“Si, te había visto, pero no te había visto como te veo ahora, en ninguna parte. ¿Dónde estabas así como te veo ahora? Y como te había visto, ¿dónde estás?” (Antonio Porchia)
Ofrecía un planetario móvil para los niños y niñas del colegio. Viajaríamos al espacio interestelar sin movernos de nuestra isla ni de nuestro barrio. Parecía un sueño inalcanzable.
Hace más o menos un año en que casualmente me encontré con él. Una mañana, abría el correo electrónico del centro, a menudo colapsado por spam y publicidad de todo tipo. Pero por algún motivo su oferta captó mi atención y no lo eliminé. Un planetario transportable hasta nuestro colegio para que los niños y niñas pudieran ver las estrellas. A un precio asequible y justo.
Dos días más tarde recibí una llamada del responsable del mensaje. Su acento y su voz me resultaron familiares y cercanos. Y fue entonces cuando cruzamos la estricta línea de la formalidad para hablar de alma a alma.
-¿Es usted argentino?
-Sí que lo soy, llevo unos diez años viviendo acá.
-Es que verá, yo tengo un hijo argentino y muchos afectos relacionados con su país. Allí murieron mis abuelos.
De nuestras situaciones personales pasamos a hablar del famoso libro de doña Petrona de la que me contó alguna simpática anécdota que más tarde reflejé en uno de mis textos, así como de otras tantas cosas relacionadas con la cultura de su país. Coincidíamos en nuestros conceptos de la educación, de la vida, del mundo… Nos pasamos los correos y teléfonos ya que quedamos emplazados a continuar compartiendo pensamientos y a cerrar una fecha en la que vendría al colegio para compartir una jornada con los niños.
Ese día fue pospuesto por un imprevisto. Pero seguimos conversando y compartiendo libros, pensamientos, artículos. Entre otras confidencialidades, descubrimos que nuestras madres estuvieron embarazadas al unísono. Tres meses y una semana de edad nos separaban.
Había invertido mucho tiempo en la búsqueda de la verdad para terminar encontrándola dentro de sí mismo. Estudioso de la teosofía, la masonería, y de otros tantos caminos en pos de lo espiritual, Víctor se tropezaba con dios cada día en forma de almas que transitaban por la vida.
Por fin concretamos fechas para cerrar lo del colegio. Recuerdo que me dijo que ahora podría reconocerme ya que había visto mi fotografía en una entrevista de la prensa. Yo pensé de pronto que estaba desfavorecida en esa imagen y él, como si leyera mi pensamiento dijo a continuación que de todas maneras no haría falta, que reconocería mi alma entre otras tantas.
Llegó con su planetario, que ubicamos en una sala grande, muy grande. Y los niños por grupos fueron pasando a su interior. Tumbados en el suelo pudieron ver el universo, penetrar en un agujero negro, visitar planetas lejanos y hasta esquivar una avalancha de meteoritos. Volaron, gritaron emocionados, soñaron y viajaron sin moverse del piso, que habíamos cubierto con finas colchonetas.
Trabajó incansablemente toda la mañana, disfrutando mucho de este encuentro con los niños. Por él lo habríamos alargado varias horas más, pero la jornada escolar llegaba a su fin. Lo traía organizado por edades, y tanto los de tres años como los de doce, salieron eufóricos y alegres. Al despedirse, le colmaron de abrazos y palabras de agradecimiento. Es lo que tienen los niños, son auténticos.
Víctor se quedó a comer con nosotros, le propusimos compartir este tiempo y aceptó amablemente. Luego necesitó ayuda para transportar su planetario desmontable hasta su coche. Ya estaba cansado y se le notaba, aunque ni una sola queja salió de su boca.
-¿Y va a volver otra vez el señor del planetario? -preguntaron los chicos en los días sucesivos. Le prometimos que sí, que volvería. Incluso se interesaron por ello las familias, a las que les había llegado el eco de la noticia. Los padres y madres son partícipes de las cosas agradables que les ocurren a sus hijos.
Fue muy fácil aprender cosas acerca del universo, el sol y los planetas. Hicimos entradas al blog del centro e incluso en el muro de inglés colocamos un mural enorme con el título "The solar system" que aún conservamos.
Semanas más tarde, a falta de noticias suyas, le llamé. Y ahí supe de la gran tragedia. Justo el día de su cumpleaños, el treinta de enero, fue internado en el hospital, aquejado de una grave enfermedad que ya le venía dando avisos. Se encontraba en proceso de terapia y estaba cansado, muy cansado, pero dispuesto a bregar con el cáncer. Tenía miedo a salir del presente, quería estar lúcido en cualquier circunstancia.
No temía a la muerte, era una posibilidad que contemplaba, tampoco quería interferir en la vida de sus personas queridas. Tuvimos algunas conversaciones y quedamos en vernos un rato este verano. Pero no fui a visitarle, reconozco que por una falsa confianza en el futuro y en que se recuperaría. Tampoco quería generarle un esfuerzo extra a su cuerpo cansado. Las visitas al hospital para recibir su terapia le estaban dejando exhausto.
Hace justo una semana que le tengo muy presente. Me armé de valor y marqué su número de teléfono. Esta vez él no estaba al otro lado de la línea. Pregunté si era la casa de Víctor, al no reconocer la voz del interlocutor.
- Sí, es la casa de Víctor. ¿Quién habla?
-Soy una amiga, quería saber de él -de pronto pensé que se pondría al teléfono.
Tras un preámbulo necesario, Sergio, su hermano, me transmitió con voz serena que él ya no se encuentra entre nosotros. Lo temía, confieso que lo temía, pero me ha dolido igual. Amablemente conversó un rato conmigo.
