Gonzalo León
La relación entre política y literatura es vieja y se ha escrito demasiado sobre ella. El escritor alemán Hans Magnus Enzensberger se preguntaba: “¿Por qué la burguesía creó la literatura? ¿Qué utilidad tenía? La tradicional respuesta marxista viene a decir que la literatura fue empuñada por la nueva clase dominante como instrumento ideológico para asegurar su hegemonía”. Sin embargo, ya sabemos lo que ocurrió en los países de la órbita soviética. El poeta argentino Néstor Perlongher, por su parte, distingue diferentes realidades dependiendo de si los países son gobernados por la izquierda o por la derecha: “Chile gozó, bajo Allende, las turbulencias de un ‘destape’: hippies, gays y toda suerte de marginales deambulaban abiertamente por las calles. El alcoholismo y la presunta cocainomanía de Allende escandalizaron a los militares tanto o más que las utopías distribucionistas del Partido Comunista”. Chile hoy es gobernado por la derecha, un actor nuevamente será ministro de Cultura, y es bueno saber qué nos espera en materia de creación literaria, esto es si la situación política del país así como durante diecisiete años afectará la creación literaria. Para ello encuestamos a más de una decena de escritores, entre narradores y poetas, y les consultamos esto, pero además les pedimos que nos contaran sobre la última protesta que participaron y si existen escritores de barricada.
Diamela Eltit, Alejandro Zambra, Alejandra Costamagna y Juan Pablo Sutherland coinciden en que en la última protesta que participaron fue cuando el Tribunal Constitucional prohibió la repartición de la píldora del día después, mientras que Camilo Brodsky, Pablo Paredes y Luis López-Aliaga prefieren recordar marchas contra Pinochet. Pero en general casi todos los escritores encuestados declaran haber participado en alguna protesta, lo que desde ya nos dice algo.
Entre los escritores de barricada o escritores políticos se mencionaron a Pablo De Rokha, Carlos Droguett, Armando Méndez Carrasco, Marta Brunet, José Ángel Cuevas, Diego Ramírez, Luis Barrales y Guillermo Calderón (teatro), Raúl Zurita, Marcelo Mellado, Pedro Lemebel, lo que indica que no son pocos los escritores nacionales que han hablado de Chile y su realidad política sin caer en el panfleto. Camilo Brodsky establece una diferenciación entre escritor político y de barricada, ya que cree que todo escritor es político “por acción u omisión”, pero agrega: “Ahora, de ahí a la barricada el paso no lo define el creador, sino la circunstancia histórica frente a la cual se decide a ponerse o no a disposición de una causa política o social, y más en cuanto sujeto político -o ‘ciudadano’, como les gusta ahora- que en cuanto creador. El verdadero ‘escritor de barricada’, creo, no busca serlo, sino que se haya atrapado en sus propias opciones vitales”.
Diamela Eltit tiene otra opinión similar: “La literatura es política sin ninguna excepción, incluso plantearse una literatura sin marcas políticas es una política. Puede ser que una cierta literatura con contenidos militantes se adjudique el rol barricada, yo, sin embargo, pienso en cómo se administran los signos literarios y cómo ciertas obras tensan el sentido común y rompen los supuestos sumisamente aceptados”.
Cuando avanzamos y damos, como dijo Pinochet, un paso hacia el abismo y en vez de escritores de barricada, hablamos de “escritura de barricada”, vale decir de una estética, la situación para Christian Aedo se complica un poco: “La metáfora de escritura de barricada suele solaparse peligrosamente con las formas de estetización de lo político más que con el activismo. Bajo esta componente encontramos discursos anquilosados como el de la victimización o los discursos populistas de la derecha, que finalmente invisibiliza las problemáticas de verdadero peso político o anulan la afloración del movimiento político”.
Alejandra Costamagna y Alejandro Zambra nuevamente coinciden en señalar que sus obras no deberían verse afectadas en términos de creación por un gobierno de derecha. De hecho, Costamagna asegura: “No sé si la situación política afecta directamente en la creación literaria”, mientras que Zambra advierte que antes que escritores “somos ciudadanos. Por lo mismo, no creo que la opinión de un escritor sea necesariamente más importante que la de cualquier otro trabajador”.
Sin embargo, la mayoría de los escritores encuestados piensan que sí afecta, pero que hay que hacer la salvedad de que es muy distinto escribir en dictadura que en democracia. Ramón Díaz Eterovic entrega una experiencia de vida muy valiosa: “No es lo mismo escribir en una dictadura donde cada palabra te puede costar la cabeza o algún otro mal rato que puede ir desde la censura, la marginación, hasta cualquier otro tipo de represión o apremio, que hacerlo en una situación de respeto a la libertad de expresión y a los demás derechos de las personas”. Luis López-Aliaga, quien trabaja como guionista en Chilevisión, complementa esto con la siguiente opinión: “La disyuntiva Concertación/Piñera, por ejemplo, afectará a algunos escritores, quizás, porque ya no se ganarán las becas de siempre y serán otros los que ocuparán, por el momento, esos espacios”.
Juan Pablo Sutherland, quien hace poco publicó “Nación marica” (Ripio Ediciones), constituye una excepción, ya que para él “la situación política de un país y la escritura son parte de una misma cosa. Lo que pasa es que algunos se hacen los huevones e inventan que trabajan con el lenguaje, como si en lenguaje no tuviera que ver con el estado del país”.
Sea cual sea el escenario que nos encontremos de ahora en adelante –ya sea un gran cambio o pequeños cambios– lo cierto es que Chile cambiará y ningún escritor podrá evadirse de esa realidad; o quizá sí, porque la enajenación también es parte de la literatura.
Publicado en el blog del autor el 24/03/2010
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