¡Ay, qué maldad!

ROBERTO BURGOS CANTOR -.

Los análisis políticos sobre una situación determinada de una sociedad, reflexionan de manera privilegiada sobre aspectos conceptuales que explicarían las crisis o los logros. Como si las disciplinas que se ocupan de las sociedades humanas tuvieran un modelo de régimen de gobierno cuyos elementos constitutivos les permiten analizar, pronosticar, conjeturar, recomendar.

La sociedad, Frankenstein humano o celestial, Utopía realizada o esforzado acercamiento a lo posible, al fin y al cabo será un revuelto de sueños generosos y mezquindades. Esto en medio de la inconstancia, el ánimo voluble, el tedio tal vez. Lo advertía el señor de Montaigne: Hay cierta razón para formarse juicio de un hombre por los rasgos más comunes de su vida; más, dada la natural inestabilidad de nuestras costumbres y opiniones, con frecuencia he pensado que incluso los buenos autores hacen mal al obstinarse en atribuirnos un carácter sólido y constante.

Así la tremenda sacudida de insania que revienta al mundo tiene variadas interpretaciones. Desde la idea de civilización resquebrajada, la raíz intolerante de una y otra fe que sale del templo y escapa de la conciencia personal con látigo, el ideal de occidente de la democracia como horizonte de convivencia, y más. En tanto, la destrucción sin misericordia de las huellas de un pasado que nos permiten saber de la nobleza humana; las filas de expulsados de su suelo natal intentando pasar fronteras donde les exigen pasaportes, contratos de trabajo, visas, cuentas bancarias, afiliación a la seguridad social. Marchan despojados de todo y apenas llevan, con su hijos pequeños, restos de la vida que todavía les queda.

Ni qué decir de los sucesos en Alemania por los albergues. Y los buques de la muerte que flotan sin timón en el Mediterráneo cargados con la desesperanza humana. ¿A dónde voy compadre? ¿Cuánta vida tengo todavía?

Y en el croquis resultante del fracaso de Bolívar, acorde con nuestra todavía no asumida diferencia, vivimos de lo mismo.

Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina, Venezuela, Brasil, y las interesantes líneas de la mano de Guatemala, sin gitana que las lea.

En los 6 primeros mencionados, muchos científicos atribuyen los problemas, a la reelección de sus Presidentes. Recomiendan la terapia de abrir la silla del mando a caras nuevas. Sin duda esto sería ejemplar si los partidos políticos existieran y sirvieran para mantener una fuerza razonable de gobierno de una sociedad. Evitar el ánimo adánico de los caudillos fundadores. Cada uno quiere su estatua, por sus infamias o por sus realizaciones. Y a lo mejor la democracia es una locomotora donde los vagones pasan y no se distinguen.

Esto muestra algo de Colombia. ¿Quién pudo pensar que viviríamos 50 años de violencia? Debemos inventar el abrazo. No estuvo previsto en leyes muertas por desuso en su dogma.

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