Claudio Ferrufino-Coqueugniot
No sólo como ser humano era Nikolai Vasilevich Gogol (1809-1852) un hombre dividido, los críticos se han encargado de catalogarlo entre dos movimientos literarios: el romántico y el realista. Donald Fanger en "Dostoevski and Romantic Realism-A Study of Dostoevski in Relation to Balzac, Dickens and Gogol" dice que sería más justo nombrarlo romántico realista para salvar una "histórica injusticia". Fuera de las denominaciones que suelen ser interesantes y de la lectura de académicos, prefiero prestar interés a las impresiones que los autores en sí me causan. Como profilaxis cultural evado los arduos tratados de teoría literaria y me adhiero a las evocaciones personales y las reseñas -con su individualismo adogmático-. Por ello soy fervoroso devorador de memorias y prólogos. Encuentro mayor número de literatos en las íntimas páginas de Ilia Ehrenburg que en todo Barthes o Bakhtin. Sin desdén, es simple cuestión de gusto... ¿de carácter?
Considero un único Gogol, aquel cuyas obras leí entre los trece y los veinte años. La diáspora no acarrea consigo bibiliotecas y como errante he ido abandonando anaqueles en casa de quien los acogiera, algunos para desterrar los libros en rincones, otros para utilizarlos de base de macetas cuyas raíces y aguas se encargaban de destrozar tapa y contenido. Poca opción tiene el que decidió ser gitano con apenas dos brazos que desmienten el alcance de la creación divina. Tanta digresión para señalar que perdí los volúmenes de "mis" Gogol(es) de juventud y no me queda ninguno.
Mi madre cuenta "Las almas muertas" entre los libros inolvidables. Creo que concuerdo. Almas se llamaba a los siervos, y el valor de una persona, en la Ucrania rural -extensiva a Rusia toda-, se pesaba de acuerdo al número de ellos que se poseía. Un individuo, Chichikov, en orden de convertirse en respetable protagonista, comienza a adquirir "almas muertas". Se dedica a comprar los nombres de aquellos que fallecieron después del último censo. Los propietarios acceden a la extraña demanda porque ello los libera, ya que los occisos están todavía registrados, de pagar algún impuesto sobre las cabezas que poseen. Por su parte Chichikov al aumentar el listado de sus supuestos vasallos crece a vista de la bobalicona Rusia campesina que lo contempla. Llega un momento en que el personaje se confunde y presiente que el fraude se hace realidad; cree su propia mentira. Sueño que tiene un fin cuando se lo detiene (finalmente es liberado). En suma, no hay crimen en comprar fantasmas y la absurdidad de la acción desenmascara la liviandad e ignorancia de una sociedad retrasada.
Similar en su acerba crítica es "El Inspector General", otra caricatura humana que asoma en un villorrio cualquiera y se convierte en objeto de veneración y mimo de los notables. Suponen que él es el inspector del gobierno que aguardan y temen descubra sus corrompidas minucias. El visitante se da cuenta que lo han confundido y juega su papel. Aprovecha las circunstancias para vestirse, alimentarse, conseguir préstamos y amor de añadido, elementos cedidos con algarabía por los funcionarios que imaginan así liberarse de un reporte devastador. No hay mal que dure cien años, ni bien tampoco. Llega el día en que aparece el verdadero inspector y la farsa se desmorona. Se acusan entre ellos por arrastrarse en la vileza.
Gogol retrata en esta obra a perfección la Rusia campestre y hay quienes toman sus líneas como críticas del sistema de servidumbre que terminará, más en papel que en concreto, una década después de su muerte.
Hereda de Pushkin su colorida caracterización del campo ruso. Aunque se puede decir que también de él recibe su rostro urbano, el de San Petersburgo. Sus relatos de ciudad, entre los que destaca notablemente "El capote", no pierden la ironía que caracterizó su etapa ucraniana. Su gusto por lo grotesco, que podría ser su aversión, mantiene en cuentos como "La nariz" una condescendiente repulsa hacia la vanidad del mundo que habita.
El Gogol urbano puede considerarse un antecedente más del joven Dostoievski, quien, y a diferencia de lo trágico de otras novelas posteriores, recuerda en "Stepantchikovo" la jocosa novelística del Gogol rural. Su personaje central -creo que Foma Fomich (escribo de memoria)- debiera incluirse en una galería especial al lado de Chichikov y del completo reparto de "El Inspector General". Pocos autores divierten tanto como Gogol y, de entre los rusos, el más cercano quizá es Sologub. ¿Leskov?... dramatiza su sátira a otro nivel.
