Atrapando un instante


ENCARNA MORÍN -.

Todavía yo no sé si volverá
Nadie sabe al día siguiente lo que hará,
rompe todos mis esquemas
no confiesa ni una pena,
no me pide nada a cambio de lo que da.

(Pablo Milanés)

Se escapó entre mis manos el momento sublime en que me tropecé con ella. La había imaginado de mil maneras, todas ellas diferentes a como es en realidad. No había ni una sola fotografía a la vista que pudiera darme una imagen de su rostro o de su aspecto. Solo la conocía a través de las palabras del que una vez fuera el hombre de su vida.

Hace tiempo que quería conocerla pero el destino no lo había decidido hasta ayer. Paradojas de la vida, otra vez ocurre algo importante y es en el paseo de la playa. Unos doce años más tarde del instante en que ella se dio de bruces con la imagen temida y a la vez sorpresiva. Una cosa era que supiera y aceptara las reglas del juego, ocupando un segundo plano en aquella relación, y otra muy diferente era el evidente embarazo de la mujer que paseaba por la playa con su hombre compartido, al que quiso tanto, hasta el extremo de fingir que podía aceptar aquellas condiciones.


La avenida de la playa da para mucho y a los diez o quince minutos de caminar, entre gente variopinta hemos encontrado a dos amigas de él. Fui incapaz de retener sus nombres ya que era unos de esos saludos de rutina. Al tiempo que hemos hablado del calor, de las vacaciones y la marea alta, que terminó arrojando a los bañistas a la avenida, ya que la arena estaba colapsada, hemos dicho un “¡Hola, encantada!” casi simultáneo. Sin embargo se percibía entre ellos una familiaridad que rompía todas las distancias. Solo ocurre entre personas que han compartido una gran intimidad. Fue un instante y nada más. 

Tiene un aire de eterna juventud, una niñez desafiante frente a la edad que debe tener realmente y que ni por asomo representa. Es simpática, alegre y parece sacada de una película de Peter Pan. No es alta, ni extremadamente baja. Goza de una silueta perfecta y lleva un deliberado aire informal en su atuendo. Su voz confirma todos los augurios de que hay una niña atrapada en ese cuerpo de mujer. Y posiblemente su aparente eterna juventud no se deba a un pacto con Satán, sino a su optimismo que desborda a raudales.

Tras la despedida, seguimos adelante caminando y es entonces cuando él me desvela que se trata de ella.

-Era Marta

- ¿Qué Marta?

- La Marta de la que te hablé, con la que tuve una historia. La que te interesó tanto. Hasta que no lo compartí contigo, no fui consciente de haber actuado de forma incorrecta con respecto a ella en aquel momento.

-¡No me digas! ¡Qué pena! ¿Pero por qué no me lo dijiste antes?

- Te dije que era Marta.

- Claro, pero hay tantas Martas que no me la esperaba en este momento.

Y ahí lamenté no haber reparado más en ella. Posiblemente no habría sido capaz de decirle tantas cosas que me surgieron en el momento en que escuché su historia. La he reconocido en cada situación que él me contó, la he pensado más de una vez, e incluso, de una forma que podría parecer temeraria, le he instado a concertar un encuentro ante un café para que  le reconozca que una vez la quiso, pero que no se atrevió a apostar por ella.

Marta se fue paseo adelante con su amiga y nosotros caminamos en sentido contrario. Ya no está tampoco la "oficial" de aquel entonces. Los años han pasado socavando el terreno en la marea de la vida. Las olas rompían contra el muro de la avenida y el sol brillaba con todo su esplendor. Ahora tiene cara, voz y presencia, no es un fantasma, es ella. Pensándolo bien solo podía tener ese aspecto, o dejaría de ser la musa con alma de mujer valiente. Hay algo en su vida que se tropieza con la mía... no por casualidad, al escuchar aquel incidente del pasado, para ella doloroso, dos lágrimas resbalaron por mi cara.

Fotografía: Kristhóval Tacoronte

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5 Comentarios

  1. Los rostros suelen ser mucho más duros, más tristes y ajados de lo que solemos idealizar.

    A veces creemos conocer tanto a otra persona a través de una tercera, pero ese conocimiento sólo será el fruto de una acotada versión, plagada de todas esas cosas inherentes a la condición humana.

    Y compartir un amor, de alguna forma involucra una humillación para más de alguien.

    Buen relato, querida Encarna

    Un abrazo fuerte

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  2. Una tercera persona posterior, puede ver con cierta objetividad lo ocurrido. De haber sido una de las partes implicadas, sin duda la humillación habría aparecido en forma de rabia incontrolada.
    Pero no en vano, los seres humanos que somos, tiene mucho que ver con las personas que han compartido con nosotros cahitos de sus vidas.
    Todo lo bueno que llegamos a compartir con alguien, permanece con nosotros para siempre.

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  3. Me da gusto que la otra pueda ver a la cara y conservar su natural optimismo después de saber que él no se jugó por ella. Me gusta esa entereza aún cuando sirva de ejemplo para los hombres que aseguran que las mujeres que se dan jugar este juego de a tres saben en lo que se están metiendo.. apostando todo a nada. Tener la capacidad de sobrevivir a esa experiencia es desde mi perspectiva demasiado duro, yo tiendo a creer que las palabras de afecto no tienen los reveces y dobleces que al parecer tienen.
    De a poco me iré quitando lo romántica, qué torpe soy.

    Muy buen relato, saludos.

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  4. Lo transmite a la perfección. Un tema polémico, no todas las mujeres son tan comprensivas.

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  5. Desde ya! Desde luego que desde lejos la situación se contempla con calma. Una mujer sometida a tal situación perdería la calma sino al instante al rato. Y la culpa no es de ella sino de ellos, quienes tienen el compromiso son los hombres y las terceras son libres de hacer lo que se les antoje con su vida.

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