No lo entienden


Miguel Sánchez-Ostiz

Lo que más llama la atención de los profesionales de la política atrapados beneficiándose indecorosamente de sus cargos o puestos burocráticos es que no entienden por qué se les denuncia y recrimina. La máscara de la dignidad herida y del padecimiento de una terrible injustica es la que acompaña de ordinario su procesamiento y las consecuencias de este. Están siempre tan seguros de haber actuado de manera correcta que su asombro, parejo a su mala fe,  es contagioso... De hecho no les falta razón. Según sus criterios han actuado de manera correcta,  porque ese es el problema: sus criterios, según los cuales el ejercicio de la cosa publica significa en la práctica beneficiarse de esta.
         El pitorreo más que la admiración ha venido acompañando el eco de las noticias que venían siempre de fuera, de otras culturas que parecen remotas, en las que se daba cuenta de que este o aquel político había dimitido por lo que aquí se considera nimiedades. Aquí no ha dimitido nadie de los que debieran haberlo hecho. Nadie... de verdadero motu propio. No se estila. Se toma como un signo de debilidad, y el poder debe ser fuerte y honorable, el poder debe ser cómplice de la infamia llegado el caso, debe tapar más que destapar, debe apoyar al corrupto en la medida en que todos pueden serlo en un momento o en otro: hoy por ti, mañana por mí. De lo contario no se entiende. Antes que destapar y clarear, echar a rodar la chicana jurídica, las disquisiciones, el retorcer argumentos legaloides.
         Cumplir con lo estipulado, porque estipulación es o así debe ser tomado lo dicho en los programas electorales, no usar el cargo o el puesto para alimentar un red de beneficiarios, amigos y familiares, no actuar con descaro al margen de la ley en la confianza de que teniendo las riendas del poder no va a pasar nada, deberían ser normas de ética política, pero esto se ve que no se entiende o se entiende mal, y es cosa de curas, de ilusos o poco menos.
          Se entiende mejor, por contra, que el poder es trago de mucha graduación porque se nota que embriaga, ensoberbece y que debe ser muy fuerte la tentación de aprovecharse de la manera que sea del cargo o puesto que se ocupa, para sí, sus amigos, deudos y allegados. Es como si una vez conseguido el cargo político o el puesto administrativo entraran en otra dimensión, en otra casta social en la que las reglas del común son desdeñables porque ellos se rigen por otras, la ventaja inmediata la primera de ellas... y para siempre, en un continuo hereditario, familiar, y al final mafioso con descaro.
         No tengo la menor esperanza de que esto cambie, ni ahora mismo, ni en un futuro inmediato. La cosa pública como negocio particular es una tara que viene tan de lejos, tiene tantas implicaciones educacionales, culturales y religiosas, que haría falta un programa de renovación y reconstrucción general que en este nuevo mundo que vivimos da más risa que otra cosa. Dejar de creer en la selva y su ley, y que se pueda reconducir esta, es gollería. Me temo que, incluso, esta reflexión tiene tintes de sermón anacrónico porque el juego es otro y yo al menos no me explico bien sus reglas. Mi generación, no toda, no nos engañemos, se sigue moviendo de cerca o de lejos por referencia del humanismo surgido después de la Segunda Guerra Mundial y eso está más que acabado, es objeto de la carcajada de las fieras de las sicavs, los panamás, los consejos de administración de estafas públicas y las ejecutivas de partidos que son negocios, solo eso, negocios, por mucho que sus protagonistas hubiesen pasado por Lovaina haciéndose los preocupaos antes de oficiar de puntos de tablao, palmeros de caseta de abril y de putero de Semana Grande... gentuza de caja de ahorros y socialismo de impostores. Me temo, una vez más, que me encuentro más ante lo que es que ante lo me gustaría que fuera, pero me conformaría, no ya con que lo intentaran, sino que por lo menos, cuando les atrapan, entendieran algo elemental: que no es de recibo la falta de decoro y que si estamos obligados a vivir en un permanente trágala, al menos que tengan el coraje de declarar que esto es la ley de la selva y solo por ella está regido. 

*** Artículo publicado en los periódicos del Grupo Noticias, 15.5.2016

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