Seguirá lloviendo, marzo se desliza en el pantano y el horror de los muertos en las carreteras. Las lagunas están al tope y el verde está como nunca lo hemos imaginado. Olisqueamos perfumes que no son nuevos, sino olvidados. Lo epitafios de esta época hablaran de la estupidez del animal humano. Hay una prosa en el dolor del presente, a momentos bordea la crueldad sincera de Céline. Una cholita en bicicleta mountain bike traza un camino entre charcos de lluvia y el espejo que refleja su pasaje; silba de lejos la zampoña del afilador de cuchillos, hasta el mediodía vamos consumiendo el silencio, después veremos la forzada alegría que marcó a Isherwood al pisar esta tierra andina.
La isla Sicilia se está volviendo una huerta tropical, leíamos ya en El Gatopardo un fragmento con este paisaje característico de esta tribulada tierra -aun sin el temor del llamado cambio climático- donde hoy se cultivan mangos y avocados, más aún en una colina entre Palermo y Trapani se pueden observar los cafetales más a norte del entero planeta.
El tiempo se está cansando, el monstruo anormal tendrá menos vida del normal. Sigue lloviendo hacia el cielo, en este horizonte embutido de locura. El monstruo se parece a Calígula, es un Napoleón neurótico, un Hitler alucinado. El soberano calla en la obsoleta Europa, naufraga en el Nuevo Mundo, la humanidad observa el ocaso ecológico de la naranja azul. El dasein extraviado como exactamente un siglo atrás. César mortal frente a un libro…
En literatura, “aquella forma privada de la utopía”, escribía Ricardo Piglia, la palabra es líquida y va tomando, arriesgadamente, la forma de su contenedor, el más antiguo, por cierto, que es la voz. En su máxima organización, surge la poesía; la más antigua expresión fue poética, fue oral y fue ciega. Nunca se cansará la palabra de expresar su sueño de veracidad, cantada, dictada, luego escrita. Es el petricor que lava el carnaval sin fin.
El año de las lluvias es un monito al reconciliarnos con la memoria. El joven no puede recordar el clima que fue, el viejo desea transmitir este recuerdo como una oralidad a conservarse. La lluvia nos transporta a la utopía del cuento, al medido silencio del deseo abstracto de la palabra y surreal del instante. Pensar en la noche es escribir en nuestra mente, estamos como cigarras en lugar de hacer como las hormigas y las abejas en el utilizar sus dos estómagos. No hay que desparramar nada, no debemos olvidar a nadie que no logremos abrazar nuevamente.
Maurizio Bagatin, 5 de marzo 2025
Imagen: Max Ernst, El ángel del hogar, 1937
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