Por Pablo Cingolani
Somos los que
tuvimos un sueño, pero no cualquier sueño, por eso le pusimos la sangre, el
cuero, las manos, los labios
Por eso nunca nos
hicimos los muertos, ni por si acaso
Porque siempre, lo
que menos quisimos, fue morir, diluirnos, arrinconarnos
Nunca quisimos
morir para seguir soñándolo
Somos los que siempre
quisimos vivir, como ellos, como Néstor o como la Gaby
Somos así, así
terminamos siendo, los que vivimos por ellos, los que se nos murieron, los que
nos asesinaron, nos arrancaron, a los que no los dejaron más compartir con
nosotros
Por eso los
recordamos
Y danzan con
nosotros, ríen con nosotros, con vos, conmigo, con todos
Se nos enojan
cuando nosotros los lloramos
No mandan e mails,
no tienen twitter, nos gritan al corazón desnudo cuando nos ponemos tristes:
¿yo me morí por eso? ¿Para qué llores, cabrón? ¿Para qué me llores?
Por eso, a cada
rato, cada vez que sucede, los celebramos
Cada vez que nos
reencontramos
Con cada palabra
que pronunciamos para limpiarnos el alma
Cada herida que
volvemos a recorrer para saber que todavía falta, que la huella aunque se
angoste, sigue ahí
En los combates
con la realidad real y el mundo tal cual es que les libramos, a nombre de lo
que compartimos, por siempre, los que juntos soñamos
Somos los que
tuvimos un sueño, pero no cualquier sueño, un sueño de aluvión colectivo, un
sueño de miel y de paz, un sueño de niños todos felices, un sueño de dignidad
de diamante, un sueño de pan y poesía, y si no habrá pan, al menos que haya
poesía
Un sueño breve
pero al fin un sueño feliz como anheló Manuel Puig
Por eso, siempre
que nos volvemos a mirar a los ojos
Los agasajamos y los
honramos como lo que son y siempre serán: nuestros muertos
Recorren nuestra
mesa a pie o con metáforas, escalan nuestras copas, nos hacen cosquillas,
erizan nuestra piel, bailan cueca o cantan los blues con nosotros, juegan con nuestros
hijos, viven con nosotros –y no deben enfrentarse a la tortura de pagar el
alquiler-, simplemente porque ellos son nosotros y nosotros somos ellos
Simplemente
Porque los
llevamos dentro
Tan adentro como
caracol
Tan adentro
Que allí nadie
podrá volver a masacrarlos, nadie podrá volver y alejarlos, nadie jamás podrá
impedir que los sintamos nuestra sangre, el calor, nuestra actitud y la voz que
trepa y se enreda como hiedra
Nuestro sueño
La parte más
intensa y profunda de nuestro sueño
No cualquier
sueño, el nuestro
Somos los que
tuvimos un sueño,
Y nunca, nunca,
nunca, dejaremos de soñarlo
Eso es lo que
respiramos, lo que navegamos, eso es nuestra brújula, azar, azul, destino
Soñarlos siempre y
soñarlos con nosotros
Porque ellos son
nosotros y nosotros somos ellos
Nuestra memoria y
nuestro vino
Nuestra geología,
y la ecología de nuestros espíritus
Nuestros guanacos
hijos de la gran puta –como Roque Dalton dijo, nosotros y ellos
Nuestros amigos,
nuestros hermanos, nuestros compañeros
Somos los que
tuvimos esa clase de sueño que con la añejura y por añadidura se vuelve cada
vez más cristalino, más sabio y más tierno, se labra de ámbar puro, sin punto
de retorno, sin renuncia
Sueño invencible,
sueño eterno
Es duende y es
molle
Es huminta y es cordillera
Es el río que baja
sus piedras y visto con devoción y con Jaime desde El Picacho
Es el Ramón y sus cascabeles,
sus buenas leches y su emoción de ser siempre un cronista, el cronista de
Cochabamba, El Cronista de Su Ciudad
Es nuestro sueño,
y ningún adiós
Somos eso nomás
Somos el sueño de los
justos, el de los nuestros
Somos el
horizonte, cuando el sol cae, va cayendo como guayaba encendida, y se va
lamiendo la sombra de los algarrobos y entre el peñasco que brilla como si fuera
la corona del Monarca de Todos los Sentimientos y la luz que sobrecoge, somos
pájaros, como quiso ser Javier Heraud, somos pájaros
Somos un sueño de
pájaros, y volamos
Hasta la noche,
rumbo a la noche, volamos
Y no vamos a dejar
de volar, nunca, jamás
Porque nosotros
somos nosotros, todos nosotros
Somos lo que
somos, y no somos nada más
Somos los que
tuvimos un sueño
Que no vamos a
dejar de soñar.
Pablo Cingolani
Río Abajo, 20 de noviembre
de 2012
5 Comentarios
No hay tiempo para llorar. La tarea que queda es demasiada.
ResponderEliminarSentido y poderoso poema, amigo Pablo.
Los sueños sueños son, si nunca aterrizan. Se entiende, se siente. Un poema con coraje y sentimiento.
ResponderEliminarUn poema enorme, un alma que siente grandilocuentemente y vive como siente. Lamentarse en exceso es un signo de debilidad, de ahí a la entrega, la rendición ante los enemigos hay medio paso. Eso nunca. No más.
ResponderEliminarMe gusta mucho la fuerza de sus poemas, este en especial parece casi un canto o un grito.
ResponderEliminarsaludos :)
Me gusta, me gusta mucho. Admiro mucho su prosa como sus formas poéticas. Saludos.
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