GONZALO LEÓN -.
Creo haber abordado en estas páginas el tema de la política y la literatura, sin embargo hoy quiero detenerme en la política y quienes producen literatura, vale decir los escritores. Y lo hago porque desde un tiempo a la fecha he tratado de determinar la mejor forma de hacer política desde mi lugar de escritor. En un comienzo pensé que bastaba con escribir, que ese gesto era tan radical que para qué ir más allá; luego me di cuenta de que también podía reflexionar y escribir esas reflexiones en forma de columnas; poco antes me topé con la labor de editor en La Calabaza del Diablo, lo que me colocaba como doble productor de textos, ya que seleccionaba ideas, estéticas, en fin.
Sin embargo, nada de eso era suficiente, así es que hace un par de meses me involucré en una asamblea de escritores. En la primera reunión y ante la proximidad de las elecciones en la Sociedad de Escritores de Chile (SECh), el tema rondó en qué hacer o cómo actuar ante la coyuntura: algunos plantearon inscribirse masivamente (éramos veinte en una sala del Centro Cultural Balmaceda Arte Joven) y matricularnos con una lista; otros en tanto manifestaron prudencia y señalaron que el camino electoral no podía marcar los primeros pasos de una asamblea que se planteaba crítica precisamente ante los procesos electorales de la SECh, no por su legalidad, sino porque sólo operaba para esas fechas, y un despistado pidió que, en caso de levantar una lista, quería saber desde ya la política de alianzas que seguiríamos, porque él no iba de ninguna manera ni con la DC ni con el PS.
Transcurrido un tiempo me di cuenta de que tampoco mi participación en esa asamblea bastaba para saciar mi participación política, así es que comencé a revisar lo que otros escritores habían hecho en mi lugar. Como los casos de Neruda (militante PC), Huidobro (reconocido por el mundo nacionalista en La profecía política de Vicente Huidobro, de Enrique Zorrilla), Parra (y su archisabido tecito con la mujer de Richard Nixon) ya eran a estas alturas lugares comunes, me sumergí en otros casos.
El escritor argentino Ricardo Piglia cuenta que Borges a finales de esos años locos veinte participó en la formación del comité de intelectuales jóvenes de apoyo a Hipólito Yrigoyen, uno de los grandes líderes de la Unión Cívica Radical junto a Leandro Alem. Pero Borges no estaba solo en este comité, sino que acompañado por Macedonio Fernández, Oliverio Girondo y Leopoldo Marechal. En otras palabras, hasta los treinta años Borges fue de centroizquierda, lo que convierte en realidad la ficción de Fogwill al poner a Borges en “Un guión para Artkino” como emblema del socialismo. Años después, en 1943, Borges observa cómo le niegan el premio nacional por considerarlo “extranjerizante y frío” y también cómo Marechal es expulsado de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) por nacionalista. Ese año Borges toma una posición más conservadora.
Pero más allá de Borges y otros escritores, lo interesante es lo que plantea Piglia en el sentido de que cuando “uno dice ideología en literatura, está hablando de formas, no se trata de los contenidos directos, ni de las opiniones políticas”. En otras palabras, introducir elementos políticos o ideológicos en un texto sería forma y no contenido, cuestión que dejaría varadas a muchas novelas con tintes políticos o que intentaron vincularse a lo social, porque lo político está en la forma, en narrar de una manera distinta a la tradicional, como ciertos experimentos o vanguardias de género.
La afirmación de Piglia, de ser aceptada por un escritor que no innova en materias formales de la narración, dejaría a un escritor con intereses por lo público con pocas alternativas para participar en política: en una asamblea de escritores, en la SECh o SADE, o como candidato a alcalde o parlamentario. De no aceptar la afirmación del escritor argentino podríamos referirnos, por ejemplo, a los formalistas rusos y considerar “como productos decadentes de la sociedad capitalista las revoluciones que se produjeron al interior del arte alrededor de 1910, la música y la literatura (Picasso, Stravinsky, T.S. Eliot, entre otros)”. De este modo nos ahorramos cualquier discusión sobre las formas de narrar y nos quedamos, como diría un marxista, con las estéticas burguesas, pero militando en un partido de izquierda.
Sea cual sea la opción que adopte o sienta uno, resulta compleja esta relación entre política y escritores. Por un lado va la obra, por el otro el actuar político, y ambos caminos ofrecen variadas teorías con sus consecuentes ofertas. Ante la duda, al menos por hoy opté por escribir esta columna y de paso renunciar a esa asamblea de escritores, antes que me echen. Porque no hay cosa que deteste más que me echen de lugares públicos.
Publicado en el blog del autor el 08/07/2010
4 Comentarios
Interesante y muy bien argumentada reflexión. Todo está en la forma de narrar, sin duda.
ResponderEliminarDe hecho, nos identificamos con un autor y perseguimos sus textos.
Me viene a la cabeza mi viejo litigio con un gran escritor peruano, al que tengo vetado en mi biblioteca por mi adoración hacia Benedetti, ya que ambos eran grandes discrepantes y enemigos verbales.
La forma de sentir la vida, sale por los poros de los textos, pese a que a veces el autor consigue no pronunciarse en extremo.
Periodísticamente la producción de textos políticos está fuertemente condicionada por el medio que las publica. Es parte del duro oficio de escribir y vivir de ello tener que someterse en cierto modo a las necesidades del medio, sólo unos pocos pueden decir lo que realmente sienten o piensan sobre un tema. Eso sucede en las publicaciones gráficas de la Argentina como en las del resto del mundo. Los escritores que escriban novelas con tintes político y/o columnas haciendo alusión a la realidad actual no escaparán a esa limitación si es que quieren recibir su cheque. Creo que sólo se puede escribir libremente de política cuando se lo hace en forma independiente y aguantarse los costos que ello involucra.
ResponderEliminarBuen artículo, saludos.
Se afirma que las declaraciones de Borges sobre la dictadura de Pinochet le privaron del nobel de literatura. De igual manera muchos de los premios de la academia se dieron solo para sentar una posición ideológica. Es difícil escindir a un escritor de los compromisos con su entorno, pues la política, constituye la plataforma sobre la cual absolutamente todo se mueve. Imposible que un escritor escape a su propia realidad.
ResponderEliminar“He visto a los mejores escritores destruirse por la política” “He visto a los mejores escritores destruirse por la política” Lo dice en una entrevista ORHAN PAMUK, el escritor que más salió en la prensa mundial el año pasado, por cuenta de un juicio del Estado turco en su contra.
ResponderEliminarSe tienen que cuidar de las consecuencias pero cantarles las cuarenta a los políticos y la política en general con los recursos que tienen a su disposición: con sus pulidas letras-.