LILYMETH MENA -.
Cuando abrí los ojos todo era nuevo. El suelo. El techo. Cuanto me rodeaba era blanco y luminoso. No tenia la menor idea de lo que debía hacer, si tenia que buscar algo, o esperar a alguien. Dentro de mi confusión vislumbré un tapete a lo lejos; sobre el cual había varias cajas de cartón.
Con toda la confianza de un niño de mi edad, me puse de rodillas sobre el mullido tapete y abrí una por una todas las cajas. Dentro de seis de ellas había fichas Lego de distintos tamaños, formas y colores. En otras tres había figurillas que representaban seres humanos, también de distintos colores, tallas, complexiones, y sexos. En las dos ultimas había muchos animales, plantas, arboles, volcanes, ríos, mares, montañas, y dos sobres de papel sellados en los que se leía “Huracanes” y “Terremotos”.
Me acomodé entonces y me dispuse a construir mi utopía.
Un pequeño universo donde todo fuera perfecto.
Con las fichas fui construyendo casitas de colores que fui sembrando sobre el tapete. Coloqué personitas que las habitaran y puse a su alcance ríos, fauna y animales.
Una vez que sentí que todo estaba armado para marchar perfecto, me senté en una orilla y esperé.
Al principio todo estaba bien y todos trabajaban por el bien común. Como sucede en las pequeñas aldeas, había un hombrecito que junto con su familia cuidaba del rebaño. Otro hombre y su mujer habían aprendido a preparar una especie de pan rustico. Y también había un reducido grupo de agricultores que se encargaban de hacer rendir a la tierra.
Poco después las personitas se multiplicaron, las casitas de colores dejaron de ser suficientes, igual que el alimento y la tierra. No podía dejarlos así, tuve que ayudarles.
Me vi obligado a disponer de una parte más grande del tapete.
Comencé a construir edificios ocupando el mismo lugar que ocuparía una casa grande. Así podía darle un hogar a más personitas utilizando la misma cantidad de espacio. Intenté dejar siempre entre ciudad y ciudad, un área digna para los animales, los ríos, y las montañas.
Pero mientras yo me desgastaba ya con hacer funcionar mi pequeño universo, las personitas que hasta ese momento dormían dentro de las cajas de carton, fueron despertando y salían a brincos de su prisión para conquistar un pedazo de aquel hábitat recién terminado.
Para cuando se me acabaron las fichas ya todos habían escapado, incluso los animales. No me quedó más remedio que ir apilando las cajas vacías por fuera del tapete. Incluso yo tuve que salir de él por que mi enormidad y torpeza resultaban evidentes. No deseaba estropear ningún edificio ni quería lastimar a nadie.
Me quedé entonces de pie, observando todo lo que sucedía.
Las personitas comenzaron a dividirse según su color y sus recién nacidas creencias. De una manera muy pronta me di cuenta de que los recursos no se repartían de una manera justa. Y cuando ellos mismos notaron lo que yo, comenzaron a pelear.
Cuando suficientes hombrecitos habían muerto. Se armaron grupos de conciliación para intentar negociar y llegar a un acuerdo razonable. Entonces ellos idearon algo que a mi no se me pudo ocurrir. Nombraron a un puñado de ellos para dirigir sus ciudades, para crear leyes y ver que todos las cumplieran.
Fue así que se llegó a alcanzar cierta paz. O eso quería pensar.
No se si se me salió de alguna de las cajas un accesorio que había vuelto a mis personitas desconfiadas, cizañosas, y pendencieras. Pero pronto se perdió la credibilidad en sus políticos.
Hubo levantamientos internos, magnicidios y terrorismo.
Eran tantas las personitas que la carestía y la pobreza los llevaron a cometer actos desesperados, que me despertaban mucha tristeza.
Me vi orillado a abrir uno de los sobres sellados esperando encontrar en ellos alguna solución, una tregua. Por que todos sabemos que luego de la tempestad llega la calma.
Tras utilizar el sobre, las personitas se unieron por la desgracia y el dolor. El numero de habitantes se redujo visiblemente y fue como un renacer. La continuidad de un capitulo no escrito. La esperanza junto con todo lo que era bueno y verde, volvieron a crecer en mi acongojado corazón.
Pero no tuve en cuenta la naturaleza humana.
En pocas horas las personitas se habían multiplicado de nuevo, y los desacuerdos y resentimientos volvían a relucir. La tregua había sido muy breve.
Después de varios intentos y del uso frecuente de los sobres sellados, entendí que el hombre y su bestial naturaleza son incontenibles. Terminé por usar del todo el contenido de ambos sobres. Recogí todo y lo devolví con orden a su respectiva caja. Las cerré de nuevo. Coloqué cada una en su lugar. Me puse de pie, me sacudí el pantalón y regresé por donde había llegado.
5 Comentarios
La idea de que en el fondo solamente somos un juguete en manos de un niño aburrido al que llamamos Dios, un experimento fallido al fin y al cabo, es en cierta manera como quitarle la banqueta de debajo de los pies sobre la que se sube como un falso gigante el ser humano provocándole su caída.
ResponderEliminarCasi que prefiero esta historia del Genésis y del Apocalipsis que la bíblica, llena de serpientes ladinas, dragones y monstruos que surgen al son de unas terribles trompetas.
Lo que no cambia, Lilymeth, es la naturaleza autodestructiva del hombre. Ya sea en un mundo de legos, en el entorno mágico y supersticioso de la Biblia o en este mundo real, sigue siendo ese pequeño y mezquino ser.
Un relato muy original, querida amiga.
Cierto, el título es muy real Lilymeth, te digo el por que; me operé de un oído le pedí a mi dios que todo saliera bien y fue todo casi genial, oigo mucho mejor.
ResponderEliminarmuy original tu historia, me ha gustado, lo dicho solo mi dios es mejor que tu
un buen fin de semana para ti y mi Dios y tyo te bendiga
parao3198
José Luis Ramos
Un relato que asombra. Necesito creer en Dios por un montón de razones ¿y si nos vuelven a meter a la caja? No sería mala idea. se acabaría todo y no necesitaría rezar cada vez que tengo problemas.
ResponderEliminarJugar a ser dios, construir en la mente una otra realidad que acaba pareciéndose demasiado a la que vivimos... está buenísmo porque acaba siendo una forma de empezar a entender que nunca comprenderemos acabadamente por qué somos como somos.
ResponderEliminarMe gustó mucho, saludos Lilymeth.
El dios que nos meten a la fuerza cuando somos chiquitos no tiene nada de bueno, mas bien mucho de perversito. Sho sería una mejor diosa y haría un mundo mejor para mí .. jo, jo, jo..
ResponderEliminar♦♦JULY LOVE♦♦