Fanger dice algo puntual: que Gogol comienza su literatura urbana allí donde la terminan Dickens y Balzac. Descarta la posibilidad que leyera a Dickens y presume influencia del francés quien también escribiría viñetas moscovitas y peterburguesas en sus viajes amatorios a la Europa oriental.
Como buen ucraniano, Gogol no podía evitar la epopeya de su nación, largamente sojuzgada por la Polonia señorial y casi adoptada por Rusia como niña huérfana. "Taras Bulba" es su homenaje a la lucha de Ucrania por la independencia. Nunca supe si su origen tenía validez histórica. Taras Bulba representa probablemente la conjunción de historias de los atamanes cosacos que asolaban las fronteras de la república polaca, a la vez de poner freno a la expansión tártara o turca. Tal vez Diosdado Zenobio Mielnitski como figura nacional. También Pugachev, Stenka Razin, hasta Iván Mazepa. Prefiguraría inclusive al último gran hetman del siglo XX: Néstor Majnó.
De aquellos libros -cada uno con detalle que lo hacía especial- al menos se sostiene el recuerdo. Cuando cae nieve en Aurora y los árboles se cubren, cuando la tormenta es espesa y penumbrosa me parece ver desde la ventana que nieva sobre Mirgorod.
7/4/06
Publicado en Puño y Letra (Chuquisaca), abril, 2006
Imagen: Nikolai Gogol
Considero un único Gogol, aquel cuyas obras leí entre los trece y los veinte años. La diáspora no acarrea consigo bibiliotecas y como errante he ido abandonando anaqueles en casa de quien los acogiera, algunos para desterrar los libros en rincones, otros para utilizarlos de base de macetas cuyas raíces y aguas se encargaban de destrozar tapa y contenido. Poca opción tiene el que decidió ser gitano con apenas dos brazos que desmienten el alcance de la creación divina. Tanta digresión para señalar que perdí los volúmenes de "mis" Gogol(es) de juventud y no me queda ninguno.
Mi madre cuenta "Las almas muertas" entre los libros inolvidables. Creo que concuerdo. Almas se llamaba a los siervos, y el valor de una persona, en la Ucrania rural -extensiva a Rusia toda-, se pesaba de acuerdo al número de ellos que se poseía. Un individuo, Chichikov, en orden de convertirse en respetable protagonista, comienza a adquirir "almas muertas". Se dedica a comprar los nombres de aquellos que fallecieron después del último censo. Los propietarios acceden a la extraña demanda porque ello los libera, ya que los occisos están todavía registrados, de pagar algún impuesto sobre las cabezas que poseen. Por su parte Chichikov al aumentar el listado de sus supuestos vasallos crece a vista de la bobalicona Rusia campesina que lo contempla. Llega un momento en que el personaje se confunde y presiente que el fraude se hace realidad; cree su propia mentira. Sueño que tiene un fin cuando se lo detiene (finalmente es liberado). En suma, no hay crimen en comprar fantasmas y la absurdidad de la acción desenmascara la liviandad e ignorancia de una sociedad retrasada.
Similar en su acerba crítica es "El Inspector General", otra caricatura humana que asoma en un villorrio cualquiera y se convierte en objeto de veneración y mimo de los notables. Suponen que él es el inspector del gobierno que aguardan y temen descubra sus corrompidas minucias. El visitante se da cuenta que lo han confundido y juega su papel. Aprovecha las circunstancias para vestirse, alimentarse, conseguir préstamos y amor de añadido, elementos cedidos con algarabía por los funcionarios que imaginan así liberarse de un reporte devastador. No hay mal que dure cien años, ni bien tampoco. Llega el día en que aparece el verdadero inspector y la farsa se desmorona. Se acusan entre ellos por arrastrarse en la vileza.
Gogol retrata en esta obra a perfección la Rusia campestre y hay quienes toman sus líneas como críticas del sistema de servidumbre que terminará, más en papel que en concreto, una década después de su muerte.
Hereda de Pushkin su colorida caracterización del campo ruso. Aunque se puede decir que también de él recibe su rostro urbano, el de San Petersburgo. Sus relatos de ciudad, entre los que destaca notablemente "El capote", no pierden la ironía que caracterizó su etapa ucraniana. Su gusto por lo grotesco, que podría ser su aversión, mantiene en cuentos como "La nariz" una condescendiente repulsa hacia la vanidad del mundo que habita.
