La vimos venir con Polo Montenegro y Ramiro Orellana desde la entrada de la universidad con un garbo y una gracia propia de su estampa de pequeña bailarina. Su sonrisa develaba el orgullo de saberse contemplada por tres machos cuyas edades sumaban casi un siglo y medio de existencia (siendo yo el menor de la tríada). “Ahí viene la musa que nos va quedando”, dijo Polo en alusión a que Mabel era la única compañera de magíster que aún lucha por llegar hasta el final. Del resto de las féminas no hemos tenido noticias, perdidas quizá entre la cesantía, el trabajo agobiante, la economía de Hugo Fazio, la cuestión social de Sergio Grez, la subjetividad de Harambour Ross, los platos sucios, mocosos gritones y llorosos y, por cierto, la tentación filosa del femicidio.
Primero su sonrisa radiante, luego sus ojos del color de la greda y el blanco leche de su piel, después el resto del cuerpo con una vestimenta que recordaba a una actriz de la Nueva Ola Francesa. La producción justa y necesaria para lucirse delante de los flashes inexistentes, aparte de los leves estallidos de sol que se colaban por las cornisas del antiguo edificio de Huérfanos, hoy reciclado como casa de estudios. Mabel, graciosa, risueña, encantadora, me besuqueó sonoramente y me tomó del brazo para sostener una conversación con Polo y Ramiro respecto de las próximas elecciones presidenciales y el entreguismo del Partido Comunista por unos míseros cupos parlamentarios. Dado mi total acuerdo con esta medida antiexclusión guardé silencio en el debate, demasiado izquierdista para mi consciencia pequeño burguesa.
Pero el tema del trabajo del ramo Democracia y Neoliberalismo del profesor Daniel Palma cambió el curso de los acontecimientos: “¡Al final ninguna de las ideas que me diste por teléfono me sirvió y estoy muy atrasada! –me encaró Mabel zamarreándome la manga de la chaqueta-. Ya debería haberlo entregado. Si el trabajo fuera como el país, recién iría por Antofagasta”. No habiendo motivos para culpas u omisiones a tan tempranas horas –estábamos en el intermedio de una clase, cerca de las once de la mañana, pero Mabel, su marido e hijo se quedaron haciendo alfajores hasta altas horas de la madrugada y no fueron capaces de oír el despertador-, opté por darle una opinión sincera del asunto: “Creo que te estás enredando demasiado. En vez de hacer algo tan actual como el impacto del neoliberalismo sobre los grupos sociales, deberías tomar un tema como el populismo en cualquier país de Latinoamérica durante el siglo XX. Ahí te puedo ayudar todo lo que quieras. Pero en ese asunto tan rebuscado en que estás metida es imposible darte cualquier idea”. Dando paso a su autoasumida bipolaridad, rechazó mi brazo y me empujó hacia los paneles de los diarios murales de la universidad: “¿Crees que me interesa escribir sobre cosas que pasaron antes que yo naciera? Eso es pasado y bien pasado que está. Leseras que sólo a ti te interesan. A mí me importa el ahora y lo que viene”. A la ligera, como se comenta el estado del tiempo, mientras regresábamos hacia la sala de clases junto a Polo, Ramiro y Mabel, lancé una frase sin meditarla demasiado: “Nuestra querida Mabel debió estudiar un magíster en ciencia ficción o en futurismo y no de historia”, generando las risas de Polo y Ramiro, ignorantes del volcán que contribuí a despertar.
Antes de iniciar la segunda parte de la clase, Mabel se plantó frente a mí y lanzó sobre mi escritorio, como si fuesen piedras o papas, una serie de libros que yo le había facilitado la semana pasada. “Toma, estas cuestiones son tuyas y no quiero cargarlas en mi espalda”, dijo con ira. “¿Qué te pasa Mabel?”, le pregunté intentando ponerme de pie. “¿Ves esa cortina café de la ventana? -contestó mirando el infinito, sin moderar el tono de su voz a pesar de que el resto del curso y el profesor nos contemplaban como si fuésemos una película-. Me gustaría que hubiera un hermoso paisaje para ignorarte.
4 Comentarios
Me gusta la manera en la que termina el texto. Eso es clase en una dama.
ResponderEliminarQue buen relajo me has dado Claudio con este texto.Me he reído bastante, sobre todo con ese orgullo mostrado por tu compañera al final del relato.
ResponderEliminarBuen relato me gustó mucho, me quedé pegada con ese personaje.
ResponderEliminarSaludos.
Hay cierto tipo de mujeres que son en sí ciencia ficción. Buena historia, la había leido en la primera publicación y en esta segunda no me olvido del comentario!
ResponderEliminarAbrazos, cuidate y espero que regreses al ruedo pronto!