-Creo que vino a decirme adiós, lo he presentido. Siempre tuve la sensación que le conocía desde hacía mucho tiempo, aunque apenas supiera cosas personales de su vida.
-Por ahí ocurre que las almas se saludan y se reconocen de otra manera- dijo Sergio con buen tino- Emanaba amor, como todas las almas nobles, quizá esto le expuso en más de una ocasión, pero también le permitió recibir a raudales. En su genialidad, posiblemente no siempre tuvo los recursos adecuados. Percibo a mi amado hermano con el alma y el corazón como una Luz que se ha unido a otra Luz más grande. Está en un lugar más allá del gozo y del dolor en un espacio superior en el que ha encontrado, por fin, las respuestas en su incansable búsqueda de la virtud, el valor y la verdad.
De pronto un sentimiento ambivalente se ha instalado dentro de mí. Por un lado me alegra saber que ya no sufre, que se ha ido al lugar de las almas buenas, que ahora es una de esas estrellas que brillan formando un conjunto armónico destellando con su propia luz. El otro sentimiento es de dolor. No me pude despedir de él personalmente. No le volveré a tropezar en esta vida, ni en la calle, ni volverá jamás a mi colegio.
Aunque bien es cierto que todo lo bueno que alguien nos aporta, se queda con nosotros para siempre. De Víctor me quedan sus palabras, sus pensamientos, su cercanía, su optimismo y, sobre todo, su generosidad de buena gente. Era muy grande para ser un simple humano. Una mente privilegiada que podía transportarse de lo terrenal a lo espiritual una y otra vez. Y eso es justamente lo que ha hecho. Irse a otra dimensión.
Querido amigo… necesito decirte adiós para dejarte partir y no retenerte. Pero hay una parte tuya que ha quedado impregnada en mi entorno. Creo que has sido uno de esos hermosos regalos de la vida.
Sé que tus cenizas, aún en Gran Canaria, viajarán para a ser lanzadas al Atlántico en Villa Gessel, ese lugar de Argentina en el que fuiste tan feliz. Me ha dado por pensar que uno de los días en que vaya a la playa, en la espuma de las olas, volverás a saludarme con tu natural alegría y estarás feliz de que nuestro común océano forme parte de nuestro universo, ese que mostraste a los niños del colegio en el que probablemente fuera tu último trabajo.
“No hay más religión que la verdad” (Víctor Naldoni).
10 Comentarios
Víctor les traía el universo a los niños. Qué mejor forma de aportar a la belleza de vivir.
ResponderEliminarEmotivo texto, querida Encarna.
Un abrazo fuerte
Ha sido para mi un privilegio "verle" como alguien muy especial. Es el momento en que aún le recordamos. Nos trajo el espacio infinito a la sala de Educación Física y su genialidad quedó flotando en el ambiente.
ResponderEliminarPero los niños le colmaron de afecto. Se sentía muy reconfortado. También quiero quedarme con eso. hemos elegido el nombre adecuado para nuestro blog de centro "Batería de San Juan, escuela viva"
Conmovedor, sin dudas! Me he quedado con un nudo en la garganta. La vida sigue su curso, dicen que con el tiempo todo se supera pero no es tan así, alegrías y tristezas asociadas a recuerdos van y vienen constantemente y cuando se quiso mucho no deja de doler una partida.
ResponderEliminarCuando tenemos la fortuna de medio tropezar con alguien especial en nuestro camino de vida, no podemos más que alegrarnos por tan preciado bien, emocionarnos cada vez que el recuerdo nos lo trae de vuelta y así, de esta manera tan singular, es como tales individuos permanecen en nuestras vidas tan presentes que nunca llegan a irse, pues forman ya una parte inseparable de nuestro ser... Precioso Encarna.
ResponderEliminarCon cariño y dedicación exponía las maravillas del espacio, enseñaba lo maravilloso que habita tanto en lo más grande así como en lo más pequeño.
ResponderEliminarAtesoro infinidad de recuerdos, sus palabras, sus silencios, lo simple y lo sublime, todo.
Percibo que ahora habita en ese espacio infinito que solía enseñar. En consonancia con el eterno pulso de la vida su noble corazón late ahora lleno de luz divina.
Gracias Encarna por los acordes de luz, amor y vida que emanan de tus palabras.
Un fuerte abrazo.
Hermoso relato de una experiencia real. Relato en parte triste y en parte vital, alegre... es lo que suele ocurrir cuando tenemos la suerte de que nuestra vida se enriquezca con la aparición de un ser de luz. Su presencia nos colma, y su ausencia nos llena de tristeza, hasta que comprendemos que han venido a enseñarnos la verdad, a dejarnos más despiertos.
ResponderEliminarHermoso relato... Hermosa experiencia de vida.
Willyermo
Sin duda, El está donde en ese Eterno Oriente donde "todos", en nuestra vida terrenal va en busca de lo que un día se perdío....pero mi Q.·.H.·. Victor Naldoni...ya lo ha encontrado...Gracias Victor Naldoni por muchas de nuestras charlas, tanto acertadas como equivocadas...siempre en mi Corazón Hermano!!!.
ResponderEliminarCon la vista nublada termino de leer este hermoso texto del más puro amor. Gracias Encarna. El océano y las estrellas de la noche nos une en un solo abrazo.
ResponderEliminarLamentablemente no lo conocí. Seguramente, como decimos en la Masonería, su alma adorna actualmente el Eterno Oriente.
ResponderEliminarSoy amiga de Victor desde la adolescencia, de charlas interminables en Canela, en su Ciudad Jardìn natal, en casa de amigos, hasta el amanecer. El sabado estuviste por casa y te pude dar ese abrazo de despedida que me faltaba... en mis sueños, te quiero amigo, hasta que nos volvamos a ver.
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