El Gogol urbano puede considerarse un antecedente más del joven Dostoievski, quien, y a diferencia de lo trágico de otras novelas posteriores, recuerda en "Stepantchikovo" la jocosa novelística del Gogol rural. Su personaje central -creo que Foma Fomich (escribo de memoria)- debiera incluirse en una galería especial al lado de Chichikov y del completo reparto de "El Inspector General". Pocos autores divierten tanto como Gogol y, de entre los rusos, el más cercano quizá es Sologub. ¿Leskov?... dramatiza su sátira a otro nivel.
Fanger dice algo puntual: que Gogol comienza su literatura urbana allí donde la terminan Dickens y Balzac. Descarta la posibilidad que leyera a Dickens y presume influencia del francés quien también escribiría viñetas moscovitas y peterburguesas en sus viajes amatorios a la Europa oriental.
Como buen ucraniano, Gogol no podía evitar la epopeya de su nación, largamente sojuzgada por la Polonia señorial y casi adoptada por Rusia como niña huérfana. "Taras Bulba" es su homenaje a la lucha de Ucrania por la independencia. Nunca supe si su origen tenía validez histórica. Taras Bulba representa probablemente la conjunción de historias de los atamanes cosacos que asolaban las fronteras de la república polaca, a la vez de poner freno a la expansión tártara o turca. Tal vez Diosdado Zenobio Mielnitski como figura nacional. También Pugachev, Stenka Razin, hasta Iván Mazepa. Prefiguraría inclusive al último gran hetman del siglo XX: Néstor Majnó.
De aquellos libros -cada uno con detalle que lo hacía especial- al menos se sostiene el recuerdo. Cuando cae nieve en Aurora y los árboles se cubren, cuando la tormenta es espesa y penumbrosa me parece ver desde la ventana que nieva sobre Mirgorod.
7/4/06
Publicado en Puño y Letra (Chuquisaca), abril, 2006
Imagen: Nikolai Gogol
7 Comentarios
¿Qué es un escritor ruso?, me preguntó mi padre sonriendo. "No sé, no he leído ninguno".
ResponderEliminar_Es alguien capaz de matar a su propio hijo y sentarse a escribir un poema sobre el asunto.
Era su modo exagerado de crear en mí una impresión a costa de simplificar el asunto de la literatura rusa. Cierto que el zar Iván el Terrible mató a su hijo (y a esposas, aparte de miles de personas) y que al siglo siguiente, surgió entre los cosacos la leyenda de Taras Bulba, quien también mató a su propio hijo.
Ambos personajes son símbolos de la preservación del imperio ruso, un legado de la mentalidad rusa: los rusos contra todos, solos en su fé ortodoxa, y dándolo todo a fin de preservar un imperio casi implausible, extendido sobre una estepa macabra contra “las hordas de Asia”. Rusia creció sola frente a la inmensa estepa. Mantuvo a sus hombres, en especial a los cosacos, en pie de guerra por siglos. Mi padre me dejó la primera impresión con su mención del terrible par: Iván y Tarás.
Fue mi madre la que remató con sus palabras: "Quien no sepa de literatura rusa, María Eugenia, no sabe nada, aunque haya leído mucho de otras literaturas" [lo que equivalía a decir: "si no te cuidas, llegarás a ser una burra con pretensiones, una bárbara"]… “Rusia tuvo una Corte exquisita, y a Tolstoy”.
Estas generalizaciones sobre literatura rusa, basadas en mis impresiones de la niñez y adolescencia, me dejan avergonzada. Poco he avanzado; sigo sin saber. Fue en vano que algún "cosaco" de mi pasado estepario me llamara Nastasha pues no me quise terminar de leer a "León Tostón"(La Guerra y la Paz), prefiriendo quedarme con mi Natasha la espía rusa de los dibujos animados.
https://www.youtube.com/watch?v=WQhggbxh9og
https://www.youtube.com/watch?v=O2qNIYX4GJA
La Guerra Fría tuvo como resultado el que USA desterrara a los clásicos rusos de la memoria colectiva y los sustituyera por estereotipados espías en novelas de James Bond. Rusia se nos hizo remota, entre temible y risible. Y los occidentales, despojados del legado ruso, que nos había costado todo un siglo el aprender a apreciar, forzados a apartarnos de la cultura rusa, por los "civilizados" estadounidenses... nos hemos convertido en bárbaros.
Me acuerdo del rebuzno que pegué al nombrar entre los poemas rusos el "Canto de amor a Estalingrado", que es de Neruda y me había sido recitado de memoria y completo por el poeta Jorge Gómez en un jardín de la Universidad Central de Venezuela.
