¿Cómo leerá la poesía un filósofo y más aún como leerá la filosofía un poeta? De esto se trata.
Leí por primera vez a Manuel Scorza en italiano, ahora me deleito leyéndolo en su idioma y con su prosa, porque solo el genio de José María Arguedas lo supera en profundidad. El Perú aún desconocido, afuera de sus rutas turísticas, cuando vas más allá de Huánuco y de Tingo María, dejando que te guíe Fitzcarraldo, conquistando lo inútil, que es lo mas importante. Perseverancia de la poesía erótica de María Emiliana Cornejo: “Y con infinita ternura/Cubriste mi cuerpo con tu cuerpo,/tienes que abrir las piernas, murmuraste,/y yo me sentí torpe y desolada”.
Inspiraciones de las mañanas de un verano excesivamente precoz, sale de una radio la voz de Antonello Venditti, el cantautor romano por antonomasia, rememorando su juventud y la universidad: “Compagno di scuola” (Compañero de escuela) y de la nada, de ayer y de siempre, cuando intentabas entender si eran preguntas o respuestas las palabras de los profesores, si Nietzsche y Marx eran realmente amigos y de cuando seguías preguntándote quien fue realmente Dante Alighieri. Canciones continuaremos a decir, como si la canción no fuera poesía.
“Olor de mi infancia, la salsa de tomate” para Simonetta, mientras doy vuelta en la olla a la roja pulpa que inicia su metamorfosis en salsa para la pasta, la pizza y cuantas otras recetas que trae la memoria de un niño que ha crecido entre aromas a cebollas que se encuentran con la zanahoria y la albahaca. Nombres árabes de muchas cosas de nuestras vidas, como el numero 0, el ajedrez y el álgebra. Divagaciones que permiten los sabores, en su fusión con los saberes. Divagamos.
Así de vieja es Europa. Hoy “es una pila de espadas entrelazadas como palitos chinos”, un continente donde no se puede fumar en público y donde “estás tan lleno de derechos que ya no eres libre de hacer nada”. Gauguin y Rimbaud la abandonaron un siglo y medio atrás.
José habla de Sinaloa y de un hermano perdido, del norte del México que no es el México de Ricardo Magón o de Pancho Villa. Rutas clandestinas de los centauros que en la noche se echan a dormir en una cama por despertar al madrugar en otra cama. Ayer destino de revolucionarios y hoy de narcos. “Cielito lindo de contrabando” sigue cantando Pedro Infante. Humean en el sartén las tortillas de willkaparu, las tortillas blancas, el poroto negro, los hongos con ajo y perejil. Donde no está el perejil dicen las amas de casa de todo el mundo.
Transcurre la tarde, música rock de la banda de mi hijo, rock que no puede deconstruir a los Nirvana y a su Seattle frágil, gris y estereotipo de una generación. El club de los 27 está lejos de aquí, vibra una guitarra eléctrica, John Henry Bonham resurge de las vísceras de un blues que tanto amé. Es la hora de recuperar el tiempo perdido, frente a un Jack Daniel’s, a Billie Holiday y a las promesas de lluvia.
Maurizio Bagatin, 27 de septiembre 2025
Imagen: Claude Monet, Crepúsculo en Venecia, 1908
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