El testamento de un liquen



Sepan que viví mil años o algo así aferrado a una piedra
El tiempo es algo que jamás me importó
Nunca supe si era un día o un año los que se sucedían
Me cortejaban las aves y los vientos: eso me seducía

No hubiera querido ser ni ave ni viento
Ni menos que menos hombre: orgulloso estoy
De haber sido siempre liquen
Ni acacia, ni cedro, simplemente un liquen

Cuando me di cuenta que era eso, que era un liquen
Viví cada amanecer como si fuera el último
Y a cada noche agradecí seguirme amparando
Estoy feliz por ello: mi vida era mía y de nadie más

Ahora que estoy muriendo, escribo este testamento
Sepan una cosa: mil años o un día es lo mismo
Si no saben ser líquenes, líquenes auténticos, profundos
Líquenes como yo me siento, la vida es nada, el tiempo menos.

Pablo Cingolani
Antaqawa, 10 de mayo de 2019

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