“Ni siquiera las cartas extensas dicen la mitad de lo que dejó de ser escrito”
– Carlos Drummond de Andrade –
Franz Kafka escribió una carta al padre, quitándole de su literatura todo el expresionismo, el surrealismo posible, pero dejando aquella huella de su identidad metamorfoseada en la pesadilla de un existencialismo que a momentos fue sueño, y en otros momentos pesadilla. Toda la franqueza de su personalidad. Infinitudes de cartas, más de 1500 en toda su vida, Kafka escribió a Milena y a Felice, todas sus cartas se publicaron póstumas y seguimos buscando en ellas la magia de Praga, buscamos quienes fueron Julie Wohryzková, Dora Dymant, descubrir si entre él y Jaroslav Hašek hubo un solo encuentro o si también alguna epístola entre los dos.
Toda carta es un relato en búsqueda de lectores, los que recibieron la epístola y los que la leerán en futuro. Testimonio de una presencia más o menos efímera, la carta es el misterio de una confesión. «He hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta», Blaise Pascal se confesó así. En la literatura encontraremos millones de cartas escritas y millones aún sin respuestas. La carta es literatura y es intimidad, desahogo y vanidad.
Existen tremendas epístolas famosas, las Cartas de los profetas bíblicos, dirigidas a muchos analfabetos de aquella época y un intercambio epistolar entre Stefan Zweig y Joseph Roth que es un destilado de meticulosa literatura. Borges escribiendo a Rafael Cansinos Assens y a Adriano del Valle, a Estela Canto y a Elsa Astete Millán, a quien no escribió este “cantor del hipogrifo y de la charada”, tal vez a un Funes que nunca le hubiera contestado, a Beatriz Viterbo que sigue custodiando en el sótano de la calle Garay toda su “graciosa torpeza”.
Decía Pessoa que todas las cartas de amor son ridículas, pero que lo más ridículo es ser una de esas criaturas que jamás escribe cartas de amor. Poetas y escritores de cartas de amor lo fuimos todos, algunos renunciaron, otros siguen, Wislawa Szymborska no dejó nunca de escribirlas, poesías y cartas de amor, Escribe si vendrás, correspondencia y mucho más entre la poetisa y Kornel Filipowicz, fiel retrato de un amor “maduro y juguetón”.
“Le lettere” de Pier Paolo Pasolini, más de trescientas cartas escritas y enviadas a Paolo Volponi, Elsa Morante, Gianfranco Contini, Giuseppe Ungaretti, Attilio Bertolucci, Giorgio Bassani, Vanni Scheiwiller, Elio Bartolini y Elsa de’ Giorgi. La última carta, pocos días antes de su trágica muerte, aquella nota llena de palabras escritas con premura a su prima hermana Graziella Chiarcossi. Cartas que sin ser luteranas conservan la rebeldía del último poeta civil italiano.
Cuánto silencio mientras escribo una carta a un amigo lejano. Conservo aún esta carta y muchas cartas más, las que escribía a mi madre desde Camerún o México, desde Montelupone o desde Bolivia donde vivo ahora. Epistolario escrito en la emoción del momento, firme testimonio de la distancia, papel que absorbe la sangre de la tinta, el sudor y las imágenes de aquel momento. La carta al amigo tiene una fecha, conserva el sello postal que hoy es arqueología, las huellas de cargadores de los correos, las huellas del último cartero que la entregó a su destinatario. Y mucho más, tal vez el estado de ánimo que en nosotros ya no está, el humor y siempre algún detalle que encuentra el destinatario, que se le escapó a quien la escribió.
Hoy que los correos prácticamente desaparecieron, desaparece este encanto, este ritual con el ritmo de un tiempo aún biológico, firme a su simpleza, agarrar un bolígrafo, un papel, mirar el cielo nublado o, en la concentración, ir redactando alguna posible confesión. Al recibirla, encontrarse nuevamente con el exaltante fenómeno de la lectura, en la intimidad, el ocio y la contemplación.
Maurizio Bagatin, abril 2025
Publicado originalmente en Revista Gafe
Publicado originalmente en Revista Gafe
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