Hace diez años mis pasiones eran mi jardín, hacer vestidos de colores para mi nena, y escribir poesía. La verdad es que siempre he tenido todo el tiempo del mundo para mí, para hacer lo que me gusta. Es una de las cosas que siempre le habré de agradecer a esta vida (por que de las anteriores ni me acuerdo). En ese entonces tenia yo un matrimonio que más que eso, parecía un buen acuerdo de conveniencias. Mi esposo tenía una muñequita de aparador quince años menor que él, para alimentar su ego de macho; yo tenía comodidad económica, me obsequiaban costosas joyas los días de fiesta y se me cumplían todos mis gustos. Los celos obsesivos eran el aderezo. Como todo negocio a largo plazo, el nuestro terminó por ser uno muy malo. Al final él no se conformaba con lo que tenía, quería una muñeca aun más nueva. Y yo no conseguía lo que tanto anhelaba y que no se podía comprar, ni con dinero ni con monotonía.
Al final finiquitamos nuestro acuerdo de una manera muy conveniente para ambos. Yo me dedico a cuidar a nuestra hija, le contesto cada vez que me llama y hago gala de toda la paciencia que me queda para él; a cambio, me sigue pagando por mi tiempo para tener su conciencia tranquila, y que la culpa le permita dormir.
Trece años suenan muy largos, cuando lo pronuncia uno con la solemnidad correspondiente. Pero la verdad es que vistos desde el umbral donde me encuentro parada, no lo son tanto. Trece años se me fueron en un parpadeo, se me fueron mis veintes, para despertar en estos treintas que me saben tan raro.
La única satisfacción de todo ese tiempo, es una niña que ahora está próxima a cumplir sus quince años.
A la mayoría de las mujeres les agrada quejarse del ex marido, de lo mucho que el hijo de puta las hizo sufrir, de lo sucio o desordenado que siempre fue y de cómo se le olvidaban las fechas importantes. De cómo fueron desapareciendo los pequeños detalles, esos que siempre hacen dulce la cotidianeidad.
Yo no me quejo. Soy la suma de todo lo bueno y todo lo malo que me ha sucedido. Mi pasado está lleno de cosas que no recuerdo por que tengo pésima memoria, y de las que no quiero recordar; que afortunadamente también estoy olvidando. Mi mejor momento es hoy, ahora, en este preciso instante porque no volveré a ser así de joven, así de viva, así de insoportable, ni volveré a ser tan groseramente feliz.
Siempre he pensado que uno tiene lo que se merece. Nada más que lo que uno deseaba y se construyó para sí mismo. Yo quise a ese hombre para mí desde el momento en que lo vi, y lo tuve. Tristemente, él no supo o no quiso nunca hacerme suya. Suya de verdad.
Para mi es mentira aquello de que el amor sólo surge cuando existe la conciencia de quién es el otro, porque en realidad nunca conocemos a nadie, ni siquiera, nos conocemos bien nosotros mismos; presumir de que conocemos a alguien más raya en la completa ingenuidad. La vida a ratos, se torna brillante, otras, se pone muy opaca. Pero no dejo de sentir que cada minuto vale la pena.
Hace poco veía una película donde el personaje central sabe que tiene poco tiempo de vida, y ya sabrás; se decide a hacer todo lo que no ha probado por miedo, por desidia, por holgazanería, por vergüenza, o por tantito sentido común. A mí me da risa ese concepto.
Yo no tengo una lista de las diez cosas que quisiera hacer antes de morir. Dentro de mis posibilidades y alcances, he hecho todo lo que he querido, aunque no lo he vivido todo. Ni lo he hecho todo. Talvez mis deseos eran poquitos y muy sensatos, o como me temo, tengo muy poca imaginación.
Para mi es mentira aquello de que el amor sólo surge cuando existe la conciencia de quién es el otro, porque en realidad nunca conocemos a nadie, ni siquiera, nos conocemos bien nosotros mismos; presumir de que conocemos a alguien más raya en la completa ingenuidad. La vida a ratos, se torna brillante, otras, se pone muy opaca. Pero no dejo de sentir que cada minuto vale la pena.
Hace poco veía una película donde el personaje central sabe que tiene poco tiempo de vida, y ya sabrás; se decide a hacer todo lo que no ha probado por miedo, por desidia, por holgazanería, por vergüenza, o por tantito sentido común. A mí me da risa ese concepto.
Yo no tengo una lista de las diez cosas que quisiera hacer antes de morir. Dentro de mis posibilidades y alcances, he hecho todo lo que he querido, aunque no lo he vivido todo. Ni lo he hecho todo. Talvez mis deseos eran poquitos y muy sensatos, o como me temo, tengo muy poca imaginación.
Mi madre solía decirme que después de los veinte la vida se te va como agua. Cuánta razón tenía. Ahora ya no me lo dice, seguro porque dejé los veinte hace mucho, o por que ha adivinado en mi mirada ese “lo sé”, que nunca he dicho en voz alta como respuesta.
Sólo existen tres cosas que me gustarían antes de morir. Y eso, sólo por que las estoy pensando ahora. Quisiera ver a mi hija un poco más adulta. Saber que no me necesita mas de lo que se necesita un recuerdo. Quisiera volver a ver tus ojos, mirándome desde abajo, con tu cabeza metida entre mis senos y tus manos en mi cadera. Quisiera volver a beber agua de tu boca. Estoy segura de que no volvería a sentir sed adonde vaya después.