Siglo XXI y sigo sin saber casi nada de literatura rusa, salvo unos relatos de Chejov, la Ana Karenina de Tolstoy. No me leí Los hermanos Karamazov, pese a lo que me repitió mi madre. Y de Crimen y Castigo, reconozco el par de frases que recuerdan todos los que no se la han leído entera. De Solzyeninsky y su lugubrísimo Archipiélago Gulag ni hablar, ni una línea; no quiero más brutalidad.
La literatura rusa nos sigue siendo esteparia, lúgubre y llena de contrastes brutales, de cosacos llenos de vodka tocando la balalaika. Eso para el común denominador, al que pertenezco, salvo que pueda escapar por las rendijas de Chejov .
Mis recuerdos me llevan de nuevo a esa estepa vacía que es el conocimiento mío de la literatura rusa. Y de Gogol, no digamos. Así que gracias, Claudio por habernos presentado a Gogol. No he leído sino pocas líneas sobre su pequeña vida de funcionario, de fracasado profesor y artista, hombre nada recio pero que admiraba a guerreros, armado sólo de humor mordaz. Su vida me parece algo grotesca. Su muerte también, así como lo de que quemó la segunda parte de Almas Muertas, porque si el Diablo...
Gracias también a Richard McCaves por recomendar El Abrigo.
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/gogol/abrigo.htm
A Maria Laura no le puedo contestar sobre Gogol, porque soy ignorante al respecto .
Pero este minivideo sobre El abrigo en que un insignificante funcionario con pretensiones, triste y vencido por la vida, pudiera ser no sólo Gogol sino cualquiera de nosotros hoy.
https://www.youtube.com/watch?v=griL8TvRNpg
corrección: son ambos del XVI, Iván el Terrible (que mató a su hijo en 1581) y Tarás Bulba, el siglo del ascenso de Segismundo de Polonia. El ascenso polaco dejó huellas no sólo en otros países eslavos como Rusia, sino que llegó hasta España, y al Segismundo de La Vida es Sueño, encarcelado por su padre.
ResponderEliminarLa multifuncionalidad de los libros. Duele no poder llevarlos con uno. Duele dejarlos atrás, porque se les quiere y porque siempre está el deseo de volver a recorrer sus páginas, sus historias, ciertos pasajes. Por lo menos hoy se pueden llevar libros en un pendrive, pero no es lo mismo. El romanticismo no se puede guardar en un artefactito de dos centímetros,
ResponderEliminarSobre grandes prólogos, recuerdo el de Walter Percy en La conjura de los necios, de John Kennedy Toole. O los autoprólogos de Cela.
El capote y La nariz reflejan claramente la dualidad descrita al comienzo de este artículo. Sigo leyendo, paso a paso y lentamente Las almas muertas. Es uno de los autores que seleccioné para mi acotado tiempo lector. La vida es infinitamente breve para un bibliófilo compulsivo.
Un abrazo, estimado amigo.
Le diría a María Laura que Gogol es uno de los imprescindibles de esa gran literatura, que tiene, fuera de la docena de nombres inmensos, una solidez literaria pocas veces lograda en otro lado. Tal vez porque, como decía alguien, quizá Evtushenko, el poeta en Rusia es el elemento que se enfrenta al gobierno, el rebelde. El escritor por extensión. Nada extraño que en el siglo XIX -ya lo comenté en algún texto- se decá que a Rusia la gobernaban dos Alejandros: el zar, y Alejandro Herzen, desde el exilio en Inglaterra. Herzen, fuera del pensador que era escribió unas memorias que lo ponen literariamente al nivel de Tolstoi o Turgueniev. No poca cosa.
ResponderEliminarGogol, y luego Sologub y Zoschenko, son los más divertidos. La sátira como arma. Stalin "perdonó" a Zoschenko su burla poque quizá se dio cuenta que había penetrado el alma rusa tan profundamente como Gogol en Las almas muertas y sobre todo en El Inspector General. Gracias por el extenso feedback de María Eugenia, y claro, el tuyo, Jorge y quienes anotan sus comentarios arriba.
Estoy leyendo sobre Zoschenko, de quien hasta hace 5 minutos no sabía ni que hubiera existido, y me impresiona su humor y su técnica oral del skaz, como actriz de teatro.
ResponderEliminarGenial Zoschenko.
ResponderEliminarLo que he leido, todo útil. Gracias por el texto y los sabrosos comentarios.
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