ENCARNA MORÍN -.
“La historia de la humanidad ha sido escrita a través de la historia de los movimientos migratorios” (José Saramago)
Toco
el mortero blanco de mármol. Es grande y pesado, tiene el fondo
quebrado de tanto que machacaron dentro de él. Lo tengo en mis manos,
sorprendida, de cuánta historia esconde. Lo recorro y acaricio con mis
dedos intentando que hable. Quiero que me diga todo lo que sabe. Lo que
aún a mi me falta y sólo él sabe.
Vino en un barco. Hizo una travesía en la bodega, en aquel largo viaje, en el fondo del baúl.
Allá
en Uruguay servía para romper los terrones de azúcar. En Lanzarote, se
le dieron varios usos, uno de ellos majar el millo duro para el caldo.
Fue así como poco a poco se quebró.
Recorro el mortero con mis dedos con los ojos cerrados. Es pesado y grande.
Por el camino en algún momento de su azarosa vida, perdió su mano, que alguien, de forma práctica, reemplazó por una piedra del volcán dura y afilada, dejando claro así, que es de dos partes, de dos trozos de materia diferentes, que pertenece a dos realidades.
Como casi
todos nosotros, como lo es nuestra historia: de dos partes. Dividida,
como Chacho, que llegó desde Argentina en el 76, en plena dictadura
militar, y cuando lo desaparecidos ya rondaban lo veinte mil y retornó
allí treinta años mas tarde, dejando aquí un hijo que también es el mío.
Para encontrarse con que ahora ya no era más de allí, ni de aquí, ni de
ningún sitio al completo. Ahora es de dos partes.
Por algún
motivo aún me acompaña ese mortero, que cada día vislumbro en mi cocina.
Me reta en silencio a que haga por él lo que sólo yo puedo hacer:
contar las dos partes de su historia que ha sobrevivido a quien le
compró, le transportó, le usó…
El mortero blanco, roto y decadente
que no es de un lado ni de otro, nos recuerda lo que ha sido nuestra
vida, la de tanta gente. La historia de muchas valientes mujeres que
hubieron de llorar, viajar, despedirse, esperar. Una historia creada a
bandazos de maletas y baúles, de noches en blanco, de abrazos vacíos, de
cuerpos vivos y hermosos, marchitándose en solitario, languideciendo
mientras la vida se les escapaba de las manos para salvar algo parecido a
este mortero, o a otros tantos. Para morir finalmente, sin haber
alcanzado a encontrar las respuestas.
Por ello he iniciado esta
búsqueda. Por las que me precedieron y también por mí misma, porque
quiero saber para poder entender. Hay unas manos firmes que me empujan.
Quieren que redima sus memorias. Me lo susurran cada día. Hoy me han
colocado delante del mortero, ayer fue una foto antigua… Dicen que nunca
se fue la tía. Parece que vive siempre entre nosotros, que nos
acompaña, desde la otra vida.
9 Comentarios
He escuchado tantas veces, y me gusta sentir que es así, que parte de la esencia de las personas queda adherida a los objetos que la acompañaron durante su vida. De esta forma, esos objetos son especies de viajeros del tiempo, o barcas de Graccus transportando una sumatoria de vidas. Y en cada nueva estación, en cada nuevo muelle hay alguien que le aporta un nuevo cargamento esencial.
ResponderEliminarBellísimo texto, mi querida Encarna.
Ese mortero de la foto existe, esa es la mesa de la de mi propia cocina. Mis bisabuelos retornaron de Uruguay en 1911. Un verdadero exilio, que duró casi veinte años. A finales del siglo XIX salieron a escape, pues Casiano no quería ser carne de cañón de una guerra que no era la suya (la guerra de España con Cuba).
ResponderEliminarEs cierto... yo tengo también una relación especial con los objetos y los espacios que de alguna manera dejan las estela de quienes los transitaron o utilizaron.
Los recuerdos de nuestras personas más queridas está en nuestro corazón y en sus objetos más preciados que son impulsores de las más tiernas evocaciones. Saludos.
ResponderEliminarLo que queda y seguirá quedando. A ese mortero aún le queda un largo camino. Usted le hace preguntas ahora y otros le harán preguntas sobre usted en el futuro.
ResponderEliminarTierna y sensible historia. Espero que siga escribiendo sobre esa búsqueda.
Abrazos
María Luisa
Es cierto... se han hecho muchas preguntas. Algunas han encontrado respuestas. Nací en Canarias, pero siempre se habló en casa de Argentina, de Montevideo... Al cabo del tiempo he encontrado a dos primas en Bahía Blanca. Mis únicas primas. Tengo que agradecer mucho al empuje que ese mortero ha dado a mi vida...
ResponderEliminarAbrazos amigos y amigas.
Parece natural que busquemos recomponer nuestras raíces, escarbar en horizontes que no vimos, pero que están en nosotros (genes culturales le llaman algunos), reconstruir el difuso rompecabezas de nuestra sangre diseminado por el mundo. Fundamentalmente (y esto es una opinión muy personal) para aclarar, facilitar y enorgullecer aún más la vida de nuestros hijos, de los que ya están tomando el relevo.
ResponderEliminarAbrazos mi Encarna.
Me emocionó mucho. En qué hogar no hay recuerdos con tanta historia encima.
ResponderEliminarBella historia.
Hermosa historia. Sin dudas todos tenemos en nuestras casas un objeto valioso más allá de lo económico que despierta en nosotros profunda emoción. Gracias por compartir este episodio de su vida con quienes leemos este blog.
ResponderEliminarSaludos.
Muy cercano a mí, Encarna. Tengo en mi vida un mortero, una carta...varias cosas.
ResponderEliminarHermoso relato, de corazón a corazón.
Soli.