14 Comentarios
En unas cuantas frases has expuesto toda la verdad de lo que son las relaciones de parejaa.
ResponderEliminarAl buen entendedor con pocas palabras basta.
Tal vez haya muchos hombres que piensen que ellos no son culpables del deterioro de las relaciones pero, tristemente, son ellos y nadie más que ellos por ese afán de querer otras muñequitas con las que jugar. El amor es el mejor patrimonio que tenemos y se nos va de las manos por esa merma de detalles que dulcifican lo cotidiano como tú dices.
Me ha encantado tu relato, aparentemente frívolo. Tantas cosas tuviste, tantos caprichitos, tantas facilidades para hacer lo que quieres y, sin embargo, ahí està la mujer, entera, de una pieza, con los sentimientos a flor de piel y echados por tierra porque el agua de aquella fuente se secó, como se secaron las margaritas y de pena lloraban.
Un fuerte abrazo.
En el nombre de mi especie, me declaro culpable... Un poco de clemencia, por favorcito, Lilymeth, un poco de clemencia...
ResponderEliminarHonestidad sin concesiones. Declárome culpable de pensamiento, palabra, obra y omisión. La mochila cultural pesa como una condenada y nos impide madurar. Algo se logra, no mucho.
ResponderEliminarUn escrito claro y soberbio, reivindicador de la valía femenina y lleno de amor, de ruido y de furia.
Hoy que lo releo, me doy cuenta que cometí un terrible error en el cierre. Me levanté de la cama para venir a decirlo. Uno que da la posibilidad de una interpretación doble. Confieso que el tono que ha tomado el texto por dicha confusión, me agrada. Esa solemnidad y crudeza, no se las habría podido dar de haberlo deseado.
ResponderEliminarA fin de cuentas, si quien lo lee reflexiona un momento sobre sus relaciones pasadas, habrá valido la pena.
Me parece que es un error digno, sin ninguna alevosía.
Suele suceder, Lilymeth. Cuando escribo compulsivamente me salen los mejores textos y las verdades del alma disparadas hacia la libertad, antes que la prudencia o el pudor las pueda empujar a su corral. A mi me gusta tal como está Lilymeth, es un texto cerrado, redondo y rotundo.
ResponderEliminarReleo el texto varias veces y no encuentro el "terrible error en el cierre". Me encanta tu escrito y coincido con Jorge en que es un texto redondo y rotundo. No he percibido sin embargo ningún atisbo de reproche hacia el género masculino, ni me ha provocado reflexionar sobre mis relaciones pasadas.
ResponderEliminarMuy al contrario, me transmite sensaciones positivas y me imprime una huella en la que se mezclan amor, ternura y optimismo y ¿por qué no decirlo? mucha complicidad con quien lo ha escrito.
"Solo tres cosas" me habla de fortaleza y amor, del presente y del futuro.
Vuelvo a leerlo mientras escribo esto y me quedo pegajosa de dulzura y mirando al frente.
Elena Hernández
Coincido totalmente con los comentarios anteriores. Hay tanta seguridad en tu postura que no hay culpas, victimas ni victimarios.. Exponés tu relación pasada y parte de tu vida tal como se dio y a cada palabra enunciada sobrevine el olvido reparador que le da frescura a tu alma.
ResponderEliminarTe felicito Lilymeth, debo aprender un poco de eso. Un abrazo.
Es la cadencia luminosa de tu prosa, lo que impide leer el lado terrible de las cosas. Uno siempre tiene la sensación de deslizarse por un hipnóptico espejismo.
ResponderEliminarlily es precioso un poco me refleja...un beso
ResponderEliminarHola Lilymeth, Muy humana tu expresión y situaciones similares se ven en ambos sexos cuando se llega a una edad de reflexión : Saludos Helio Ruiz www.hrnews.se
ResponderEliminarconciliación y alegría es lo que se desprende de este escrito y la línea final es refrescante ya que habla de la esperanza, joven siempre y del poder renovador del amor. Aprender a amar la vida es aceptar todas sus partes; no se puede hacerle cirugía para dejarla más bella, porque le quitas los órganos vitales. Un hombre ido te deja en tu alma el conocimiento de ti misma; otro te deja el recuerdo de la pasión como cicatriz gozosa; un tercero te deja una hija. Si el cuerpo no puede ser virgen o casto eternamente, el alma tampoco.
ResponderEliminarHola Lily. Al cabo de un tiempo vuelvo a leerte y compruebo una madurez sin límites. Tu escrito es elegante y limpio. Dices las cosas sin herir y ayudas a los hombres que te lean a rectificar, a entonar el "mea culpa", pero los hombres son así.Rectificarán pero momentáneamente, para volver a ser lo que son: hombres, nada más. Creo que lo he dicho alguna vez. El hombre, además de estar en posesión de sentimientos, son mecánicos y sabes a lo que me refiero. Y, por otra parte, se necesita ese mecanismo para la perpetuación de la especie. La hembra, la mujer, tiene una misión mucho más alta, cual es el cuidado de lo que se gesta en el útero.
ResponderEliminarPor cierto, veo que mi amigo Helio Ruíz, aparece por aquí, y me alegro. Un beso amiga.
Muy bueno tu escrito, me hace reflexionar demasiado.
ResponderEliminarEn fin.... me dejó melancolica
Elocuente y madura reflexión llena de sabiduría. Sin victimismo, sin reproches...con un impecable estilo personal y literario.
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