Pintura: Marc Chagall |
Maurizio Bagatin
Love alters not with his brief hours and weeks,
But bears it out even to the edge of doom:
If this be error and upon me proved,
I never writ, nor no man ever loved
William Shakespeare
Debe existir aún quien dude del primer amor, alguien que no admita que el primer amor son todos los demás amores. El primer amor que sabe camuflarse, que sabe ponerse la máscara y amar siempre como si fuera la primera vez. Hay amor por el primer amor y como a él ninguno. Lo conservamos en un escriño que para nosotros es de oro, es el amor que siempre sale en socorro cuando estamos sin amor, cuando parece que todo el amor se ha consumido, cuando lo sentimos desmoronado. El primero amor no tiene rivales. Son todos los amores que gracias a él se vuelven otra vez amor. El primer amor es un sentimiento y al mismo tiempo es mucho más.
Imperfectos, imposibles, ridículos, frágiles y difíciles, a los amores la literatura les ha obsequiado todos los adjetivos superfluos e infalibles. La poesía les ha forjado rimas sin memoria como también palabras sin sal. El amor es un sentimiento que no podría vivir sin su contrario, el odio; no podría existir sin la falta de amor, sin el desamor. Y desde siempre hemos necesitado narrar su historia, fue lo de Ulises por Penélope su primer amor, lo de Dante por Beatriz, lo de Petrarca por Laura, lo de Kierkegaard por Regine, lo de Oscar Wilde por Florence Balcombe, de Kafka por Felice, de Pessoa por Ofélia. En el ágape y en el amour fou, como en el amor cortés, para el primer amor hay siempre una posibilidad. Y cómo no, la literatura es también cómplice de la imposibilidad de un primer amor, Romeo y Giulietta, Renzo y Lucia, Siegfried y Kriemhild, Sigurdhr y Gundhrun…
Besos robados, el sudor y el encanto de la primera vez. No se olvida nunca, cantan los románticos; se van tejiendo en las novelas de Harmony y en la gran literatura, trovadores y aedos que a los ochenta años siguen recordando quién fue, el lugar y la fecha de aquel momento. No habrá una Anna Karenina, desaparecerán Creúsa y la genealogía de la soledad que tuvo inicio y finalizó con Úrsula Iguarán. Solo en el mito de Eurínome encontraremos otra vez nuestro primer amor. Los años son solamente algunos momentos; el primer amor queda por siempre ahí, frente a nuestros ojos, en nuestra memoria aún sincera e inocente.
Cuando no pensabas en mí, cuando me ignorabas, siempre el primero amor es el último, siempre es el mejor. Un amor que sabe a dialecto y a mermelada de higo, perfuma a primavera y pica como las ortigas en verano. Abandonado el amor de madre, el primer amor es el amor que nos permite reconocerlos a todos, a la amante y a la hija, a la caminante amada solo en aquel instante. El primer amor merece todo este amor.
¿Sordo, ciego y mudo? Puede ser, en la embriaguez de las mariposas que saltan, que bailan y que vuelan en el estómago. ¿Platónico? También, por cantar su ideal, la verdad anterior a la realidad. Hay que diseñarlo al primer amor, antes de tenerlo, soñarlo antes de haberlo, amarlo antes de conquistarlo.
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Publicado originalmente en 88 Grados /29/10/2023/
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