaba bancos – inspirado por Brecht dijo alguna vez – con una pistola de juguete y su sonrisa sincera pedía gentilmente les llenaran de “vil metal” la bolsa de plástico, luego se salía dejando rosas a las desafortunadas cajeras, era un anarquista individualista, le gustaban las lindas mujeres, los vinos buenos, los lindos trajes, la bella vida. Su mito era el del hombre con el manto negro, el que iba en bicicleta a cazar fascistas por la Bolognina, el barrio proletario de Bologna; su historia era lejana a la de Henry Charrière – sí lo de Papillon – pero Crazy Horst era así puro hasta parecer ingenuo, siempre sinceramente simple, autentico, amaba las bicicletas, correr al infinito, hacia lo imposible, con una amante sentada en el bastón y él abrazándola y besándola, luego lanzarse en una pradera y hacer al amor, recitarle poesías, acariciarla, el amable ladrón era un romántico de otra época, un poeta lanzado en el asfalto de los años de plomo, de la Milán calibro 9, de la ya perceptible violencia gratuita… Horst Fantazzini cuando no amaba entraba en depresión, entraba en un hueco negro y se volvía una esfinge, en el albergaran dos almas, la solar italiana, heredada de su padre Libero y la fría alemana, de su madre Bertha, su doble naturaleza nunca pudo cambiarla, en sus gestos extremos, entre el heroísmo y el amor imposible, estaba encerrada su fuerte y al mismo tiempo tierna personalidad. Su última amada, Pralina, fue como él deseaba fuera una mujer: una esposa, una prostituta, una madre, una hija, una hermana, una amiga, un hada, un ángel, su único amor… La cárcel, como la enfermedad, no mejora a los hombres, y él en la cárcel estuvo demasiado tiempo, atrapado por una cadena de delitos que lo encadenaban a otras condenas, así sin tregua vivió la mayor parte de su vida entre cuatro malditas paredes – él que si no la hubiera pasado ahí, le hubiera gustado pasarla haciendo al amor – Hosti el generoso, el quisquilloso, el indulgente Horst, nunca triste, nunca malo, nunca resignado, nunca delincuente. Simplemente él mismo.
Maurizio Bagatin
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Publicado originalmente en Conexión Norte Sur 3/9/23
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